jueves, 26 de agosto de 2010

REFLEXIONES ACERCA DE LA MONJA DEL HOSPITAL Y OTROS RELATOS...


Simbolismo

En conversación reciente con Néstor Quiroz Moreno, a propósito de su libro de cuentos: La monja del hospital y otros relatos, lanzado en la versión vigésima tercera de la feria del libro en Bogotá, tuvimos la oportunidad de reflexionar con él, acerca de su obra y la influencia del realismo mágico, y sobre las sombras que aún persisten y continuaran gracias a la herencia literaria de García Márquez, a lo que el maestro Quiroz respondió: “imitar no es delito, pero plagiar si es un delito”, refiriéndose a los distintos booms que se han dado en Latinoamérica. En ese contexto la obra de Néstor Quiroz constituye una metáfora que mezcla la experimentación exponencial de lo cotidiano con el submundo ecléctico como el mismo menciona entre la realidad, el sueño, la utopía y la ficción. Dejando a un lado la corriente garciamarquiana, y remontando el horizonte del juego surrealista de la imitación formando su propio estilo directo y conciso. Lo anterior se descubre y se inserta en la exploración y explotación del sueño, un viaje al inconsciente colectivo, un recorrido abierto a una parcela de la geografía onírica de la región Caribe y más exactamente a Curumaní lugar de origen del escritor.
En El poder mágico del recuerdo, el primero de sus relatos, la angustia del personaje central Luisenrique, navega entre el mito y la ensoñación, entre el fuego y el caos que padece de algún modo el insomne. El autor intenta deconstruir el fundamento fálico que precisamente Jung le reclama a Freud, en el sentido de que la tensión existente entre lo sexual, lo religioso y lo represivo, están más allá de la simple fuerza motivacional del hombre como ser creador y refundidor de la ingeniería mental, sino que el fundamento de la naturaleza vital del hombre está por fuera de lo sexual, o sea en lo bello. Lo que Husserl llamaría la cosa misma en tanto fenómeno exponencial de lo existente. Lo mítico se desdobla cada vez que los impulsos de la memoria invocan el recuerdo de la amada, y el necio placer que engendra la espera, es decir, el limite de lo espacial y la ausencia del otro, se instituye en el juego que de algún modo los personajes de la obra buscan afanosamente, o sea, el simbolismo perfecto para escapar al olvido y la soledad.
La muerte también deambula por la obra de Néstor, espiritualizada, sublimando el ejercicio cotidiano de la libertad que experimenta el cuerpo al librarse del espíritu que lo anima, y el alma de la prisión que la envuelve. En Muerte y desidia, Sergia Francisca (la madre) y Peruchito, están unidos por la magia y el dominio, la madre juega con los arcanos celestes y demoniacos si se quiere, con sus artes adivinatorias, por su parte Peruchito (el hijo) se dedica a desentrañar los componentes que hacen posible que la tierra engendré la vida. Lo cual significa que existe un poder entre lo oculto: la palabra, y lo existente terrenal: la vida en cualquiera de sus formas. Las cuales son aceptables a ojos de la naturaleza, que Néstor lo resume en la risa, la burla y el olvido. De ese modo el autor traspasa el abismo de las mentiras ciertas que los habitantes de un pueblo las conciben como fundamentos de sus creencias y criterios de vida; así, el marco de lo particular sobrepasa la tensión entre lo imposible y lo dantesco hasta convertirse en verdad conjeturada. Lo que podríamos resumir en que el amor y el odio son hijos de un mismo vientre. La mujer se perpetúa como el continente donde el hombre siembra sus posibilidades de existir, siempre y cuando la magia sirva de elemento propiciador y emancipador del genio supremo que al igual que la figura poderosa del Dios constituidor de la realidad, permita el respeto por el otro, en nuestro caso por la simetría hombre=mujer.
Cuando Néstor explora abre el universo del verbo, aparece de inmediato la tradición oral, la escucha se convierte entonces en el vehículo híper-metafísico, por esta vía hace un hueco en el horizonte del surrealismo tal como logra hacerlo Dalí en su obra, en su equiparación entre lo físico y el vacío de lo real. La montaña encantada, constituye ese espacio que las nuevas tecnologías han ido ganando con el paso del tiempo, alejando, atomizando, y arrinconando de tal modo el juego de la escucha a los abuelos, a un vacío sistema mecánico de la cercanía simple, de irrespeto por el respeto mismo que la tradición representa como la necesariedad en lo referente a la cultura y el mundo antiguo, conexiones vitales que irrigan el constructo humano y su potencialización en la necedad que tiene el hombre por borrar su pasado.
Pasión y mito son de un modo distinto el juego borgiano de la ficción y el laberinto, con esta toma de posición frente al ámbito de la violencia armada, el autor apela al recuerdo de la infancia y la juventud para destruir el mundo agenciado por lo rigores de la hegemonización del hombre Caribe por corrientes distintas y lejanas, a lo incompresible, a la razón propia de su entorno político y social, el cual ha sido vulnerado por los actores armados del conflicto siempre actual. Guerra obtusa que un país como Colombia impulsa de forma silenciosa cerrando los espacios vitales de la creación y la reflexión. Dejando en la intemperie a nuestros jóvenes y niños dentro del marco histórico de la libertad como arquitectura política y moral de la responsabilidad frente al otro que nos remplazará, en un futuro próximo sin un piso firme para la crítica.
Bien lo decía Dalí en aquella celebre entrevista en 1976, al parafrasear el siguiente verso de un poema escrito por un amigo suyo: “Las esquinas de las calles son de papel y pasan las golondrinas doblando y desdoblando esquinas…” así mismo La monja del hospital y otros relatos, van desdoblando pensamientos a lo largo y ancho de toda Latinoamérica. Efectos de la posibilidad misma de la representación del mundo en tránsito que ha dejado el viajante y que regresa con el mismo ánimo en busca de los orígenes, tal como Nietzsche se esfuerza por encontrar el camino perdido de su Ariadna y el sendero olvidado por el mundo griego los cuales son el principio de la creatividad y la filosofía primera donde el verso se fundamenta como el eje y la visión del hombre actual, del Caribe nuestro hoy y siempre, en contra reflejo de lo que el vitalismo Nietzscheano buscaba gracias al reencuentro del superhombre con la naturaleza y la creación del arte estético con la vida misma. Del mismo modo la literatura costera se reconfigura con la aurora de la ciencia antigua de la mística escueta de la mujer como elemento primordial más allá del sexo y la malicia psicológica de los géneros.
El furor propuesto por lo prohíbido se ve representado por el calor expuesto en la sensibilidad religiosa que tiene el pueblo costero, y su entorno aún hoy mucho tiempo después de la conquista y la colonia española. Es decir, el sentido de lo religioso marca el rumbo de la cosmogonía hispánica del hombre Caribe y se manifiesta cuando el autor narra las incidencias personales y prohibidas de su estancia en un hospital administrado por una esposa del Señor que olvida por un momento sus oficios divinos, y decide adentrarse en los vericuetos de los placeres corporales, volcando las la imágenes religiosas en lo prohibido y lo profano. Llevando consigo la significancia como diría Lacan de lo textual, adicional a esto, es decir, el esplendor de la idiosincrasia de un pueblo que alimenta sus nexos con lo africano, el autor lo incrusta de forma silenciosa, aclarando la lucha que aún hoy los ángeles y los demonios enfrentan, los cuales se persiguen así mismos jugando al gato y al ratón, permitiendo el ejercicio milenario del bien y el mal, donde la serpiente del deseo le ha ganado la partida a Dios una vez más.
De esta primera obra sacada al mercado por la Fundación Editorial el perro y la rana, nos permite evidenciar los espacios naturales que la palabra y la escritura configuran en el plano artístico y ancestral del hombre caribeño, y abre el espacio para que otras corrientes de pensamiento se vayan constituyendo en artífices de su historia y marquen el rumbo critico y reflexivo de las líneas de pensamientos nuevas, que insistentes continúan llegando a la costa Caribe, pero que en vez de fragmentarla la robustezcan y la conviertan en el origen de nuevas filosofías pilares del pensar distinto. Al maestro Quiroz le auguro buenos vientos en la búsqueda de su propia literatura interior, y que nos siga divirtiendo con sus cuentos cortos donde los animales también son parte fundamental y creativa, como una metáfora para denunciar al igual que Flaubert la realidad social, para que los jóvenes revelen sus temores y pasiones por el mundo que a diario se construye a su alrededor dibujándole cárceles imaginarias: invenciones de lo real, a las que el poeta, así como el escritor están llamados a derrumbar, barreras que nos separan del paraíso fantástico de la creación literaria.

