martes, 24 de enero de 2012

INTERSTICIOS A-SEXUADOS

Yo quería escribir un artículo sobre Whitman, pero sé que los estudiosos culturalistas me dirían que olvidé mencionar su parte homosexual y que es de vital importancia para el artículo, es más, que si el poeta no tuviera esta orientación sexual, sería malísimo; entonces pensé en escribir sobre Picasso, pero un hombre tan machista no merece ser santificado como lo proponía yo. Las académicas sentirían horror con las Señoritas de Avignon porque es una tradición falocéntrica de la explotación del cuerpo de las mujeres hecho de palabras: que espantoso ver a Pablo entrando a un burdel –si es que entraba- o que se atreviera a desnudar más allá de los huesos a estas hermosas damas. -¡Qué señoritas ni que nada! ¡Mujeres de la vida fácil! Vagabundas superficiales de alguna revista de consumo de la época (aunque esto suene más a abuelas conservadoras del siglo pasado, ya saben la delgada línea que hay entre ellas y el culturalismo).
No escribí sobre Whitman o Picasso por miedo ¿Qué señalamientos me esperarían a la vuelta de la esquina? Todos estos argumentos me traicionaban cada vez que intentaba empezar este artículo, incluso pensé y tome vuelo al escribir sobre las yubartas, imaginaba que sus cantos podrían levantar la piedra más profunda del océano, pero me di cuenta que no quedaría nada bien hablar de seres con sobrepeso, ni que tampoco tenía el suficiente aliento para escribir el género de cada animalito (yubarta macho-hembra o hembra-macho) cada vez que estaban en una sinfonía.
Estaba atorado en un dilema emocional, que Mallarmé tenía familia y no una escuadra, que si decía golpes de dados estos bárbaros podrían decir Elenco o Caras; estuve dos meses encerrado en la Biblioteca Nacional de Modernos buscando obras que no fueran capaces de ser corrompidas por los culturalistas y casi muero enterrado entre Cervantes y Rabelais, de no ser por el sonido del celular, allí alguien me hablaba y lo que atiné a decir fue:
- SiSí, me voy de putas, que sean las señoritas de Picasso.
Por: Daniel García.

