El veredicto o la sentencia cuando es leída al público no se hace con el fin de informar sino que es una consigna. Recordemos que el condenado es expuesto para que sirva de ejemplo a los otros. El mismo condenado se hace lenguaje y se transforma en consigna ≪Nosotros llamamos consignas, no a una categoría particular de enunciados explícitos (por ejemplo al imperativo), sino a la relación de cualquier palabra o enunciado con presupuestos implícitos, es decir, con actos de palabras que se realizan en el enunciado, y que sólo puede realizarse en él≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 84). Una consigna la tenemos entonces no como un mandato o ley sino que todo enunciado que se realice en el acto de ese enunciado lleva implícita una orden. Con esto lo que se quiere mostrar es que la sentencia que se da por un acto punible en contra del criminal no es una ley, sin embargo lleva en el fondo un señalamiento por lo que se convierte en consigna; el cuerpo del condenado será también transformado en consigna y quedará en el inconsciente colectivo como muestra de lo que ética y moralmente no se debe hacer. Es en esta parte donde la sentencia se inscribe en lo no corpóreo, o mejor en el cuerpo social. Todo juicio busca condenar y “educar” para prevenir los intentos de violaciones.
Veamos la forma como Kafka nos muestra el lenguaje de la sentencia. El soldado va hacer condenado por incumplir una orden del amo, por lo que la inscripción será “Honra a tus superiores”; luego el oficial quién toma la posición del soldado llevará la inscripción “Sé justo”. Podemos mirar en estos dos ejemplos modelos de consignas que sirven para determinar el modo de vida de una cultura o una sociedad. El lenguaje del veredicto se hará llegar a todos los espectadores, la sentencia se hará extensiva a todos los elementos del cuerpo social, se habrá hecho consigna ≪Lo difícil es precisar el estatuto y la extensión de la consigna. No se trata de un origen del lenguaje, puesto que la consigna sólo es una función – lenguaje, una función coextensiva al lenguaje≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 82).. La consigna se hace en este caso dentro de la intensionalidad del mandato; ella posee un carácter de ordenamiento explícito o implícito: “no matarás”, “no robarás”, “honrarás a tus superiores”, “sé justo”. La consigna es entonces una orden que deberá hacerse extensiva entre todos los hombres de una comunidad, una norma que rige la conducta del hombre. Por lo cual nos dirán Deleuze – Guattari, citando a Kafka ≪En toda consigna, aunque sea de padre a hijo, hay una pequeña sentencia de muerte, un veredicto ≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 82). En la consigna hay un señalamiento, una prohibición que bien puede ser del orden moral o del orden ético – práctico. Y si tomamos lo que Kafka dice sobre la muerte que lleva toda consigna, esa muerte es precisamente el lineamiento de la vida y del actuar del hombre que éstas señalan e imponen en la sentencia, pero que se hace de forma indirecta, se hace uso del ejemplo, de los métodos de enseñanza para que corran la voz. Eso puede percibirse dentro del relato que hemos mencionado sobre todo si vemos el papel del explorador.
Ahora bien, por medio de la consigna que lleva la sentencia ≪el castigo penal, es por lo tanto, una función generalizada, coextensiva al cuerpo social y a cada uno de sus elementos≫ (Foucault; 1998: 94). Está sentencia ya queda inscrita en la comunidad, le ha sido demarcado, o mejor señalado un elemento que deberá ser practicado por cada uno. La conducta del hombre no será igual después de la consigna de la sentencia que antes de ella. Con todo esto que el lenguaje hecho consigna nos plantea es el paso del cuerpo físico del condenado al cuerpo social; generando unos patrones de conducta en todos los niveles de la sociedad. La consigna lleva los patrones éticos del hombre en su actuar. El modo como operan este tipo de conductas podemos notarlos en el movimiento de la Reforma protestante, allí hay un ejemplo claro de su funcionamiento.