Epístolas trashumantes, Agosto 26 2010.

domingo, 22 de agosto de 2010

ENTREVISTA AL ESCRITOR NÉSTOR QUIROZ PARTE 01


Entrevista al escritor colombiano Néstor Quiroz Moreno en la XXIII Feria Internacional del libro de Bogotá, donde presento su obra "La monja del hospital y otros relatos" el 21 de agosto de 2010.

ENTREVISTA AL ESCRITOR NÉSTOR QUIROZ PARTE 02


Entrevista al escritor colombiano Néstor Quiroz Moreno en la XXIII Feria Internacional del libro de Bogotá, donde presento su obra "La monja del hospital y otros relatos" el 21 de agosto de 2010.

ENTREVISTA AL ESCRITOR NÉSTOR QUIROZ PARTE 03


Entrevista al escritor colombiano Néstor Quiroz Moreno en la XXIII Feria Internacional del libro de Bogotá, donde presento su obra "La monja del hospital y otros relatos" el 21 de agosto de 2010.

DE LAS TENTATIVAS Y OTRAS PASIONES: LIBRO DE CUENTOS

VII
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Excitación



En la oscuridad las sombras se tentaban así mismas lejanas y perpetuas. Ni frío ni calor, sólo un inmenso llano repleto de arbustos mordisqueados por las tinieblas. La cordillera separaba el ancho mar de las costas raídas por un meteorito llamado continente. El paso del caminante era alargado y a veces se estrechaba con el bamboleo que sufría su espalda a cada momento. Así mismo se desvanecían con las horas inclinadas sobre la noche inmensa las fuerzas por intentar alcanzar pronto el horizonte infinito. La claridad se agotaba a medida que el vacío de los pensamientos murmuraba algo al respecto. Intentó tragar algo de comer, pero le fue imposible. En todas las direcciones había un laberinto de señales convexas, luego acudió a un punto exacto por donde escapar sin ocasionar un deterioro a la realidad absurda de la culpa. Su pulso suave como una seda hecha con hilos invisibles le proporcionó de manera estupenda la sensación de estar flotando de nuevo sobre un astro inverosímil y tardío. Se fue hasta la orilla que lo dirigía al centro de la llanura para cerciorarse que tenía miedo de morir desgarrado por un sueño maldito, así que decidió sentarse sobre una duna de un negro oscuro: apacible. La quietud del lugar donde yacía lo conmovió hasta dejarlo despierto frente a un mar lejano y sin rumor, aquel mar estrepitoso de la mañana no era más que una línea oscura que moría siempre en el mismo lugar, donde Poseidón seguramente fue visto por última vez. Trato de recordar un avestruz en forma de pájaro fracasando totalmente en el instante, sin embargo la oscuridad le trajo una mariposa que sujetaba una sombrilla de un terciopelo negruzco, pero el objeto desaparecía a medida que el insecto jugaba con las manos del caminante; las mofas curiosas se fueron desvaneciendo con el calvario y la pesadez horizontal de un hombre cansado de ver siempre lo mismo se iba desplomando poco a poco. La quietud se comportaba de la misma forma de principio a fin, los sobresaltos de la realidad no constituían un desgarramiento colosal frente al podio, o la locura repentina de una cascara de huevo asaltada desde su interior por un ser extraño a ella, es decir, el óvolo de la muerte no tenía aquella noche deseos de precipitarse desde algún lugar remoto sobre la sombra que descasaba sobre una duna cualquiera en medio de la nada.
Los recuerdos no tardaron mucho en asomarse —a trompicones—por cierto, contaminado el silencio de las horas. El caminante dejó casi por completo los impulsos de la vida en una horda de murciélagos infantiles, los cuales se esfumaron por los rincones de un alma insignificante que no sueña. El hombrecito decidió dedicarse de lleno o por completo en los momentos en que la luz del día aparecería para arrebatarlo conscientemente de aquel lugar, se dedicó a degollar fantasmas con una guillotina invisible. Después de sentir la iniquidad de las horas optó por caer despacio sobre la duna plenamente, a la vez que sintió deseos de despertar a la anciana durmiente de un cuento infantil prestado de momento por los recuerdos tímidos de una niñez ajena a él. Era imposible que aquella bella no fuese ya una criatura fea, de nariz a largada, de ojos marchitos, de piel calcinada por los años, o que los acompañantes [Los hombrecitos] cansados de esperar, ya muertos en el comienzo o consumación de las cosas, anduviesen por allí despiertos junto al cadáver prácticamente fosilizado de Blanca Nieves, saltando de una realidad a otra sin que nadie se hubiese percatado de todo y tratar de escribir una fabula al respecto, o mejor aun un cuento. Él por su parte hurgaba su memoria tratando de morir en algún agujero de la tierra. Muerte sobre muerte, y un eco que se repite deformemente a cada momento sin que nadie se percate de que la bella durmiente ha desvanecido, pero el polvo imperecedero de la fantasía la desocultaban de vez en cuando tras los barrotes del olvido, siempre y cuando un niño la volviese al mundo de la vida. Qué era el dolor, ese capullo floreciente y decidido en medio de aquella oscuridad, finalmente el sueño: la forma más apacible que tiene la muerte de hacernos con sus deseos lo venció enteramente.
