martes, 22 de marzo de 2011

LA DEMOCRACIA DEL MIEDO


El supuesto del peligro

por: Javier Quiñones


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Acción: La compra y venta de armas debido al fenómeno de seguridad que la población norteamericana posee. Ese fenómeno está en la base de un miedo o temor, que lleva a los ciudadanos a mantener una protección propia, debido a lo cual, la violencia aparece en los espacios sociales y políticos. Este hecho se ramifica en el campo económico y político, constituyendo un tipo de individuo con unas características como: el temor, la inseguridad, el autoencarcelamiento.

Contexto: Diferenciamiento entre sectores y razas, los pueblos o ciudades son estigmatizados a partir del uso normal o exagerado de la violencia; al igual que con las razas donde la población negra es vista como poseedora del mal o la violencia, y los demás deben salvaguardar su integridad. En el aspecto global, el imaginario de seguridad trasciende no sólo la dimensión de la familia hacia la sociedad, sino, también del Estado a otras naciones, con lo cual la violencia interna se exporta bajo el sofisma del peligro que otras naciones representan. En lo concerniente al contexto lingüístico, las expresiones tienen un contenido de desconfianza, donde la comunidad tiene sus propias estructuras de seguridad a partir de la cual se genera una seguridad cerrada, a partir de la cual, surge un cuidado de sí en la comunidad.

Poder: El discurso de la seguridad parte desde el mismo Estado que permite por medio de la constitución con la segunda enmienda armar a los caucásicos para defenderse de aquellos que ellos creen son potencialmente sus enemigos. Por otra parte la asociación de tiro, en cabeza de un actor de cine considera válido poseer armas aunque sean escasos los acontecimientos de inseguridad que les haya ocurrido. El miedo surge como un poder simbólico que lleva a la población a mantenerse en todo momento insegura, debido a lo cual, se puede connotar el control, por una parte y, el abuso de poder por otra, en sus formas: dominante y hegemónica.

Ideologías: El discurso del miedo aunque aparece como una nebulosa poco perceptible, se logra develar a la hora de analizar la representación mental que desde sus inicios en la historia norteamericana, forma un tipo de sujeto cuya mentalidad le hace ver en peligro su propiedad privada e incluso su vida, precisamente porque ésta se observa desde la misma dimensión. La parte donde se narra cómo surgen los Estados Unidos de América deja ver la fobia inherente de un pueblo que siempre está con temor, con miedo. Lo cual lo lleva a construir imágenes de superhéroes como forma de sobrevivir en la realidad. Lo anterior produce una identidad camuflada, donde se esconde el miedo a través de ideas como: el progreso, riqueza, justicia, razón. A partir de lo cual se elevan como la panacea del bien. Esto hace que la actitud frente a lo foráneo conserve una dualidad, donde generalmente se toma la parte positiva dejando de lado, la parte negativa o mejor real de lo que son.

Teniendo en cuenta lo anterior, empezaremos a realizar este escrito del documental de Michael Moore, Bowling for columbine, que parte de la masacre cometida en el instituto que lleva el mismo nombre. Este acontecimiento es el punto de partida para que el autor busque cuál es la raíz de la violencia en el pueblo norteamericano. La respuesta parece de cierta forma desde una dimensión determinista, sin embargo, a lo largo del filme se muestra que el fundamento de la cultura violenta está fundada a partir de acciones políticas, es decir, de decisiones humanas que tienen su manifestación en la historia del pueblo. Por lo tanto, el discurso como acción, que es un fenómeno práctico, social y cultural, como apunta Van dijk, se muestra a partir del rastreo histórico que se hace en el documental y que tiene como personaje de la narración una bala.

Lo que se demuestra en ese rastreo es la configuración del temor o el miedo en la cultura norteamericana, que desencadena en una sociedad insegura. De allí que la inseguridad sea por una parte, el eje transversal del ejercicio contractualista de sus leyes, y la estructura del progreso económico la otra. La realidad del discurso de Moore en la cinta deja claro que el orden está construido a partir del miedo. Ahora bien, se puede considerar como paradigma un modelo democrático que tiene el miedo como origen. El planteamiento no deja duda sobre la hipótesis del autor, el pueblo estado unidense, es un pueblo que produce y exporta violencia. Esta acción la ejecuta teniendo como hilo conductor la riqueza externa y el peligro constante que genera enemigos por todos lados gracias a su fobia histórica.