La consigna protestante sobre el trabajo generó todo un movimiento que formó un carácter ético entre sus seguidores “realizar las obras del que le ha enviado mientras es de día”, llevó a todos los protestantes a crear una forma de vida donde el trabajo disciplinado lo acercaban a la gracia de Dios, olvidándose del goce y el ocio de la vida (Cfr. Weber; 1985: 213). Todo esto desencadenó precisamente lo que le autor denomina “el espíritu del capitalismo”. Con la consigna lo que se busca es la formación de un carácter en el hombre, moldearlo para que pertenezca a la comunidad, si el hombre no es moldeado por la consigna entonces se hace extraño al medio en el cual vive. Podemos decir incluso que ese lenguaje – función, es el lente desde el cual se determina y se observa si la acción de los hombres está dentro de los parámetros que esa sociedad ha delineado. Por lo tanto desde esa medida se habla en lo social de bueno o malo; legal o ilegal; social o antisocial, como característica de los hombres que la componen.
De esta manera al tener que el criminal no es sólo el hombre que está en un entorno no social; y que por el contrario es un sujeto social que se mueve dentro de esa condición, el castigo que se ejecuta sobre éste, se extenderá a la sociedad, pero como consigna; es decir, como norma o freno que se disimula en un lenguaje indirecto, que irá de uno a otro en forma de rumor (Cfr. Deleuze – Guattari; 2004: 82). El poder del estado no prohibirá con un lenguaje directo pero lo hará de una forma que podríamos denominar pedagógica. Una pedagogía del lenguaje indirecto que regirá también sobre la conducta y las acciones de los hombres ≪hacer del castigo y de la represión de los ilegalismos una función regular, coextensiva a la sociedad; [....] castigar con una severidad atenuada quizá, pero para castigar con más universalidad y necesidad; introducir el poder de castigar más profundamente en el cuerpo social≫ (Foucault; 1998: 86). Ya no se castiga al criminal al hombre particular, se plantea entonces que ese castigo se haga universal en tanto sirve para determinar o señalar los paradigmas de una sociedad de orden. Para ello lo que se toma de la sentencia es esa parte incorpórea de la sentencia, Deleuze – Guattari nos dicen lo siguiente:
En efecto, lo que sucede antes, el crimen del que se acusa a alguien, y lo que sucede después, la ejecución de la pena del condenado, son acciones – pasiones que afectan a cuerpos (cuerpo de la propiedad, cuerpo de la víctima, cuerpo del condenado, cuerpo de la prisión); pero la transformación del acusado en condenado es un puro acto instantáneo o un atributo incorporal, que es el expresado en la sentencia del magistrado (Deleuze – Guattari; 2004: 86).
Desde esta perspectiva dentro del lenguaje de la sentencia lo que se desarrolla es el castigo sobre una acción condenable del hombre, la sentencia lleva un sentido incorporal ya que lo que castiga es una pasión, o un acto violento de un elemento de la sociedad. Puede decirse que frente a la sentencia el hombre por un instante se hace incorpóreo para ser tomado como muestra de un actuar condenable; es decir, que en la sentencia no hay una proclama contra el sujeto particular sino que se universaliza esa pasión para mostrarla como algo constitutivo del ser humano. Debido a ello esa sentencia debe ser tomada como el remedio para frenar los actos punibles del hombre. Se hace consigna.
En el rumor que se da entre los asistentes al castigo que se ha aplicado al condenado, en esa redundancia del proceso que ha quedado de forma indirecta, implícita por el proceso al cual se ha asistido, en la conciencia del pueblo. Lo que podemos llamar ese constante recuerdo sobre la ejecución pero sobre todo del lenguaje que se prefigura es lo que Deleuze – Guattari, darán como característica de la consigna, el redundar del acto en el enunciado. Ya el hombre tendrá presente el discurso indirecto que le plantea un señalamiento y su actuar va ha estar condicionado precisamente por ese lenguaje indirecto, que al aplicarlo sobre sí ha devenido en un lenguaje directo.
Ahora bien si todo esa consigna recae sobre el cuerpo social, en forma indirecta se plantea entonces la noción de un discurso que no posee un interés particular, sino que es dado desde un agente objetivo.