Una alfombra de humo lo sedujo, lo engulló como a un necio que choca contra una tormenta de suave nieve. Del suelo sobresalían pequeños islotes que cortaban la planta de sus pies. En uno de los extremos de la vieja casa un cuadro sobresalía, de forma tal que parecía la prótesis perfecta de una mano invisible que mueve todo a nuestro alrededor. Trató de moverse, haciendo un esfuerzo por encontrar un punto de equilibrio en aquella realidad escueta, se sobrecogió de un momento a otro cuando descubrió que estaba en algún lugar debajo de la tierra. Se sintió enfermo, lleno de aneurismas cerebrales que decodificaban en un santiamén su pergamino existencial enrolladlo por siglos en la biblioteca inexistente de Alejandría. Abrió los brazos como un pájaro que causa intenso sufrimiento a olas invisibles que como ráfagas aturdían el sótano donde otro mundo guarda todos nuestros recuerdos y pensamientos. Se espeluznó intentando desplumar la posibilidad de que la noche estaba cayendo de repente y sin previo aviso sobre cada oquedad, ¿sortilegios de alegría interior?, nunca se sabrá; sin embargo esta alegría que le permitía escaparse por los corredores de la espaciosa caverna de los sentimientos a un profundo foso más bajo de aquel donde se encontraba despierto dormitando quizás para huir del infierno de las palabras, lo hicieron reflexionar sobre la posibilidad de la vida. Entonces se desparramó como un buitre aturdido por el reflejo de un sol inquietante y solaz. Meneo la cabeza de tal modo que parecía una bestia antiquísima tratando de salir de aquel recorte histórico y primitivo. Se subió de repente sobre los hombros de un espectro que lo vigilaba, y pudo ver que todo el reflejo que permitía la oscuridad era a penas el comienzo de un nuevo sueño asustadizo y lejano. El ruido de la fuente más próxima era fuerte, y oscuro. Del ombligo le salía una flema de color purpura, semejante a los torrentes iracundos de un fuerte vino, espeso, cavernoso, siniestro, lleno de diminutos seres invisibles que animaban el espíritu de la oscuridad. Ni casa, ni caverna, ni oráculos, ni tiempo, ni alegrías, tampoco se trataba ya de Orfeos capaces de compadecer a la muerte. El reino de la quietud sobrecogía a la luna en su abismo, olvidada por el sol, sintiéndose amarrado eternamente a un árbol viejo y sin raíces.
La hilera era extensa como un remo que se hunde en la profundidad inquietante de un océano por terminar. No se trataba de algún modo certero del hades, simplemente los necios remeros olvidaron desconectar la brújula para que los soñadores perdieran toda posibilidad de volver sobre sus pasos a tratar de desafiar a las entrañas del olvido. El fuego corría despacio tratando de borrar cualquier huella dejada en el paraíso, las sombras regresaron. Seguramente para impedir cualquier intento desmedido a favor del ave que se mecía sobre nubes de algodón consumado. El hombrecito se estrujo contra la duna, cualquiera que lo hubiese visto pensaría que estaba a menos de tres segundos de despertar. El cielo dejaba escapar un betún negro, imperceptible al tanto. Sus ojos estaban guarnecidos, de tal forma que sus parpados eran como la espesa pólvora que cobija a una bala suspendida en el vientre de un cañón que viaja de oriente a occidente tratando de encontrar la ruta de los galeones que jamás zarparon en busca de su destino. El pecho de la montaña parecía un anciano desnudo tratando de espoliar a la muerte con su presencia degradada por la soledad y el tedio. Aún se sentía el olor a tierra hirviente cuando el cielo negro como la mano de un Buda maligno rompió en relámpagos lejanos. De la habitación salieron dos sombras gemelas imitando el gorgoteo de una tubería rota y sin instalar. Necedad de las ranas que se sumergieron de repente frente al pantano, para salir luego convertidas en elefantes marchitos que se negaban a desfilar en un circo invisible que no poseía la atracción suficiente para que el público gritara lleno de arrebol consignas capaces de levantar una mariposa disecada por los años, la cual dormitaba en los cuadernos que el caminante usaría si algún día se convertía en niño. Aquella noche la muerte se retraso más de lo normal, a tal punto que todos imaginaron que el caminante no dormía sino que rezaba su última plegaria antes del amanecer.
La guitarra flotaba en una especie de catacumba diáfana, la isla de repente se llenó de hormigas que cargaban sobre sus espaldas inmensas y diminutas partituras salpicadas de orificios que se intercomunicaban con dimensiones lejanas de la música incierta que nunca tocaron sus manos. Los rayos apuntaban en todas las direcciones menos en la que dormía el solitario durmiente. El corazón palpitaba sin precipitación alguna entre el pecho y la duna. El clima no calaba en el frío o la desesperación. Las ramas del árbol más cercano apenas si le servían de escondite en caso que la lluvia asomara de inmediato. La guitarra dejó de ser un instrumento para convertirse luego en los grilletes que los sujetaban ferozmente al mundo de la esclavitud sagrada de lo prohibido. Aún dormido se abrió el pecho para sentir que estaba respirando de verdad, y que no era un sueño todo aquello. Buscó en sus testículos una última ilusión marchita, pero fue innecesario despertar para recomponer sus ideas acerca de la tarde y la noche, la mañana y el día. El cansancio fue superior a sus fuerzas femeninas, no sabía si parir aquella criatura eterna o callarse para siempre en aquel paraje de las tinieblas, donde el diablo agotaba todos sus recursos bíblicos para que la muerte lo dejara jugar a las escondidas con aquella criatura indefensa que dormía