Esto genera en el contexto local una serie de individuos que viven encerrados en sus casas, debido a que el peligro les ronda por todas partes. (Véase la diferencia entre los habitantes canadienses y los norteamericanos). Se produce la estigmatización de las razas, que son vistas como violentas o criminales. Un ejemplo es la puesta en escena en los programas que documentan los actos criminales, donde los delincuentes son los negros, los latinos o los árabes, mientras la policía es siempre caucásica. El delito que persiguen es el delito que tiene como base la pobreza, mientras los delitos que comete la industria o los industriales con sus acciones no son castigados.

Como vemos, el delito está en mano o tiene como actores un agente externo, mientras que la justicia o la ley es propiedad de los caucásicos. Pues bien, el discurso del Estado norteamericano es un discurso de inclusión, pero lo que se percibe en el trabajo de Moore, es todo lo contrario.

La democracia del miedo en una cultura donde el elemento económico es la fuente de la felicidad, sirve para dar forma a un individuo cuya vida es una empresa que debe cuidar como se cuida el Estado, es esa forma de administrar la vida la que Foucault denomina biopolítica, debido a lo anterior no se puede hablar de un hombre con conciencia ciudadana sino un hombre con conciencia de guardia de seguridad. Es decir, un hombre que no piensa, como lo dice la mujer que es entrevistada en Canadá, por el contrario todo lo soluciona matando. Tenemos entonces una sociedad de la muerte en vez de una sociedad del diálogo.

Queda manifiesto así, que la idea que se presenta ante el mundo e incluso ante el mismo pueblo, es una idea que constituye un tipo de violencia simbólica donde no sólo, se hace perceptible la hegemonía, sino también, la dominación. Lo que podríamos denominar el poder hegemónico y dominante del miedo.

De tal forma que en el nivel abstracto del pueblo norteamericano la ideología del miedo, es coherente en la forma como la población de un vecindario se siente segura porque la mayoría de sus vecinos poseen armas. Situación esta que es completamente legal debido a que su propia constitución se lo permite, aduciendo la idea de libertad. Tenemos entonces que la libertad es salvaguardada por las armas, sin prever los desenlaces que esto tiene. Los acontecimientos que se han desarrollado en las escuelas estadounidense, muestran claramente, lo que Van dijk, considera sobre las ideologías, donde tal manifestación aunque sea coherente, no implica que se muestre en forma directa en las prácticas sociales de la población.

Es decir, para ellos, el hecho de estar armado no es un indicativo que eleve la violencia en su comunidad, incluso el arma es un tipo de símbolo que genera la confianza entre los miembros de la comunidad. Es comprensible que una de las más grandes asociaciones que existe en los Estados Unidos sea la A.N.R. (Asociación Nacional del Rifle), a la que pertenece el propio Moore desde muy joven, exalta el valor de las armas en la integridad de la nación a lo largo de la historia.

Pues bien, lo que Moore hace no es otra cosa que develar precisamente esa paradoja de Estado racional, de protector de la democracia mundial, que hace de un elemento de violencia como las armas, el eje de su libertad. Veamos cómo se consuma tal eje en la constitución: «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas». Aquí yace la piedra de toque de la configuración mental - legal de la comunidad del miedo.

Tenemos entonces que con la segunda enmienda se le da forma jurídica al imaginario colectivo de la comunidad. De allí, que el carácter violento tenga una raíz que se revela a partir de la misma historia de los hombres que huyen de Inglaterra, lo que se torna en lo que podríamos denominar la ideología negativa del miedo. Lo que constituye precisamente un espíritu que tiene en el miedo el elemento a partir del cual dan forma a un individuo, a una sociedad y por último al Estado.