El carácter social de la enunciación sólo está intrínsecamente fundado si se llega a demostrar cómo la enunciación remite de por sí a agenciamientos colectivos. vemos, pues, claramente que sólo hay individuación del enunciado y subjetivación de la enunciación, en la medida en que el agenciamiento colectivo impersonal lo exige y lo determina. Ese es precisamente el valor ejemplar del discurso indirecto y sobre todo del discurso indirecto “libre” (Deleuze – Guattari; 2004: 85)
Ese agente objetivo viene a ser el discurso indirecto, ese rumor que surge de algo que se escucha y que deviene constantemente en agentes que lo portan y lo anuncian generando la colectivización de ese discurso. Ese discurso indirecto que se agencia entre los individuos de una comunidad tiene la característica de lo impersonal, ya que surge como rumor. Nadie lo impone el discurso se impone en ese agenciamiento que parece indirecto. Todos hablan el discurso pero nadie busca el origen del mismo sin embargo se enrutan a hacer del enunciado una acción constante. Este tipo de discursos impersonales dan forma al carácter de una sociedad determinada. Se tiene entonces que estos discursos surgen bajo la noción de mantener sano el cuerpo social.
Estos discursos que cambian o transforman lo incorporal del hombre, o sea que actúan sobre su conducta, sus acciones, su vida. Lo hacen de manera instantánea, inmediata, en la simultaneidad del enunciado que la expresa y el efecto que produce (Cfr; Deleuze – Guattari; 2004: 86). Estos discursos entrarán o mejor están dados desde un uso del poder, utilizando el lenguaje en el discurso político del Estado; donde cada palabra es una consigna que lleva implícita una idea de discurso libre, pero que está denotando de manera indirecta un señalamiento, una indicación que transforma la vida de una comunidad. haciendo palpable en su vida diaria esos enunciados indirectos en sus manifestaciones incorporales. ≪ la función – lenguaje es transmisión de consignas, y las consignas remiten a los agenciamientos, del mismo modo que los agenciamientos remiten a las transformaciones incorporales que constituyen las variables de la función≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 90). La consigna es agenciada en las partes del cuerpo social y ese agenciamiento transforma los elementos incorporales de esas partes. La función entonces es la de construir desde un discurso los elementos que moldeen el carácter de la población y para ello, la misma comunidad servirán de agentes de las consignas y agenciados al mismo tiempo con lo cual todos sus hábitos serán transformados para el desarrollo del cuerpo social, y del poder del discurso político, creando hombres sociales a través de las consignas que se le dan en todas las esferas de la vida.
Veamos la forma como Kafka nos muestra el lenguaje de la sentencia. El soldado va hacer condenado por incumplir una orden del amo, por lo que la inscripción será “Honra a tus superiores”; luego el oficial quién toma la posición del soldado llevará la inscripción “Sé justo”. Podemos mirar en estos dos ejemplos modelos de consignas que sirven para determinar el modo de vida de una cultura o una sociedad. El lenguaje del veredicto se hará llegar a todos los espectadores, la sentencia se hará extensiva a todos los elementos del cuerpo social, se habrá hecho consigna ≪Lo difícil es precisar el estatuto y la extensión de la consigna. No se trata de un origen del lenguaje, puesto que la consigna sólo es una función – lenguaje, una función coextensiva al lenguaje≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 82).. La consigna se hace en este caso dentro de la intensionalidad del mandato; ella posee un carácter de ordenamiento explícito o implícito: “no matarás”, “no robarás”, “honrarás a tus superiores”, “sé justo”. La consigna es entonces una orden que deberá hacerse extensiva entre todos los hombres de una comunidad, una norma que rige la conducta del hombre. Por lo cual nos dirán Deleuze – Guattari, citando a Kafka ≪En toda consigna, aunque sea de padre a hijo, hay una pequeña sentencia de muerte, un veredicto ≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 82). En la consigna hay un señalamiento, una prohibición que bien puede ser del orden moral o del orden ético – práctico. Y si tomamos lo que Kafka dice sobre la muerte que lleva toda consigna, esa muerte es precisamente el lineamiento de la vida y del actuar del hombre que éstas señalan e imponen en la sentencia, pero que se hace de forma indirecta, se hace uso del ejemplo, de los métodos de enseñanza para que corran la voz. Eso puede percibirse dentro del relato que hemos mencionado sobre todo si vemos el papel del explorador.
