martes, 22 de junio de 2010

LA IDEA DE LA LITERATURA ACTUAL EN COLOMBIA




En este escrito plantearemos nuestra visión del estado actual de la literatura colombiana, teniendo como fundamento para ello la lectura de algunas novelas, con lo cual aunque no es suficiente para dar un juicio más general, si nos aportan elementos suficientes para lanzar una valoración sobre la propuesta literaria de nuestros autores. Para ello seguiremos el siguiente orden en el texto: primero haremos un comentario sobre cada novela, los rasgos y los problemas que abordan cada una, para dilucidar si hay una temática común y en que se diferencian; luego daremos nuestra postura frente a la propuesta que nos plantean en los escritos literarios, intentando hacer una postura crítica que incluya por qué no, unas perspectivas sobre el rol de la literatura o del arte en nuestro contexto.
Empecemos con la obra Los Impostores (fue la novela que leí del autor) de Santiago Gamboa. En ella el autor nos habla de unos personajes que se ubican en un entorno académico; el tema en el escrito es la vida errada que descubren los personajes que llevan, cuando se lanzan en una aventura. Es a partir de esa aventura que pueden reconocer en cierta forma la inutilidad de la vida que llevan. La soledad, el individualismo, el afán de reconocimiento, una ciudad que se conoce desde distintas perspectivas, y una idea de violencia planteada desde una revolución en un país oriental, es la red de ideas que se leen en el libro. La deficiencia es en cuanto los personajes por más intelectuales que sean no poseen una posición autónoma, viven en cierta medida en una burbuja desde la cual la realidad es desdibujada, son personajes sin peso, y se podría decir sin un pronunciamiento.
Sigamos y hablemos de la obra El día de la Mudanza de Pedro Badrán, en esta novela el autor nos narra los acontecimientos de una familia que cae en desgracia y tiene que cambiar de hogar, una historia aparentemente sencilla que gracias al ejercicio fenomenológico de la narración devela los problemas de una sociedad como la nuestra. En ella vemos desde el problema de una cultura vulnerable, hasta el narcotráfico, pasando por los prejuicios sociales y la condición de los hombres cuando se sienten fracasados. Esta es una novela que deja pensando sobre la inactitud de un pueblo que simplemente observa el mundo como maniquíes que visten y desvisten la corrientes de moda y un sistema que califica como exitoso y fracasado de acuerdo a un status social.
En la novela En el Lejero de Evelio José Rosero Diaco; vemos la odisea de un anciano que busca a la nieta que está desaparecida. En este libro los problemas van ser: la violencia, el abandono, el desplazamiento; dejando ver la realidad desde una perspectiva oscura y donde lo imposible es un monstruo que incluso lleva a las voces de los personajes a no plantear alternativas, son voces que se pierden en ese espacio volcánico.
La propuesta Barros Pavajeau en su libro Ciudad Baabel, aunque novedosa, por el estilo, pero que se puede comparar con La Colmena de Cela, porque los personajes aparecen sin ningún tipo de relación entre sí, todo es un cúmulo de murmullos, en el caso de Cela los personajes no poseen ningún tipo de afinidad sólo se saludan, conversan alguna cotidianidad y salen de la escena.
Barros Pavajeau, dibuja en su narración un voyerista auditivo que se entera de la realidad por voces o comentarios de los pasajeros de un bus que cubre una ruta en Bogotá a partir de esas voces conoce el entorno de las condiciones en las cuales los habitantes de la ciudad se mueven, el hombre es un espectador de la ciudad; los personajes o mejor las voces sólo narran sus vivencias, en esas voces no hay una postura crítica.
En cuanto a la novela La Lectora, su autor continua con el tratamiento de los problemas de la sociedad, sin embargo en ella no existe una crítica fundamental de las situaciones. Los personajes son unos seres que viven de la inmediatez, de un tipo de vida fácil; donde la felicidad no se avizora más allá del capital, es una novela consumista que hasta la intelectualidad planteada en el personaje de la lectora, es una intelectualidad pacata y superflua.