Si tenemos en cuenta lo que hemos anotado, el miedo va a hacer parte constitutiva de la relación entre los individuos y el Estado, el cual busca proteger a los ciudadanos de los peligros que gracias a su imaginario colectivo creen que poseen. De modo que no es suficiente con la introducción de las fábricas de armas, para armar a los hombres, sino que también le proporcionan el parámetro legal. El efecto armamentista en la población conlleva al aumento de actos delincuenciales, que son tomados como lo anotamos anteriormente desde parámetros deterministas e innatos de una raza en especial, lo que concluye con un racismo camuflado en la sociedad de la libertad, la igualdad, la justicia y la inclusión.

Tal racismo se nota cuando entrevistan al productor de una serie policiva que según él, considera que los actos de violencia, crímenes y delitos son cometidos en su mayoría por los no caucásicos, en este caso, hispanos, negros o de otras razas. Lo que se demuestra claramente en las series de televisión y en el cine. Elementos a partir de los cuales se realiza un tipo de propaganda del peligro que representan los foráneos y, el heroísmo o patriotismo de los americanos.

Por otro lado, la violencia aparece desde la comunidad como una forma de protección, es decir, una forma de hacer real la seguridad a la cual legalmente tienen derecho. Pues bien, ese derecho implica la violación o eliminación de otros, la victimización de quienes comparten el espacio social, cultural o político, que no logran entender por qué suceden esos actos violentos. Los jóvenes que fueron víctimas de la masacre en Columbine, son una muestra de las consecuencias de la ideología del miedo.

Tenemos entonces que la relación política está enmarcada por el dominio y la hegemonía del miedo, que está cubierto por lo que podríamos denominar con respecto al mismo, en unas subideologías, que son presentadas como referentes principales, las cuales ya hemos mencionado. La posibilidad de una responsabilidad política se diluye cada vez que se tiene en frente a los actores de este tipo de acciones, es el caso del actor y los directivos de la cadena de mercado, donde venden sin ningún tipo de restricción armas y municiones a cualquier persona, con lo cual, las posibilidades de aparición de los fenómenos de violencia son mayores.

Si nos atenemos al documental, los individuos que realizan las acciones violentas son sujetos normales para una sociedad que forma un tipo especial de normalidad, es decir, son sujetos que saben, conocen y por lo tanto usan a la perfección las armas. De tal manera que se pueda decir en el documental: “Hoy es un día normal en Norteamérica, el gobierno bombardea un país impronunciable, las noticias hablan de conflictos bélicos y en una escuela unos chicos asesinan a doce compañeros y dos maestros”. La escena mencionada forma parte de la realidad configurada por un discurso político y económico, que lleva a unos individuos a ejecutar los actos sin que haya un motivo real.

La perspectiva del documental propone la exposición de un problema esencial de la sociedad americana, donde el poder del miedo da cuerpo a una realidad donde el riesgo de ser atacados produce en la población un miedo que funciona como mecanismo de coacción, que no deja ver a simple vista el fenómeno de la dominación y el abuso de poder, llamémoslo simbólico que es fáctico en una sociedad armada de manera legal, donde la milicia civil es la defensora del Estado, donde el cuerpo funciona como una propiedad privada más y, en la cual los de otras razas son potencialmente enemigos.

Ahora bien, para terminar, ¿hasta dónde se puede seguir hablando de democracia en un pueblo cuyo eje político es el agenciamiento de sus individuos a través del miedo?

BIBLIOGRAFÍA
Moore, Michael (2002). Bowling for Columbine. Estados Unidos: Buenavista International Distribution.
Van Dijk, Teun (2004) «Discurso y dominación». En: Grandes conferencias, No.4, febrero 2004: Universidad Nacional de Colombia.

sábado, 19 de marzo de 2011

NO SE TRATA DE SEXO SINO DE RATAS


La Rebelión de las Ratas

La Rebelión de las Ratas, (La Novela), más que una sinopsis del imaginario colectivo de la sociedad agraria y rupestre de la Colombia de la década de los 60`s, se podría instituir más bien como el escenario social donde convergen las miserias, la apología política y la mendicidad de una sociedad fragmentada por el intervencionismo extranjero de los grupos económicos, y cómo estos últimos se convierten en laboratorio para la explotación obrera, económica y minera de las regiones actas para este tipo de maniobras. Degenerando casi siempre en la conformación de grupos armados, los cuales trabajan de la mano con los ejes de poder que el Estado posee, policía o ejercito, recordemos las masacres de las bananeras expuestas también por Gabriel García Marques en Cien Años de Soledad, y denunciadas magistralmente por Jorge Eliecer Gaitán, la cual no fue del agrado de la derecha radical y acérrima del señor Laureano Gómez, a Jorgito lo mandaron a matar, y para ello se valieron de un miserable que babeaba la bilis religiosa de la inquisición en Colombia, y casi toda Latinoamérica, cerdos poseídos por el demonio de la fe y la unidad nacional.