Ahora bien, por medio de la consigna que lleva la sentencia ≪el castigo penal, es por lo tanto, una función generalizada, coextensiva al cuerpo social y a cada uno de sus elementos≫ (Foucault; 1998: 94). Está sentencia ya queda inscrita en la comunidad, le ha sido demarcado, o mejor señalado un elemento que deberá ser practicado por cada uno. La conducta del hombre no será igual después de la consigna de la sentencia que antes de ella. Con todo esto que el lenguaje hecho consigna nos plantea es el paso del cuerpo físico del condenado al cuerpo social; generando unos patrones de conducta en todos los niveles de la sociedad. La consigna lleva los patrones éticos del hombre en su actuar. El modo como operan este tipo de conductas podemos notarlos en el movimiento de la Reforma protestante, allí hay un ejemplo claro de su funcionamiento.
La consigna protestante sobre el trabajo generó todo un movimiento que formó un carácter ético entre sus seguidores “realizar las obras del que le ha enviado mientras es de día”, llevó a todos los protestantes a crear una forma de vida donde el trabajo disciplinado lo acercaban a la gracia de Dios, olvidándose del goce y el ocio de la vida (Cfr. Weber; 1985: 213). Todo esto desencadenó precisamente lo que le autor denomina “el espíritu del capitalismo”. Con la consigna lo que se busca es la formación de un carácter en el hombre, moldearlo para que pertenezca a la comunidad, si el hombre no es moldeado por la consigna entonces se hace extraño al medio en el cual vive. Podemos decir incluso que ese lenguaje – función, es el lente desde el cual se determina y se observa si la acción de los hombres está dentro de los parámetros que esa sociedad ha delineado. Por lo tanto desde esa medida se habla en lo social de bueno o malo; legal o ilegal; social o antisocial, como característica de los hombres que la componen.
De esta manera al tener que el criminal no es sólo el hombre que está en un entorno no social; y que por el contrario es un sujeto social que se mueve dentro de esa condición, el castigo que se ejecuta sobre éste, se extenderá a la sociedad, pero como consigna; es decir, como norma o freno que se disimula en un lenguaje indirecto, que irá de uno a otro en forma de rumor (Cfr. Deleuze – Guattari; 2004: 82). El poder del estado no prohibirá con un lenguaje directo pero lo hará de una forma que podríamos denominar pedagógica. Una pedagogía del lenguaje indirecto que regirá también sobre la conducta y las acciones de los hombres ≪hacer del castigo y de la represión de los ilegalismos una función regular, coextensiva a la sociedad; [....] castigar con una severidad atenuada quizá, pero para castigar con más universalidad y necesidad; introducir el poder de castigar más profundamente en el cuerpo social≫ (Foucault; 1998: 86). Ya no se castiga al criminal al hombre particular, se plantea entonces que ese castigo se haga universal en tanto sirve para determinar o señalar los paradigmas de una sociedad de orden. Para ello lo que se toma de la sentencia es esa parte incorpórea de la sentencia, Deleuze – Guattari nos dicen lo siguiente:
En efecto, lo que sucede antes, el crimen del que se acusa a alguien, y lo que sucede después, la ejecución de la pena del condenado, son acciones – pasiones que afectan a cuerpos (cuerpo de la propiedad, cuerpo de la víctima, cuerpo del condenado, cuerpo de la prisión); pero la transformación del acusado en condenado es un puro acto instantáneo o un atributo incorporal, que es el expresado en la sentencia del magistrado (Deleuze – Guattari; 2004: 86).
Desde esta perspectiva dentro del lenguaje de la sentencia lo que se desarrolla es el castigo sobre una acción condenable del hombre, la sentencia lleva un sentido incorporal ya que lo que castiga es una pasión, o un acto violento de un elemento de la sociedad. Puede decirse que frente a la sentencia el hombre por un instante se hace incorpóreo para ser tomado como muestra de un actuar condenable; es decir, que en la sentencia no hay una proclama contra el sujeto particular sino que se universaliza esa pasión para mostrarla como algo constitutivo del ser humano. Debido a ello esa sentencia debe ser tomada como el remedio para frenar los actos punibles del hombre. Se hace consigna.