Continuando con la exposición de las obras, hablemos de la propuesta de Piedad Bonnett, en Para otros es el cielo. En este libro el planteamiento de los problemas traen una posición racional, un sujeto reflexivo que gracias a la comprensión de la realidad se muestra escéptico. Un individuo que halla en la soledad la única salida a la vacuidad que el entorno le proporciona; en la propuesta de Bonnett, la razón se dibuja fracasada frente a la realidad, y, el conocimiento está en un estado de decadencia que la academia es un antro donde los sabihondos hacen su aparición con ínfulas doctas.
Llegamos ahora a la denuncia de Faciolince en su libro El olvido que seremos; este texto se plantea como el recuerdo que tiene un hijo de su padre, pero este es un pretexto para pronunciarse sobre los acontecimientos de injusticia, desigualdad, violencia; en un país donde pensar distinto es ser un anormal que debe ser desaparecido. Este libro es un libro donde la posición política del autor busca crear una sarna que lleve al lector a recordar que el pensar es la salida, que se podría decir la única a los problemas sociales. Las ideas son las que aunque ponen en riesgo la vida del hombre, son ellas las que proporcionan horizontes de posibilidad, para mitigar el escepticismo; en esta obra las ideas claman no ser olvidadas.
Y llegamos a la última novela. Rencor de Oscar Collazos. Donde la idea narrativa de una niña que cuenta su vida, nos conduce por una mirada real de los espacios que escondemos por vergüenza. Esos espacios donde lo inhumano se prueba con un sentimiento de asco. En este libro hay también una denuncia sobre el estado de miseria en la cual vive el pueblo; los desplazamientos, las invasiones en las periferias de las grandes ciudades por parte de quienes huyen de las masacres; las violaciones y la prostitución a temprana edad, se nos develan en la lectura creando una atmósfera cruel de una realidad que personas conscientes no pueden aceptar, como una de esas telenovelas de medio día, que no llevan a la reflexión crítica de nuestra realidad.
Ante las propuestas de los autores anteriormente mencionados, nos aventuramos a partir de este momento a realizar nuestra visión sobre lo que está planteando la literatura en nuestros días. Para ello vamos a aclarar que el juicio que lanzaremos, contiene una perspectiva política. Es desde esta perspectiva que tendrá sentido el juicio que haremos. Debemos aclarar que entendemos por política, una idea en la cual el juicio reflexivo de los sujetos se encamina a un planteamiento crítico de una realidad que afecta a los individuos en su condición humana.
Partiendo de la idea, que la literatura o el quehacer literario tiene como principio develar un estado de cosas que existen, en diversas formas de manifestación; entonces, la obra debe adicional a ese develamiento llevar un pronunciamiento. En las propuestas literarias que se trabajaron, todas plantean los problemas que vive la sociedad; sin embargo algunas de esas propuestas pasan inadvertidas, ya que no hay un cuestionamiento que las haga trascendentales dentro del ámbito literario. Podemos ver en ellas que la violencia, la soledad, el conocimiento, la indiferencia, y, otra cantidad de problemas llenan páginas de libros que al final no dicen nada; sobre todo porque en la obra no hay una posición del autor, su visión de la realidad. El autor más que creador es un amanuense que se dedica a llenar libros con historias que en lo axiomático terminan siendo vacías.
El afán por figurar en el circulo literario, sumado a una empresa editorial con fundamentos capitalistas, lleva a que el mercado este lleno de obras literarias, que empobrecen el ejercicio crítico y creador de un escritor con criterios propios que lo lleven a plantear cuestionamientos serios de la condición del hombre. Se hace con esto una literatura para leer en busetas o también en discotecas, debido a la superficialidad que no exige demasiado al lector. Los temas son tratados con demasiada superficialidad, los personajes no poseen un pathos; el problema en estas propuestas no son los temas comunes sino el tratamiento light que los autores realizan en sus libros; se requiere que en lo procedimental la obra dibuje la realidad y en su estructura plantee elementos de juicios que lleven a la reflexión.