Las masacres de las bananeras -las de antaño y las de hoy- representa el fusilamiento colectivo de trabajadores que exigían mejoras en las condiciones laborales, quienes fueron asesinados por el mismo ejército colombiano, los cuales estaban al servicio de la Fruit Company. Y al voltear el rostro sobre la minería en Colombia, el sentimiento es casi el mismo: idiotez colectiva, idiotez fundamentada en la el estomago y la depravación del Estado, cuota de extranjeros, políticos, empresarios, terratenientes y familias de brocados y vinos dulces, que se pasean con sus fauces por los pasillos del Palacio Central, mal llamado “Casa de Nariño”, esto se repite cada cuatro años o cuando los invitan a repartirse allí mismo el marrano social que se comen con esencias traídas por la banca mundial o los fondos monetarios que viene a ser lo mismo. El Estado colombiano como decía el poeta Paul Valery, no es otra cosa que un: traficante, contrabandista y un asesino.

En esta novela Fernando Soto Aparicio (La Rebelión de las Ratas) describe y expone las prácticas, o los mecanismos de poder que la minería ha desatado en Colombia. La industria minera, en este caso, la relacionada con la extracción del carbón, sigue hoy siendo operada con los mismos sistemas rudimentarios de excavación de hace más de cien años, es decir, la extracción se hace con pico y pala, con obsoletos sistemas de recolección de carretas y vagones arrastrados por bestias humanas que se descomponen y se convierten en despojos que arañan a la tierra el mineral que los mata casi siempre como ratas sudorosas, y hambrientas. Todo se hace bajo un mismo imaginario, imaginario del hambre y el techo. Los porqués, son demasiados, el por qué es la razón que mueve a los miserables que se adentran al vientre de la tierra en busca de una solución a sus problemas sociales, con el convencimiento de lograr un mejor futuro. Pero sobre todo porque el Estado en su fragilidad crea los mecanismo para que este tipo de explotación se siga dando, explotación obrera y explotación de la pobreza mental de una sociedad carente de memoria política.


El desarrollo de la sociedad colombiana tiene como eje el copiar modelos que buscan beneficiar a quienes por más de cinco siglos han perpetrado estrategias que combinadas con políticas de protección a la inversión extrajera aseguran la dominación de los países desarrollados, la miseria, el hambre, la fe en los trasmundos religiosos, es la propaganda que nos venden: todos somos embaucados con formulas evangélicas, o católicas, que nutren las arcas de propios y extraños, (vale recordar que esto ya lo han dicho y predicho todos los que si son ilustres hijos de la patria, y han sido fulminados caso Jaimito Garzón).


Hoy tiempo después Colombia continúa con la misma miseria alrededor de la explotación minera. Sin políticas claras, sin leyes fuertes para este tipo de trabajo y de explotación, historias como las de Rudecindo Cristancho, son el imaginario de millones de personas que saliendo de sus veredas y municipios en busca del sueño de la prosperidad democrática son víctimas de toda clase de vejámenes. Lo cual no quiere decir, que la explotación de las minas en el Departamento del Cesar y la Guajira, o sea, -las que se hacen a cielo abierto-, tengan como resultado que los trabajadores y pobladores gocen de un factor de riqueza económica o flujo de capital domestico, lo que sí es cierto es que esto ayuda a que niños blancos holandeses o ingleses jueguen a la Naranja Mecánica mamándose la leche que a los indígenas de la guajira se inhalan en forma de carbón en polvo la cual en vez de nutrirlos les pudre los pulmones, lo que existe es un asesinato silencioso de miles de personas, pues, por un camino u otro son víctimas de la contaminación, la explotación, y lo que ello desencadena en suma también: prostitución infantil de niñas y niños. Los cuales circulan alrededor de los depravados sexuales, casi siempre norte-americanos, ingenieros, camioneros o estafetas del poder local.