En el rumor que se da entre los asistentes al castigo que se ha aplicado al condenado, en esa redundancia del proceso que ha quedado de forma indirecta, implícita por el proceso al cual se ha asistido, en la conciencia del pueblo. Lo que podemos llamar ese constante recuerdo sobre la ejecución pero sobre todo del lenguaje que se prefigura es lo que Deleuze – Guattari, darán como característica de la consigna, el redundar del acto en el enunciado. Ya el hombre tendrá presente el discurso indirecto que le plantea un señalamiento y su actuar va ha estar condicionado precisamente por ese lenguaje indirecto, que al aplicarlo sobre sí ha devenido en un lenguaje directo.
Ahora bien si todo esa consigna recae sobre el cuerpo social, en forma indirecta se plantea entonces la noción de un discurso que no posee un interés particular, sino que es dado desde un agente objetivo.
El carácter social de la enunciación sólo está intrínsecamente fundado si se llega a demostrar cómo la enunciación remite de por sí a agenciamientos colectivos. vemos, pues, claramente que sólo hay individuación del enunciado y subjetivación de la enunciación, en la medida en que el agenciamiento colectivo impersonal lo exige y lo determina. Ese es precisamente el valor ejemplar del discurso indirecto y sobre todo del discurso indirecto “libre” (Deleuze – Guattari; 2004: 85)
Ese agente objetivo viene a ser el discurso indirecto, ese rumor que surge de algo que se escucha y que deviene constantemente en agentes que lo portan y lo anuncian generando la colectivización de ese discurso. Ese discurso indirecto que se agencia entre los individuos de una comunidad tiene la característica de lo impersonal, ya que surge como rumor. Nadie lo impone el discurso se impone en ese agenciamiento que parece indirecto. Todos hablan el discurso pero nadie busca el origen del mismo sin embargo se enrutan a hacer del enunciado una acción constante. Este tipo de discursos impersonales dan forma al carácter de una sociedad determinada. Se tiene entonces que estos discursos surgen bajo la noción de mantener sano el cuerpo social.
Estos discursos que cambian o transforman lo incorporal del hombre, o sea que actúan sobre su conducta, sus acciones, su vida. Lo hacen de manera instantánea, inmediata, en la simultaneidad del enunciado que la expresa y el efecto que produce (Cfr; Deleuze – Guattari; 2004: 86). Estos discursos entrarán o mejor están dados desde un uso del poder, utilizando el lenguaje en el discurso político del Estado; donde cada palabra es una consigna que lleva implícita una idea de discurso libre, pero que está denotando de manera indirecta un señalamiento, una indicación que transforma la vida de una comunidad. haciendo palpable en su vida diaria esos enunciados indirectos en sus manifestaciones incorporales. ≪ la función – lenguaje es transmisión de consignas, y las consignas remiten a los agenciamientos, del mismo modo que los agenciamientos remiten a las transformaciones incorporales que constituyen las variables de la función≫ (Deleuze – Guattari; 2004: 90). La consigna es agenciada en las partes del cuerpo social y ese agenciamiento transforma los elementos incorporales de esas partes. La función entonces es la de construir desde un discurso los elementos que moldeen el carácter de la población y para ello, la misma comunidad servirán de agentes de las consignas y agenciados al mismo tiempo con lo cual todos sus hábitos serán transformados para el desarrollo del cuerpo social, y del poder del discurso político, creando hombres sociales a través de las consignas que se le dan en todas las esferas de la vida.
AUTOR: JAVIER QUIÑONEZ QUIROZ
muy bueno el articulo señor quiñonez. sin embargo, creo que en ultima instancia el discurso que es incorporal ataca el cuerpo individualizado de cada quien, no solo el cuerpo social. En esa medida el individuo se vuelve portavoz y seguidor a la vez del discurso politico encarnado en lo legal o lo ilegal.
ResponderEliminarCarlos Arturo Marin Olaya