Por otra parte, aunque el mercado está lleno de novelas con historia que parecen sacada de telenovelas para entretener empleadas domésticas; es alentador encontrarse con propuestas, que aunque escasas salvan el nombre del arte literario. Sus planteamientos y la postura de sus autores no sólo como creadores, sino también en el papel de sujetos políticos, los lleva a pronunciarse en sus libros; dejando en ellos su discurso sin esconderse en el personaje. O asumiendo el rol de personajes para lanzar su juicio crítico y la oposición ante un orden de ideas que va en menoscabo del hombre.
Autores como: Piedad Bonnett, Héctor Abad Faciolince, Pedro Badrán y Oscar Collazos; entran en el abanico de autores que toman una posición en sus novelas; en ellas éstos autores no son ajenos a la realidad; entran a asumir compromisos frente a los problemas en los cuales vive sumergido el hombre. Se ve en ellos una consciencia y una responsabilidad a la hora de escribir sus obras, de allí que aunque hablen de los mismos problemas en sus formas de plantearlos se descubre una visión particular del mundo y el juicio que lanzan en sus escritos es en este sentido racional y autónomo.
La literatura como todo arte debe crear en los lectores el derrumbamiento de sus mundos; sobre todo en una sociedad dormida como la nuestra, el papel de la literatura debe ser el de despertarnos de la idiotez malsana que nos agobia. Desafortunadamente las editoriales juegan su papel al igual que las academias de adormecer el espíritu crítico de los individuos; haciéndolos discípulos del facilismo, lo vacuo, lo superficial; logrando que a cualquier cosa la llamen expresión artística. Sólo el arte en todas sus manifestaciones puede mostrar el cadáver que se pudre ante nuestro ojos y no lo notamos; se debe desenterrar todo lo que yace olvidado con el propósito de salir de ese estado de intelectuales pacatos de poltronas, que son indiferentes a la situación que afecta a los individuos.
El compromiso de la literatura es dejar huella en la historia, en ese devenir de los hombres en su mundo; ¿qué huella están planteando los escritores nuestros en este momento de nuestra historia? ¿somos tan pusilánimes como para reflejarnos en esos personajes burbujas? Es claro que este país de miseria vive en lo que en economía se ha denominado sociedad de consumo, sin embargo la literatura no puede ser un producto de supermercado, un producto perecedero. El arte mediante la labor literaria tiene desde su origen una idea de caos, de violentar los ordenes que se implantan en ciertos contextos; la literatura no puede jugar al papel de la puta barata que por unos pesos se acuesta con cualquiera. La literatura debe ser autónoma, libre, pronunciarse sin tapujos. Se requiere que los escritores ejerzan la labor literaria en el contexto de mostrar su individualidad, y no escribir para ser nombrados en las páginas sociales o los espacios de entretenimiento de los noticieros; es necesario que se derrote ese afán de fama y de escribir para apaciguar el hambre.
En este orden de ideas en el espacio literario de nuestro país están las propuestas de los autores que hemos mencionado; unos que siguen el afán de publicación y otros que prefieren ser creadores; son estos últimos los que producen en el lector la sarna, la urticaria, la infección que un buen libro debe producir; después de la lectura de un buen texto se debe salir enfermo de la realidad, debe hacernos llevar una piedra encima, porque se nos ha develado nuestra tragedia. Si un libro no produce esto debe ser arrojado a la basura; en nuestras obras literarias actuales hay tanto hueso que el lector debe tener olfato de canino para poder hallar entre toda esa osamenta un hueso con algo de carne.