en sus proximidades. En la cabeza del hombre, un mar de langostas fluía como una herida abierta en la membrana unicelular de quien más tarde sería Abel. Nada de tiempo se dijo, mientras desistió finalmente de la idea de abrir sus ojos antes del amanecer. La duna de repente abrió sus piernas como una mujer cansada de esperar la madrugada. Las hormigas se llevaron el ruido de sus pasos imperceptibles, y las moscas de la noche cesaron su tarea nocturna, en aquel vacío nada se estrujaba contra las paredes de la oscuridad. Como en los cuentos de hadas la magia y la hechicería perdieron el valor oscuro, y el misterio no se conjugó definitivamente aquella noche. Los relámpagos movían fichas de tableros interminables, y desgarrando el velo virginal de la creación infinita el feto creció hasta la edad adulta. Un instante, eón de los eones que imposibilitan la mente más clara a captar esa premura del tiempo para que el movimiento sea repetitivo o eterno, y ningún ser sea capaz de cifrar aquella estrepitosa rapidez del ahora que se conjuga en pasado presente y futuro, lo confinaron a la adolescencia, para finalmente terminar convertido en un niño autista que fija su mirada en los objetos para tener la certeza de que el nombre corresponde correctamente a su imagen descrita por la memoria universal que lo sabe todo.
Una bestia sin rostro se acercó para meditar sobre su talento para asustar a los vampiros de la luz. La noche cerraba sus fauces de tal modo que el caminante se sintió en casa, en su hogar, en los profundos pechos de la oscuridad posó sus labios desfigurados por el tiempo, y su lengua del tamaño de un gusano anormal empujaba hacia dentro con todas sus fuerzas un liquido, fétido, que parecía más bien el elixir de un gusano descompuesto y demoníaco que la razón convertiría con el paso de los siglos en el cuerpo celeste y arquetípico de las ideas. La criatura continuaba durmiendo, y en sus recovecos mentales o cerebrales los dinosaurios chillaron ante la estrepitosa caída de una mujer desnuda a sus pies. Su vientre se agitaba como una barquilla mal puesta junto al mar embravecido, levantando un muro de espectros mentales antes que la luz corrompiese la pureza de la oscuridad. Los rayos lejanos se fueron para siempre, la balanza de los sueños mantenía hasta entonces el equilibrio perfecto del cuerpo y el alma. La forma invisible de su silueta le permitía ocultarse de los deseos luciferinos del juego y la derrota. No se conjugaron los verbos inacabados de la libertad en todo el con fin de la espera. Cerrojos incorpóreos atravesaban su carne como lanzas etéreas narrando en cada respiro nocturno el deseo por la unidad total de los elementos antes de que llegara el amanecer. La calma abrigaba el contorno del espacio vital de su sueño, cuando se vio abocado a salir de aquel trance. Hundido como un rostro contra la almohada interior de las palabras, logró despertar sin abrir los ojos. Del firmamento, del cielo amplio de los recuerdos una llovizna granulaba el olvido del ser y la oquedad de su silencio fue despertando a un mundo incomprensible: los músculos mentales se tensaron permitiendo arquear el origen y el fin de aquella noche, todo se había quizás trasvasado a un elemento superior.
La duna ya no le era extraña, sus parpados apenas si se movían. Sintió como sus pies tenían forma de rayos siderales. Sus brazos blandos como melcochas, le suscitaron ganas beber algo. La isla era apenas un pimpollo, amasijo recubierto por capas capaces de sobrepujar la vida y la muerte. No quiso pensar en el origen de las cosas, o el fin de las mismas. La larva de la muerte le corroía ya, el nervio óptico de la conciencia, de ese modo la razón dejo de ser la reina de sus reflexiones y se abandonó por completo al castigo de los dioses. El rayo de la mañana estaba en su máxima excitación. Sus brazos tomaron forma definitiva, sus piernas y pies dejaron de ser la materia oscura de la noche. Y la materialidad de su cuerpo empezó a concretarse como un trozo de roca recubierta por un mecanismo frágil llamado piel. Sabía que estaba sólo y repentino. Nada más que sus pulsiones lo encadenaban de algún modo al tiempo vertiginoso de la rutina cíclica de los actos humanos. Vacío por completo el lugar donde solía vencer a los dioses. No se trataba del miedo o la condena. Era otro el motor inmóvil que lo arrastraba aquella mañana por fin. Era prematuro imaginar una mesa servida. Tampoco quiso la compañía al menos de su sobra tardía. La aurora estaba íntegramente preñada con su luz amarillenta y dócil. El sueño estaba por completo fuera de su alcance cuando decidió emprender la marcha eterna de los días. La montaña dejó de ser entonces el pecho lacerado de un anciano desafortunado, y se torno por completo en el monstruo de cobre y salmos imposibles de entonar a esa hora de la mañana. El sueño le reparó nuevamente de la última jornada, y lo sumió por completo en la lucha imperecedera, se sintió feliz, autónomo, capaz de sobresaltos intestinales sin ningún síntoma adverso, de allí que emprendió la marcha en solitario hasta el pico de la montaña, olvidando para siempre el castigo de los dioses. Supo que él lo era todo, desigual, capaz de mover su propia naturaleza hasta el confín de lo hechos: sin inmutarse si quiera por el ayer o por el mañana, por fin lograba ser pleno y distinto… otro a la vez.