miércoles, 4 de enero de 2012

LA “MINISTRA” Y LOS STRAUSS


La “ministra” de Educación Nacional -María Fernanda Campo-, cuyo objetivo es: “Garantizar, el derecho a la educación con criterios de equidad, calidad y efectividad, que forme ciudadanos honestos, competentes, responsables y capaces de construir una sociedad feliz, equitativa, productiva, solidaria y orgullosa de sí misma”. Nada que ver, pues lo anterior es un claro ejemplo de cómo la farsa y la teatralidad van de la mano, pues, parece que para ser feliz en este país se necesita un Ponque Ramo (harina recubierta con chocolate), una Pony Malta (bebida gaseosa a base de malta) y catorce horas de trabajo por los mismos $ 566,700 pesitos, u sease, unos Us 287,79 aproximadamente; - bueno- este texto es con el fin o para que la señora “ministra” (la minúscula es a propósito), que jamas nos llegará a leer,- entienda-, bueno, cosa que dudo, -decía- que su anegadizo camino a la felicidad, no es otra cosa que un rebuzno suyo en las puertas del infierno.
Ahora bien, la “ministra” es graduada de la Facultad de Ingeniería de la pulcrisima Universidad de los Andes, con un machacadon máster de finanzas en la Metodista American University, que para desgracia de este país y de la ralea que se deja gobernar por estos mequetrefes arrodillados al sistema financiero, tiene como una de sus principales tareas (me refiero a la University) desde que fue fundada en 1893 a las Artes Liberales, es decir, que allí consideran que las destrezas profesionales u ocupaciones especializadas llamadas Artes Manuales, o Artes Menores, lo que la insigne “ministra” nos quiere clavar como la mejor opción y modelo educativo para este país, u sease las carreras técnicas y tecnológicas, las tienen los de esa University como indignas, o la “Ministra” se fue a la dichosa Universidad a jalarse los pelos, o nos quiere coger de marranos para que los banqueros nos soben y luego nos echen con la calma del caso sus moneditas salariales desde que vamos a la escuela a “estudiar”.
Así pues las cosas, la “ministra” ha tenido el tiempo suficiente para cranear con detenimiento cómo iba ser el gran salto de la educación en este país, creo que todo empezó cuando estuvo todo ese tiempo metidita en la Cámara de Comercio de Bogotá, ideando y tramando junto con sus clientes privados favoritos, los del sector financiero, cómo cogerse entre ellos el sistema educativo en una especie de fiesta “filistea o romana”, para que entendamos todos: fiestas orgiásticas, donde durante más de una semana se hacia y se deshacía en nombre del pueblo, los esclavos y los penitentes. De tal modo que de eso está hecha la pasta blanca que nutre el sistema financiero que propende por una educación de alta calidad y valores espirituales, donde las Artes liberales le dan a unos las destrezas intelectuales para gobernar y a otros el pico, la pala, el machete y el agua de panela para que arreen como mulas las cargas y mercancías resultante de la firma de los bien nombrados Tratados de Libre Comercio, para qué carajos un tratado con los Turcos, si esos están aquí desde hace rato o acaso no son suficientes con los que hay en: Maicao, Riohacha, Barranquilla, Valledupar, Sincelejo y Montería.
Quizás, María Fernanda Campo, está confundiendo a Hilda Strauss con Levi Strauss, y a Levi Strauss con Claude Lévi Strauss, aclaro entonces: que Hilda Strauss es una reconocida mujer que ha dedicado su vida a la belleza estética o maquillaje de vitrina en barrios medios y para comodidad de castas señoras en Centros Comerciales en el norte de la ciudad para que por de pronto Madame Campo tenga como arrimar, porque una cosa es cierta, en las universidades públicas, esas que la “ministra” tanto persigue para sus negocios de amigos y conocidos, lo único que podría conseguir sería crema de marihuana o ungüento del Che, ni lo uno ni lo otro le vienen bien, ni la chicha ni el porro van con su estilo de mamá mandona, a lo sumo un cuartillo de LCD o unas buenas pepas de ácidos combinados con excelso licor en uno de los pisos del Hostel Tequendama, conste que no estoy pensando en QuentinTarantino.
Claude Lévi Strauss es por el contrario un prohombre de la academia, el análisis, el estructuralismo, la investigación, el don de servir a los justos gobiernos y universidades con sus valiosos aportes desde 1935 cuando estuvo en el Brasil amazónico haciendo etnografía, y reafirmando si somos o no somos simios con alma por fin..., o de si eramos o no eramos capaces de relacionarnos tomando como modelo las vastas teorías europeas de la conciencia o no conciencia, o sobre el entendimiento de las estructuras sociales: Familia, Estado, Religión, Política, Gobierno o Instituciones. !Ah¡ “ministra” parece que usted quiere hacer etnografía con todos nosotros sin haber leído por los menos a este señor Lévi, que como su nombre lo indica y como cosa rara es de origen hebreo, de los mismos que compran y venden almas al por mayor y al detalle.
Por el contrario, -creo- más bien que su cuento señora “ministra” es por el lado de Levi Strauss, un judío de la Baviera Germánica que llegó a los Estados Unidos en 1847, y que en 1853 funda su primer almacencito de ropa donde empezó a fabricar y vender sus famosos pantalones vaqueros o jean bajo el nombre de la firma Levi Strauss & Co. para los mineros, obreros y sectores bajos de la Costa Oeste de los Estados Unidos. Y que una vez muerto el fulano Levi Strauss sus sobrinos heredaron el emporio, de ese modo en el 2008 se cerró en el país de las cincuenta estrellas la última fábrica de pantalones y cuanta cosa de tela se puede hacer bajo la marca antes mencionada, y como en un cuento de cerditos y ladrones se trasladaron entonces a los países tercermundistas, u sease nosotros, donde se maquila y la mano de obra es bien barata, a un dólar aproximado la hora y de ese modo los Strauss pueden gozar de la acumulación y la riqueza a costa de una población que se ajusta a sus intereses gracias a que personas como la señora “ministra” propenden desde sus poltronas hechas con la necesidad de un pueblo mal educado, moldeado según parece, para las Artes menores o Manuales que llaman, es decir, esta señora nos quiere medir el aceite a costa de familias como los Strauss que nos maquillan, estudian el alma y por último nos venden.