domingo, 20 de junio de 2010

POR QUÉ SOY PESIMISTA


Viendo como se están desarrollando las tendencias políticas, la forma en que afrontamos nuestra realidad, el estado de indefensión en el cual muchos se encuentran sumidos en el país, y sobretodo el estado de conformismo de mis compatriotas, el futuro que les auguro a los colombianos no es nada bueno. Y no lo digo porque se vaya a elegir a Juan Manuel Santos presidente de Colombia; lo digo, por el conformismo de la mentalidad de muchos de nosotros, que a pesar de lo complicada que anda la situación del país, nos resignamos diciendo que esto toda la vida ha sido así.
Entonces la mayoría dejan en manos del tiempo decisiones que tendrían que tomar ahora, nos sentamos a contemplar santos, pensando que de esa forma se nos van a solucionar los problemas. Pero la oración más que un acto de contemplación debe ser palabra en acción, que contribuya de verdad a cambiar esa realidad que nos consume y no un acto de aguantar y de hacernos dignos de entrar en un cielo que parece reservado para los que se conforman a recibir atropellos e improperios por parte de unos, que amangualados de muchos que se hacen llamar guías espirituales son los culpables del adormecimiento mental de nuestros compatriotas. El amor como centro de la mayoría de las religiones, es acción, y la acción es creadora, la que da vida y es capaz de compartir y mejorar, es capaz de cambiar el mundo, pues una vida sin amor es como una revolución sin ideal.
Somos conformistas, llenos de ideales de estomago, las ideas fluyen en medio del desespero y se acallan cuando la barriga está llena. Nos quejamos de los atropellos, pero cuando los cometen contra nosotros. Decimos que las cosas andan bien, no porque así lo percibamos, sino porque los medios nos recrean una realidad que parece sacada de un cuento de hadas, y no aquella del diario acontecer de nuestra nación, pues los medios nos endiosan a líderes sin escrúpulos que lo único que les interesa es mantener las cosas como siempre han estado, o sea, los ricos más ricos y los pobres más pobres.
Conformados, o más bien resignados, como idiotas útiles, los colombianos van a las urnas a seguir el juego que siempre pone el poderoso para seguir legitimando tantos y tantos años de abusos. Y lo peor, es que la gente como si nada, no reaccionamos, ni siendo testigos de tantos actos, que erizarían a ciudadanos de democracias maduras y civilizadas, pero para nosotros, ya son parte de nuestra cotidianidad, se volvieron parte de nuestra cultura, la cual predica: aguantar y aguantar. No digo que la igualdad sea todos ser ricos o todos ser pobres, hablo de una igualdad que se base en el respeto por la dignidad humana.
Y sin embargo el colombiano es optimista, porque aquí preferimos a los malos, creemos que el respeto se gana con insultos y hablando duro. Justificamos actos deleznables, con el discurso que eran ellos o nosotros. Nos negamos a la legalidad, aprobando las violaciones de las fuerzas del Estado, sólo porque la trampa –o la malicia indígena– nos da disque resultados.
Son optimistas, porque son más avispados que los demás, y en realidad sólo son unos tontos que toman supuestos atajos que después los harán devolver por lo complicados que son. –Pues para que lo hago fácil, si difícil también se puede.– Esa parece ser la premisa. Ser legal es mucho más fácil, y sin embargo no son capaces de cambiar, de afrontar la realidad, y creen que la esperanza es sentarse a esperar, no ir en busca de algo que reinvente, que renueve, se unen a causas hechas con babas, que son actos más de moda y glamur, que hechos significativos que den un vuelco a la realidad del país, y lo peor es que nuestros líderes, aquellos a quienes siempre elegimos, son los que nos tienen sumidos en la situación en la que andamos y la cual muchos se niegan a reconocer, pues con unos buenos tragos en la cabeza y la barriga llena todo parece estar mejor, entonces para que cambiar lo que supuestamente está funcionando.
Somos una democracia de discursos y no de hechos, nos endulzan el oído y después nos dejan botados. Y lo peor es que el optimismo que ronda en muchos colombianos, es aquel que nos muestran las novelas, y por eso esclavizados, entregan la vida a mediocres sainetes que supuestamente nos reflejan, cuando la realidad del país es mucho más que narcos, guerrilla, paracos y mujerzuelas.
Son optimistas, porque se creé que la palabra revolución, se asocia con guerrilla y terrorismo. Las revoluciones no son más que actos que nacen en el pueblo para transformar la sociedad, para darle su dignidad al ser humano, –por paupérrima que sea su situación–, para buscar una mayor equidad, para que los pobres no subsidien a los ricos, ni el Estado oprima a los débiles ni a sus opositores, para hacer que los de arriba no sólo se acuerden de los pobres en elecciones, las revoluciones buscan independencia, soberanía y respeto, pero aquí somos sujetos dependientes de tamales, cervezas y lechonas, cuando no lo son de burocracia, tejas o ventiladores.
En cambio, yo soy pesimista, no porque todo esté perdido, sino porque eso me lleva a pensar que puedo construir un país de verdad mejor, a soñar un país con más igualdad, sin desplazados, sin niñas que quieran ser las esposas de un mafioso para llevar una vida supuestamente digna, un país en que las ideas distintas sean respetadas y ante todo, un país en el cual se respete la vida. Soy pesimista con el futuro del país, y eso no significa bajar la guardia, sentarme a esperar lo peor o sumirme en la resignación, pues si hago eso, haría lo que muchos de los que nos gobiernan quieren, acallar a los idealistas para que todo siga igual. Porque como lo dijo el gran José Saramago, quien falleció el jueves pasado: “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”.