De las tentativas y otras pasiones:
Julio de 2010.

viernes, 20 de agosto de 2010

LOS TRANSFORMISMOS DE LA RAZÓN


Arrebato, o Lirismo
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¿Podría un solo hombre, o un único pueblo, incluso una nación arrojarse en brazos de la consumación de sus bienes máximos en aras de alcanzar un período de lirismo o de locura? Magia que desboque las bestias de la creación y separé por fin los ríos de los mares. En nuestro caso, -esta nación hecha de piel humana y zurcida con espejismos ancestrales- podrá algún día alcanzar un éxtasis profundo y soterrado que la convierta por un instante en un nido de víboras iluminadas: quizás: ¡No! Lo que si se puede interpretar de nuestros años de historia trashumante alrededor de una idea, la primera tal vez, hoy nos tiene sumidos en un precipicio atiborrado de chucherías escritas por chocarreros con dientes de león. Me refiero a la idea de: libertad. Habrá habido por un momento en el espíritu colectivo de nuestro pueblo después de la llegada de los conquistadores un vocablo como este, una idea iluminada en el trasfondo de sus corazones, esta especie de lirismo dudo mucho haya hecho simiente en el alma colectiva y difusa de un pueblo macerado por la cruz y la espada. Tengo mis sospechas. Inquiétame sobre manera el corazón crepitante que nos identifica y nos hace distinto de los demás. Al contrario de todo lo anterior, no podemos navegar en un océano de oscuridades de tal modo que nuestros jóvenes se chupen con entusiasmo dicha esencia doctrinaria, cuando en verdad estamos siendo arrastrados por bestias enfermizas que nos superan en número y nos engullen de cabo a rabo. ¡Libertad! ¡Libertad!, bello transformismo de la razón. Elemento crucial para que alaridos profundos serpenteen alrededor de las burbujas que viajeras recorran el viejo valle de lágrimas de mujeres que escupen hijos como langostas. Anoche, -eso creo- un ruido de cabras me despertó, eran miles, cientos de miles las que cagaban al igual que moscas enardecidas en una especie de excitación colonial, un líquido baboso, de allí de sus traseros salía colmando el mundo encegueciendo con asombro todo a su disposición un manual sobre el deber-ser, centelleo que siente la rana antes de ser fulminada por un rayo. Impulso vital que nos devora. La noche se desprende de la oscuridad. Deja caer sus senos marchitos sobre el pecho de los moribundos que aletean como pájaros. La brisa cae repentina, deja merodear sus intestinos invisibles por los muelles del mundo, arrastrando consigo un crepúsculo de los ídolos mal engendrados. Lirica de la complejidad humana. Abismo batiente donde caemos amordazados y sin aliento propio. Esa es la condición humana, frágil, etérea, sosa, psicótica, arquetipo de un demonio imaginario. Cantan las cajas registradoras de bancos, hoteles, museos, tiendas, expendios de drogas, las iglesias hacen lo suyo, Dios tiembla bajo los arboles de la fe, mientras en algún rincón un hombre muere de hambre y sus hijos son ofrecidos como cuota para asegurar la inversión extranjera. Y con lágrimas en los ojos el loco grita en un acceso de risa a eso yo lo llamo, ¡Libertad! y luego extiende sus alas relampagueantes alejandose para siempre.

jueves, 19 de agosto de 2010

CULTURA, POLÍTICA Y DESARROLLO EN NUESTROS JÓVENES


Una tentativa a propósito de Nietzsche: sobre el
porvenir de las instituciones educativas.