Si por cuestiones del destino seudo-político, la democracia y los defensores de ella, poseen algo de razón, cosa más bien atribuible a espantapájaros de las familias que viven del poder central, de las iglesias cuales quiera que sean, o peor aún de las universidades que lidian con todo tipo de sujetos ansiosos de trabajar como bestias por salarios mínimos que no alcanzan para pagar los chiqueros donde viven, es cosa que el destino de la democracia más antigua del mundo posee, es decir, ratas que han perdido el olfato y sus patas se entierran cada vez más en el cieno de la miseria sicológica y política.


El calificativo de ratas, me refiero a series como: El Cartel, Sin Tetas no hay Paraíso, Las Muñecas de la Mafia, Pandillas Guerra y Paz, o las más recientes a Puño Limpio, o la Pola, donde nos recuerdan el tipo de ratas en que nos convirtieron los españoles; lo deberíamos aprender rápidamente, puesto que, los canales de televisión RCN y Caracol, elaboran a cada momento de sus series de televisión este nuevo tipo de hámster, no sé si sacados de las cocinas de McDonald’s o de los subterráneos de la Casa Blanca, más que orgullo lo que debemos sentir es repulsión o asco, al escuchar declaraciones sobre sus prácticas corruptas, según dice el “filósofo” Nule: “la corrupción es inherente al hombre”, oír a narcotraficantes, paramilitares, funcionarios “públicos”, militares, comisionados de paz, estos últimos parecen más bien un aborto de la criminalidad colombiana, diciendo lo que dicen vaguedades, y sus señalamientos y acusaciones se quedan en el foso de una Ley que los encubre, puesto que fueron hechas por ratas y para ratas; dejando claro que las nuevas ratas de la empresa laboral y colectiva en Colombia no traspasan la frontera de sus propios agujeros mentales y religiosos.


Crimen organizado desde los escenarios de la televisión cuando nos muestran como reales desmovilizaciones que le cuestan al Estado, o mejor, al estomago de millones de miserables, educación, vivienda, agua potable, salud, en fin. Veneno para ratas venden en el centro de Bogotá, como en el centro de París, o los suburbios de Nueva York, es lo que debería servícieles en platos hondos a falta de de darles las mismas dosis de violencia que ellos le aplican a los Siervos sin Tierra, es lo que merecen todos estos agentes de la criminalidad organizada llamada poder político y militar, no sólo en Colombia sino también para aquellas ratas blancas que construyen desde los salones perfumados de Suiza hasta las cloacas que los ingleses han construido en África, dando rienda suelta a sus políticas globales para que sus rosados cuerpos supuren nauseabundas esencias que envilecen a su Dios mercantilista y avaro, habría que darles también veneno depurativo a los desmedros sociales de los Chinos o los republicanos asesinos de los Estados Unidos, en este mundo de ratas hay para todos desde la Madre Teresa de Calcuta hasta Negros protestantes como Luther King, los cuales se ahogaron en las miserias sociales del evangelio sobre la igualdad y el reconocimiento por el Otro defendiendo finalmente, con sus mascarillas de la buena fe el status quo, de ricos y poderosos.


En Colombia ciertas ratas se han revelado, promoviendo el tráfico de armas, de drogas, de prostitución infantil, así como el crimen organizado para poner y deponer fulanos que gobiernan como si esto fuese un potrero o un nido de serpientes, es decir, a punta de garrote y plomo. La discusión no es con los sistemas de pensamiento, puesto que el pensar es solo de los ángeles o los dioses, y en Colombia sólo existe la voluntad colectiva cuando de elegir a sus representantes se trata, y casi siempre se escogen a lo mejorcitos en el uso de las tácticas y prácticas perversas como la creación de las guerrillas en un principio y luego a paramilitares: los mismos de siempre Liberales y Conservadores. A Rudecindo Cristancho en su momento se lo consumió la miseria, a nosotros en la actualidad nos consume la materia descompuesta de nuestros espíritus de Nacis solapados.