lunes, 14 de junio de 2010

UNIDOS AL ABISMO, EN NUESTRA PATRIA BOBA


A dos siglos de nuestra independencia, esta patria sigue en ese estado de coma que cada vez nos demuestra más que no se ha salido de esa patria boba.
Un país sin memoria, que ha sacrificado a gran parte de sus idealistas, por el simple hecho de salirse de una línea de pensamiento que ha predominado desde aquella gesta liderada por unos idealistas por allá en el año de 1810. Pero esas vidas sacrificadas en rescatar un espíritu de dignidad han terminado en sangre derramada al caño del olvido. Hoy como muchos otros días, recordamos a grandes hombres paridos en nuestra nación, y que murieron con la esperanza de construir un lugar en el cual las brechas sociales no fueran tan largas y, en donde ante todo se rescatará la dignidad de ser colombiano.
Pero para frustración de aquellos que dieron su vida, este pueblo los llora por días y los olvida por siglos, por ahí de vez en cuando desempolvando recuerdos más por moda que por rescatar su memoria de ese olvido en que se vuelve toda causa distinta a la tradicional en Colombia.
Este país que se consume en la pobreza, en el aumento del desempleo, en la violación de los derechos humanos, y en la indolencia ante su realidad. Nos inventan cuentos de esperanza y nos sacan enemigos externos que sólo existen en las mentes manipuladoras que pretenden seguir idiotizando al pueblo con un discurso altanero de insultos y deslegitimación de los que no piensan como ellos.
Se han estigmatizado ideologías, como si ellas fueran las culpables del hambre y la miseria que pululan por los rincones del otrora país del Sagrado Corazón. Hemos polarizado a éste país, en el más deleznable deseo de dividir y reinar. Entorpecer a los ciudadanos con una buena dosis de pan y circo, y nosotros como los payasos más patéticos caemos redondos seducidos por la pereza mental que nos atrofia, dejando que otros hagan y deshagan.
Nos volvimos frías cifras para mostrar, o para hacerle campaña al cómplice de las fechorías, somos simples números, sacamos el pecho diciendo que se aumento el cubrimiento del sistema de salud, pero nos avergonzamos cuando vamos a un centro de urgencias de un hospital público o de una Eps tradicional, para darnos cuenta que nos tratan como cosas, que les importamos un pepino a nuestros gobernantes, que se regocijan entre el estiércol que hablan diciendo que este país está mejor que ocho años atrás, que el inversionista ve seguridad para asentarse en el país. Y les abrimos las puertas, para que entren a sus anchas robándose el agua de la que no tienen en Europa, cobrándola a unos precios que se salen de la realidad, y pagando unos salarios miserables que maltratan la dignidad de muchos de los mejores profesionales de nuestro país.
Un país lleno de atraso, con una infraestructura vial que parece que se hubiera detenido en el tiempo, con más de cuarenta años de negligencia y, ocho de dos mil quinientas promesas, mentiras y contratos a los hijos de políticos que como pasatiempo roban al país cuando no lo hacen como padres de la patria. Un país en donde cobran impuestos para salvar a los ricos, y carece de dinero para salvar la salud de los pobres, que se volvió negocio de particulares.
Pero que más se le puede pedir a un país indiferente en donde los pobres parecen más corruptos que los políticos que eligen y nos gobiernan. Y les digo corruptos, porque después de un escándalo como el de Ais (agro ingreso seguro), en donde se repartieron dineros a granel a los benefactores de un referendo que olía a podrido de lo corrupto que era. Pero nos lo tenemos merecido, por seguir como idiotas útiles, alabando a aquellos que nos tienen sumidos en la miseria y que se apoderaron de cada estamento del Estado, con la mentira y la tiranía, que desafía a la justicia y que cada vez más nos hunden más en la miseria de no reconocernos como un país al que se le perdió la ilusión de la dignidad y de hacer las cosas rectas sin atropellar a los demás.
Díganme ¿Qué otras cosas nos esperan? si el pasado 30 de mayo se contaron más de seis millones de cómplices de los falsos positivos, del desprestigio a las cortes, de chuzadas, de parapolítica y Yidis política, que se acostumbraron que fines justifican medios, sin saber que un día los atropellados pueden ser ellos o los suyos o tú o yo. Más de seis millones a quienes el país les importa un bledo con la excusa que se puede salir a pasear tranquilo, como si eso fuera lo único importante para hacer.
A un país con una población indolente, no le auguró un buen futuro, así que rumbo al abismo, unidos con Juan Manuel, ya que retroceder no es una opción.