Primera parte
Nuestro tiempo encierra cierto demonio secular, rabioso, o si se quiere doblegador de instintos, un itinerario de recetas, para el más apetitoso banquete de estadistas y confrontadores de la verdad, se abanican en la esfera de lo político en la actualidad nacional producto del traspaso del poder de una casta, violenta, a otra menos atroz todavía. Elementos que bien valen la pena intentar una vez más mascullar, o, arrojarse sobre ellos con el ímpetu de un desadaptado que busca librarse de un embrujo, o de un endemoniado que nos persigue babeante y enfurecido, presa quizás de algún mal común a todos los que lo eligieron, en su impronta como gobernante. En sus cinco conferencias sobre: El Porvenir de Nuestras Instituciones Educativas, el maestro Nietzsche, nos expone en su primera conferencia una serie de cuestionamientos de los cuales me serviré para el siguiente texto. No sin antes aclarar que la cuestión además de ser variopinta, en tanto que la cultura y la educación, son utilizadas como estandartes, y dilemas constitucionales a ultranza de la fe ciega en la resolución de nuestro mal mayor, a saber la falta de carácter y fundamento de nuestros jóvenes, me veo entonces, en la penosa tarea de acometer este primer ensayo, con el único propósito de engarzar la política y la educación, los cuales son los distractores que el nuevo gobierno en Colombia (2010-2014), agita (este último) dentro de un frasco repleto de pócimas, todas ellas fruto de la iteración de los remedios caseros e institucionales de los organismos multilaterales de la banca y la empresa privada, nos agitamos todos allí dentro de esa urna trasparente, -a caso-, como fragmentos, o, átomos de un interés generacional, o de ciertos grupos específicos para que por fin logramos avances significativos, eficientes en el desarrollo económico y de la cultural.
Pareciese que nuestro entorno está cargado de cierto tufillo ideológico, para no decir, que mal humorado, pues, nos conducen a cierto desfiladero cargando sobre nuestras espaldas un número significativo de errores, de malhechores en que otros tiempos nos condujeron, a cierta confrontación armada que hoy nos tiene sumergido en la fea historia que nos ha tocado vivir. Adicional a eso nuestras espaldas tienen por el paso del tiempo rota todas las ligaduras con cualquier porvenir, con cualquier forma diferente de encaminarse a un futuro prometedor y nuestro, donde el solitario pueda gritar en todas la esquinas cualquier sentencia nueva que no sea tomada como aniquilamiento de la verdad, es puro resultado de un tartamudismo colonial. El joven actual (dócil criatura de escuelas y colegios) empuña las armas bajo cualquier pretexto, acecha bajo las sombras, -la ley lo cobija-, y se presta a morir como un animal rabioso mientras el resto de la sociedad, se castiga frente a sus televisores, y por su incapacidad de infligir dolor, a cambio lo recibe con paciencia castigando además con la muerte a su semejante. Y como energúmeno el solitario gritaría: “¡Vosotros menos que nadie tenéis derecho a hacerlo, jóvenes estudiantes! ¡Abajo las pistolas! Calmaos, reconciliaos, daos la mano. ¡Cómo! Vais a ser la sal de la tierra, la inteligencia del futuro, la semilla de nuestras esperanzas, ¿y ni siquiera sabéis liberaros de ese insensato catecismo del honor, ni de sus reglas, dictadas por el derecho del más fuerte?”. Así mismo, nos vemos lanzados como torpedos furibundos creando toda una cascada infernal digna de todos los portentos en contra de la mal llamada: cultura de la violencia.
La historia típica de nuestro continente nos azota, nos empuja en su manantial de sospechas. Las bocas se abren de par en par, los gritos agudos de la razón ensordecen al transeúnte belicoso que cierra filas en torno a la libertad y la democracia. Los animales empujan con más fuerza hacia el abismo todo cuanto poseen antes que el juicio final llegue. Las doctrinas y los desencadenamientos aglutinan las plazas de pueblos y ciudades, los jóvenes cuyos silenciamientos estrujan sus gargantas se aprestan a gritar consignas que ellos no entienden, al compas de los agitadores que mueven los oxidados rodillos,y sobre estos la maquina del Estado afila sus cuchillos, cercenando con sus agudas dagas los pechos indefensos que cual corderos babeantes y rabiosos, nutren las aulas donde reciben por efecto de la estática mediática, la educación que los hará por fin hombres libres y, actos para la labores del campo industrial y tecnológico. De la vieja tradición por los antiguos, no existe ningún atisbo: al menos llameante o incinerador de cadáveres. Por la cabeza de los nuevos forjadores de almas y pensamientos no se cruza el desmedido deseo de ser solitarios. Altisonancia que sucumbe frente al improperio de la razonabilidad de la razón y el atrevimiento del que hace un llamado a la unidad, a la cultura de la educación bajo la mascara del progreso: “vuestro cerebro no está hecho para trabajar en un campo en el que las condiciones indispensables que se requieren son una enérgica capacidad de juicio que pueda romper con facilidad los lazos del prejuicio, y un intelecto orientado rectamente, que esté en condiciones de separar con claridad lo verdadero de lo falso, aun cuando el elemento distintivo esté profundamente oculto, y no ya, como ocurre ahora, al alcance de la mano”.
Nuestros jóvenes se arrastran, agitan sus extremidades en procura de un pecho que los extasíe, que los aleje del peligro que representa la falta de cultura, nuestra modernidad los engulle como a peces de acuario. El brillo de la soledad no asoma en sus espíritus maleables y difusos. Bestias recién hechas para la carnicería de las maquinas. El Estado los envuelve, los fusila en las cavernas, donde cuyos ojos no sobresalen del lago profundo de la pobreza extrema en que viven. El ideal de progreso arrincona al menos al temerario que pistola en mano irrumpe en las postrimería de una Universidad por ejemplo, asesinando, lo menos que lo confronta, y fundiendo bajo el velo de la impunidad cualquier sospecha de ideal de la razón, martillando sobre el yunque de la violencia el resultado de que nuestros jóvenes son el futuro, el maestro muere, y la opinión pública se dedica a empollar los huevos podridos de la indiferencia. A caso el porvenir de nuestros jóvenes, resida precisamente en la incapacidad de procrear: gérmenes nuevos, animales hecho para la caza, o peor aún lubricantes de la gran industria tercermundista.
Dos mundos nos separan, por un lado se encuentra el maestro de escuela, y en el otro el profesor de universidad. Ambos, piezas de un mismo molde que luchan y se fragmentan en vez de solidificarse. Y sin embargo caemos en la tentativa de: “La explotación casi sistemática de esos años por parte del Estado, que quiere formar lo antes posible a empleados útiles, y asegurarse de su docilidad incondicional, con exámenes sobremanera duros, todo esto había permanecido alejado mil millas de nuestra formación”. Pareciera que no existe una salida al meollo de la tarea de nuestras instituciones educativas, que fabrican embriones para la salud de los cuerpos económicos que se robustecen; mientras el cadáver humano se restriega contra la fosa del esclavo que rebuzna desde sus establos por más carga que llevar hasta el abismo de la globalización y tecnificación de sus parcelas. El período que se abre ante nuestros ojos, lleva dentro de sí, el mal de la ceguera, y las supersticiones religiosas de un nuevo amanecer, así que el gobernante empuña la espada de la libertad; al tiempo que se zambulle con traje y todo en el pantano de la unidad para que algunos incapaces se meen en las columnas de la historia política de nuestro país, y otros gorgojean sobre los ataúdes de los infames un sudor y lagrimas que en nada enaltecen el vigor de la conciencia. Juntando de esta manera un porvenir de la cultura y el desarrollo de nuestros jóvenes, mientras: “El verdadero secreto de la cultura debe encontrarse en eso, en el hecho de que innumerables hombres aspiran a la cultura y trabajan con vistas a la cultura, aparentemente para sí, pero en realidad sólo para hacer posibles a algunos pocos individuos”.