DERECHOS HUMANOS: UN DISCURSO DE AUTOMORAL BASADO EN EL SENTIMIENTO




Durante los últimos periodos de la historia, se ha venido pregonando un discurso que universalice la condición humana, un discurso que afecte a todos por igual, que cada habitante del planeta tenga la misma concepción de lo que es ser humano y cuales deben ser sus derechos. En el papel, suena perfecto, unir los lazos de amistad y de hermandad y formar la idea de un mundo feliz, una visión occidental totalizadora, que deja de lado las culturas y pretende que todos actuemos del modo que lo hace la sociedad capitalista.
El discurso de los derechos humanos lejos de ser una realidad práctica, se ha convertido en un sentimentalismo de aquellos que sienten y conciben la universalidad del mundo sólo a través del prisma que ellos miran. Richard Rorty, nos muestra esta clara visión de totalitarismo conceptual, en el capítulo noveno de su obra Verdad y progreso (1994), el cual titula “Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo”.
Durante este capítulo, Rorty nos recrea cómo todos aquellos discursos universalistas, y específicamente el de los derechos humanos, ha partido como una solución a las injusticias de una sociedad, que no se preocupa por la dignidad de ese ser al que dicen que se le están soslayando sus derechos. Se vive constantemente hablando de la universalidad de los derechos humanos, pero para lograr de verdad crear una cultura de respeto a los derechos, se debe dejar de lado la inferencia en la vida de cada persona, que casi siempre antepone derechos y obligaciones con la sociedad. El lenguaje de los derechos humanos se ha vuelto similar al de cualquier lenguaje que exige una diafanidad y pureza casi religiosa, pues se vive hablando de eso que los hombres tienen en común y no analizamos el trasfondo de sus grandes diferencias.
La humanidad no se puede llegar a concebir como un grupo, puesto que la humanidad está compuesta de una infinidad de grupos y cada grupo está compuesto por una serie de normas por la que están constituidos. En las guerras cada uno de los bandos llega a desconocer la humanidad de su enemigo, es así como da el ejemplo de la guerra de Bosnia: «Pues esas cosas no se las están haciendo a congéneres humanos, sino a musulmanes […] están haciendo la misma distinción que hacían los cruzados entre los humanos y los perros infieles» (Rorty, 1994:219). Cada uno y a su forma piensa que está actuando en el interés de su verdadera universalidad, pero esa es la universalidad de su grupo; cada grupo posee sus propios universales. Usualmente sólo se identifica como ser humano a nuestro vecino, a nuestros amigos, de ellos partimos nuestra visón de respeto a la vida, a la dignidad de ser humano, debemos tener en claro que existen diversos motivos de humanidad, que los comportamientos de ciertas tribus africanas, en sus ritos y ceremonias, son parte de su racionalidad, de su mundo, de esa herencia cultural que ha trascendido las fronteras del tiempo. No podemos juzgar exclusivamente a partir de nuestros parámetros y cánones, si creamos un discurso de los derechos humanos no se puede dejar de lado la cultura de los sujetos.
No se puede tratar de fundamentar a los derechos humanos, hay diversas formas de cultura, el “racionalismo cultural”, no se puede asociar con la irracionalidad, no se pueden negar hechos culturales, no podemos casarnos con una única red de creencias: «Si la tarea de cambiar nuestras intuiciones morales parece estar llevándose a cabo en su mayor parte a base de manipular nuestros sentimientos y no incrementando nuestro conocimiento, ésa es una razón para pensar que no hay un conocimiento como el que Platón, Aquino y Kant esperaban alcanzar» (Rorty, 1994:221).
Con el discurso de los derechos humanos, se está creando un sentimentalismo, que lejos de ver la racionalidad de los actos de cada persona, explota nuestra sensibilidad e intenta dar razón a nuestras posiciones. Unas posiciones egoístas que viven pensando más que en ese ser, en un sujeto moralmente bueno, y gracias a ese sentimentalismo nos vemos movidos a actuar por esas historias de distintos seres que son tristes y sentimentales.

sábado, 12 de junio de 2010

“MANTENIENDO LA DEMOCRACIA MAESTRO”: LAS PALABRAS DEL CORONEL PLAZAS.