Nietzsche nos recuerda que existen dos tipos de corriente en el torrente de los que creen advertir algún tipo de criterio frente a la formación, ya en su tiempo dos tendencias de formación se abalanzaban sobre el cráneo del mundo desde las escuelas y universidades: a) las que amplían y difunden la cultura, o la formación del carácter y b) las que restringen o debilitan dicha cultura. En el caso nuestro, cabe decirlo sin sonrojamientos, que ninguna de las dos ha dado fruto en nuestro territorio, lo único que ha existido ha sido un estrangulamiento colectivo de nuestra naturaleza interior. Y lo que si ha existido es el refinamiento de una maquina para la acuñación de fichas.
Por eso, el auténtico problema de la cultura consistiría en educar a cuantos más hombres posibles, en el sentido en que se llama a una moneda. Cuantos más numerosos sean dichos hombres corrientes, tanto más feliz será un pueblo. Y el fin de las escuelas modernas deberá ser precisamente ése: hacer progresar a cada individuo en la medida en que su naturaleza le permite llegar a ser “corriente”, desarrollar a todos los individuos de tal modo, que a partir de su cantidad de conocimiento y de saber obtengan la mayor cantidad posible de felicidad y de ganancia.
Así nuestro jóvenes, cojean al tiempo que lo hacen nuestros detractores, nuestros colegas de viaje, los más viejos por supuesto son los más apetecidos para ser triturados a ojos de todo el mundo como un señalamiento de que las altanerías no te permitirán del gozo de una vejez más plena, y llena de remordimientos por haber levantado el brazo junto con la mano contra el amo que te da de comer y beber, así sea en las peores circunstancias: “Todo el mundo deberá estar en condiciones de valorarse con precisión a sí mismo, deberá saber cuánto puede pretender de la vida. La “alianza” entre inteligencia y posesión, apoyada en esas ideas, se presenta incluso como una exigencia moral. Según esta perspectiva, está mal vista una cultura que produzca solitarios, que coloque sus fines más allá del dinero y de la ganancia, que consuma mucho tiempo”. Esperpento este que la inutilidad del sistema productivo rechaza a cada instante que sus corderitos son conducidos al matadero sin no haber sido molidos a palos en las oficinas de empleados o en los sistemas de producción de la industria o el aparato militar.
Todo aquello que lleve inmerso en sus venas algún impulso vital, es necesario acribillarlo en beneficio de la moral y la cultura que se pretende. Las bestias continúan camino al abismo, en sus lomos se perciben los fuetazos que los caracteriza como los insalvables resentidos que finalmente acceden a los grandes propósitos de la ingeniería estatal, amasijo social que fortifica la moral y la colectividad del que se esfuerza por cumplir con su tarea en el edificio de la nacionalidad o el patriotismo, y se desecha a todo aquello que ponga en riesgo dicha empresa, hombre más alejados de todos: “A las tendencias culturales de esa naturaleza se las suele descartar y clasificar como , . A partir de la moral aquí triunfante, se necesita indudablemente algo opuesto, es decir, una cultura rápida, que capacite a los individuos deprisa para ganar dinero, y, aun así, suficientemente fundamentada para que puedan llegar a ser individuos que ganen muchísimo dinero”. En nuestro caso, y para aclararlo de una vez, la cultura nuestra reside en el fortalecimiento de la semilla del resentimiento colectivo y global, una especie de bellaquería se escurre de nuestros labios, y nuestros ojos enfermizos se soslayan a cada instante buscando en nuestro interior un animal que agazapado, se estremece en nuestro interior, rasgando como si nada toda naturaleza artística, lo cual nos convierte en bestias enfermizas que ladran a la luna, por hallarse aquella tan distante de nosotros, y que con su único ojo sea capaz de acaparar nuestra atención, sin al menos tener un contacto cercano con los de aquí. De ese modo el constructo del Estado se amplia bajo el horizonte de la verdad, y la razón de nuestro ser: "Por otro lado, a veces ocurre que un Estado, con el fin de asegurar su existencia, procura extender lo más posible la cultura, ya que sabe que todavía es lo bastante fuerte para poder someter bajo su yugo incluso a una cultura desencadenada del modo más violento, y ve confirmado eso en el hecho de que, en definitiva, la cultura más extensa de sus empleados o de sus ejércitos acaba siempre en ventaja para el propio Estado, en su competencia con los otros Estados".
Nuestra naturaleza invoca una nueva manera de encarar la cultura, la vieja receta del unionismo, afila sus colmillos, expone sus garras para que el árbol del progreso nos acoja bajo sus sombras, nos apaciente, nos libre del brillo incandescente de la intemperie y permita que sus borregos disfruten del buen pasto fresco, signo indiscutible de que estamos jodidos. La tarea consiste además en formar hombres gelatinosos, embriones de pulpos que sean capaces de las labores más dispares. Talladores de piezas, especialistas que destaquen en sus trabajos de manufactura y desarrollo específico. Dignos ejemplares de una maquina reproductora de manteles donde se puedan servir toda clase de viandas sin que se manchen: “Así, pues, dicho estudioso, exclusivamente especialista, es semejante al obrero de una fábrica, que durante toda su vida no hace otra cosa que determinado tornillo y determinado mango, para determinado utensilio o para determinada máquina, en lo que indudablemente llegará a tener increíble maestría”. La aurora se abre, el presente está despierto, los jóvenes están deseosos de empujar la carroza al desfiladero. Pero adolecemos de solitarios. Y los que existen están muy viejos. Achacosos, han aligerados sus cargas para poder escapar en caso que la tronera del mundo los espante. Y nuestros maestros han cambiado el látigo por el abanico. Han decidido retozar mientras una tormenta decidida nos inflige dolor y lastima: “Piense en lo inútil que debe resultar hoy el trabajo más asiduo de un profesor, que por ejemplo desee conducir a un escolar hasta el mundo griego -difícil de alcanzar e infinitamente lejano- por considerarlo como la auténtica patria de la cultura: todo eso será verdaderamente inútil, cuando el mismo escolar una hora después coja un periódico o una novela de moda, o uno de esos libros cultos cuyo estilo lleva ya en sí el desagradable blasón de la barbarie cultural actual”. Dignos espectros de un humanismo que se cierra tras nuestros pasos, y se abre apenas se encienden las maquinas de la verdad. Telaraña que fabrica espectros y erige idiotas útiles, mientras en las calles las palomas se cagan y nadie las escucha.
Gran parte de lo anterior es en efecto el fundamento por donde transitan los vellocinos de cartón, lugar común donde el remolino y las destrezas del tecnócrata empujan a nuestros jovenzuelos al lagar donde sus patitas una vez enterradas imposibilitan cualquier acto de malabarismo conceptual. Cucarrones lechosos que serpentean los maderos podridos donde Cristo fue crucificado. Retablo para ignorantes los acertijos del buen gobierno y latifundismo perfecto para los adoradores de la naturaleza acostumbrados al rasguño, al robo, a las acechanzas por medio del arco y la flecha, nos venden ellos como la solución final. De allí como dice Lacan, “… que no es natural para el hombre soportar él solo el peso del más alto de los significantes. Y el lugar viene a ocupar si se reviste con él puede ser apropiado también para convertirse en el símbolo de la más enorme imbecilidad”. Así nuestros jóvenes –caricatura- de imperfecciones, vienen a ser los trabajadores con que se alimenta al monstro del desarrollo y el progreso. Bella forma de endulzar el inconsciente colectivo, y la más fea tarea de constipar la conciencia de los gusanos que fabrican la nueva cultura del presente y el futuro en nuestro país.

domingo, 8 de agosto de 2010

SI LES CONTARA TODO


Esta frase que se encuentra en un mural en la carrera séptima entre calle 66 y 67, nos lleva a plantearnos o mejor a decir algunas cosas con respecto a lo que se muestra en la pintura.
El intento de plasmar la historia de nuestro país, donde lo que prevalece es la aparición de la violencia y el sometimiento de los indígenas en nuestro territorio, en medio de una fauna y flora que se agota en medio del progreso, nos lleva a preguntarnos por el sentido de la independencia que algunas veces le damos la denominación de libertad.
Si les contar todo… deja en el ambiente la sensación de silencio que nos ha cobijado en nuestra historia política y republicana (será que somos una república), esa voz callada que guarda en la memoria los fragmentos de pasado que nos permitirían comprender nuestro presente, no aparece en los escritos que tanto estudian y veneran los historiadores académicos, que postrados como ancianos decrépitos defienden con un espíritu conservador los sucesos y acontecimientos que nos llevan a creer como verdad.
No nos han contado todo. Y esto es lo que nos hace un pueblo sin identidad y nos imposibilita la creación de una identidad que permita proyectarnos como pueblo. Ahora asistimos a una serie de obras literarias donde el tema central es la violencia, el narcotráfico y con ella una sociedad carente de valores. Pues bien, si esto es un elemento común en nuestra historia debemos decir que la violencia es el elemento común, nuestra identidad. Somos un pueblo violento.
Hemos construido lo que denominamos país desde la violencia y con ella todas las características que poseemos. Por eso nos difícil entender porque somos ilegales, por qué matamos a diestra y siniestra, por qué robamos, secuestramos, somos corruptos y, lo peor un pueblo arrodillado, un pueblo mediocre, lastimero y limosnero.
No hemos logrado ninguna independencia, esa es una tarea que debemos enfrentar, no somos libres precisamente porque no sabemos que es eso. Si alguien supo lo que es la libertad fue Benko, el negro que una noche decidió huir de sus amos, sin ninguna promesa, arrojándose a la incertidumbre que significa la libertad, donde se halló de frente con el abismo que la libertad proporciona. Precisamente allí, se constituyó en un ser libre para después construir un espacio para su libertad y la libertad de quienes lo acompañaron, con la única esperanza que sus descendientes fueran libres.
Los negros son los únicos que saben lo que es ser libre, la libertad tiene olor y colores negros. Hay que buscar fuentes distintas, las voces que no se escuchan para dar un giro a este destino inexorable que nos lleva de culo para el barranco. Es necesario no creer a ciegas a los viejos ratones de la historia que maquillan a los asesinos como héroes, a los corruptos como patriotas, a los idiotas como defensores de la patria y, a los limosneros como ciudadanos ejemplares. Ya está bueno de ese espíritu decadente, de la pusilanimidad que nos ha acompañado. Desafortunadamente en este país no se puede contar todo, a no ser que estés desahuciado y la muerte te parezca muy lejana y no tengas el valor de poner fin a tu vida, sólo así cuéntalo todo y otro te hará el favor.
Para terminar, me pregunto: ¿cómo es posible que el día que se celebra con bombos y platillos la independencia y la libertad, hagamos un despliegue de los instrumentos del Estado que oprimen y coercionan a los ciudadanos? SI LES CONTARA TODO.

IMÁGENES NOCTURNAS


La noche se atorruga en las espesas cabelleras de Cronos y, el olor a sangre se inflama con cada víctima que rueda en el telón de la escena, esos muerto duermen su desgracia y su ignorancia, luchan en los campos con la visión de un guerrero deformado, haciendo de sus sueños e ideas la pestilente fragancia de selvas podridas que yacen en las bocas de los dioses y se convierten en la esencia de las guerras. Esa maldita estupidez humana es la que alimenta los intestinos de las divinidades y permite engendrar las grandes hecatombes.
Guerreros y héroes se acomodan en el festín de la lucha para demostrar el valor invaloro de sus fuerzas y, juntos caen sin excusa, sometiéndose a un oráculo que ellos mismos construyen. Se devoran por el Estado, por el poder, por la religión. Pero ¡que basura!, morir por tamaña insignificancia, abandonar la familia, sumergir a los padres en un dolor irracional, ¿qué se pelea? ¿a qué nos lleva la guerra? Tomemos las lanzas y las espadas, destruyámoslas. Que los úteros no se agranden con carne para los cañones. A la mierda todo aquello que suponga enfrentarnos a muerte con otro. Tomad a Zeus y castradlo, que su ralea concluya y su trono quede desolado, que nadie lo tome y si alguien osa tomarlo hay que llevarlo al fuego y convertirlo en aroma de los vientos, para que Eolo evoque su viajera existencia.
Si los héroes de Homero tenían que luchar, esa lucha debieron dirigirla a los dioses y hacerlos sucumbir, tomar a las diosas y hacerlas las meretrices de los hombres. Que Afrodita desnudara las ideas y la envergadura de sus fuerzas, que Atenea clavara sus ojos en el abismo inseparable de su calor de hembra y su deseo de poseer un macho para extasiar su profunda libación divina.
Eso fue lo que debieron hacer esos luchadores, los verdaderos guerreros se enfrentan a grandes rivales y, las deidades eran esos adversarios. No se necesitaba pedir su auxilio. Estos odiseos eran hombrecillos que necesitaban el escudo o la espalda de las diosas. Esta es la miserable historia de ese afán por alcanzar una gloria innecesaria. Todo esto parece retorcerse en mi mente en una tarde fría y nublada, los segundos parecen un bechereque que juega a la birria con el tiempo, la sonrisa de la soledad se acerca leve y silenciosamente para susurrarme el oído palabras sin alas, sin sonidos.

POEMAS PARA UNA MUJER DESNUDA Y SOBRE EL PISO



TIEMPO Y ESPACIO

Los días cayeron de unas manos vacías
Cuando apenas jugábamos en el patio,
Y el silencio borraba las distancias que no existían.
Entonces creí que el tiempo era una migaja,
Una porción pequeña,
Que no había demasiado tiempo para los dos,
Pero un día descubrí lo contrario
Y fue ese tiempo en demasía
El que me hizo huir
Para que entre tú y yo no existiera ningún tiempo.

CONSTRUCCIÓN
La brevedad del tiempo
Hecho en tus labios
Guarda la palabra que vuela a mí
En un río donde navego tú silencio.
La forma de tu cuerpo se hace
Minuto en un reloj
Que gira entre las manos sin dedos de Cronos.
Hay una necesidad de develar
El trigo dulce de tus ojos
La luna que tus uñas contienen
En los días,
La cadera de viento que cubres con los trapos
Tengo necesidad de crearte en el tiempo y el espacio.


EL PROBLEMA DE LA TILDE

En gramática la cópula une al sujeto con el predicado
En el sexo copula une dos sujetos sin predicados.


VERDAD
A veces la locura
En un día de verano sin sol
Toma un paragua
Y saca su perro a pasear por el parque
Mientras los gallos cantan en la azotea del tiempo
Y los cuervos graznan en la techumbre del espacio.
A veces la locura
Toma las agujas y el hilo
Para coser la virginidad
De la puta de san Abelardo
Mientras el jopo de Foucault
Lame los anormales.
A veces la locura
En su fenomenología de hierbas
En el devenir del caos y el orden
Abrevia el axioma simple de la verdad
Como el escupitajo que arroja al piso
Una puta de la sesenta y tres
Luego de tomarse un trago de ocho mil pesos.