Ante la realidad colombiana el término democracia debe ser revaluado o mejor, pensarlo para actualizarlo. La tarea que tienen los expertos en política es actualizarnos el concepto que nació en la antigüedad con el pueblo griego, debido a que la definición que se tiene es una farsa y que nunca en ningún lugar del mundo se ha dado. Por lo tanto, ¿cómo un pueblo con las características del colombiano puede ser paradigma de la democracia en el mundo? Quien lo afirme ha de ser un individuo carente de ejercicio crítico, un ser no pensante, carente de imaginación, en dos palabras: un ser irracional.
Soy consciente que lo anterior es duro y, que muchos se rasgarán las vestiduras, sin embargo, una democracia no es sólo la creación de las instituciones y la división del poder, es algo que los trasciende. Por ello, la democracia no se mantiene haciendo uso de la violencia, no se mantiene por medio de los asesinatos o los crímenes de Estado, de ser así, la diferencia entre democracia y tiranía, fascismo y totalitarismo, no es ninguna.
Si le echamos un ojo a la historia (a la nuestra por supuesto), vemos que hemos sido espectadores de una democracia amorfa, donde el gobierno ha estado en manos de unos pocos que bajo la premisa: saber para poder y poder para joder, han creado un Estado inoperante, que aunque en apariencia se mueva, la realidad es que esa dinámica está sustentada en la ignorancia que gracias a una educación paupérrima ha generado en los hombres de esta tierra, un ser idiota, un hombre mediocre, que es convencido con facilidad, gracias a un argumento que satisface su estomago. En otras palabras, un pueblo que la razón existe en su estomago.
Tenemos entonces la forma a la cual podemos responder la pregunta por qué somos así, sencillo, unos hombres formado bajo la doctrina de una educación con mentalidad medieval, con espíritu de esclavo, es incapaz de ver las cadenas que mantiene en sus tobillos, y sus manos no poseen la fuerza para retirar la lagaña que no le permite observar la realidad que le rodea y le oprime. Este hombre no puede ver los delitos que comete y que acometen contra él. Es así, como en nuestra querida patria durante años, hemos visto el devenir de la sangre ante los ojos indiferentes de todos. Hagamos un breve recorderis: en la guerra de los mil días miles de campesinos alzados en machetes, palos, y una que otra arma de fuego, se masacraron gracias a una lucha bipartidista, donde los sacerdotes y los grandes jerarcas bendecían el salvajismo de estos hombres, he aquí un muestra palpable de la ignorancia. Unas décadas después, otros hombres, éstos sí, armados con las mejores armas y con un salvajismo perfeccionado y legitimado por la anuencia de las fuerzas armadas cometieron los crímenes más atroces que el pueblo haya observado. ¿Hemos cambiado en algo? Sí, cada vez nos matamos más y mejor.
Por otro lado, hace algunos años se creó o crearon lo que se conoce en e argot histórico como el frente nacional, en el cual los partidos conservador y liberal, con el afán de supuestamente detener la ola de violencia que vivió y aún vive nuestra amada Colombia, se unieron dividiéndose los periodos de gobierno, cuatro años los conservadores y cuatro años los liberales, teniendo el 50% cada partido de los cargos burocráticos. Es decir, que hicieron de la política una verdadera mimesis de la mercadería. Actualmente nos enfrentamos a lo mismo a un neo frente nacional, que ya no serán de 16 años entre liberales y conservadores, sino entre dos señores, que hacen frente a quienes se oponen a sus propósitos con el uso de argumentos populistas, mal intencionados, haciendo del poder judicial su enemigo, al cual le cuestionan y ponen en duda su autonomía, sólo para crear animadversión en el pueblo hacia dicho poder. Y estos señores, con acento lastimero hablan como víctimas cuando han sido o son los victimarios de la población.
Una población carente de educación, salud, empleo, calidad de vida, de oportunidades, que se muere y seguirá muriendo si continua tan ciega como ahora, porque para mantener la democracia es necesario que la muerte aparezca en escena y al igual que el coronel Plazas pueda mantenerla. Pues bien, la democracia por lo menos aquí, es: el poder de unos que saben algo y tienen el músculo económico para mandar, no para gobernar, sobre unos ignorantes que se mueren en su propia muerte. Y para terminar como dijo el novelista en su obra, una estirpe como ésta no tendrá una segunda posibilidad sobre la tierra. Porque aquí sólo existe el diálogo en las cantinas donde los borrachos se cuentan sus aventuras y, en los cafés donde los bohemios intelectuales y poetas arreglan el país al sorbo de un café o un trago, haciendo que Colombia sea una bella idea sin alguien que la haga realidad.
AUTOR: JAVIER QUIÑONEZ QUIROZ