.jpg)
I
La democracia como un espejo perdido
El tamaño de la democracia depende entonces de la capacidad que tiene un sistema de gobierno de ejercer control desde las bases centrales de la institucionalidad pasando por el campo de la ideología, la cual casi siempre redunda en nuestra imposibilidad de instaurar un sistema nuestro de seguridad que no esté basando en modelos externos. Seguridad entendida, ya sea militarmente o desde la propiedad privada. Esto significa que los grupos minoritarios, los cuales lo son gracias a las distintas prácticas de control Estatal para asegurar los recursos a una capa social privilegiada, están siempre bajo el núcleo-panóptico del interés comercial y geográfico. La democracia funciona entonces como un murciélago que chupa metafísicamente la posibilidad de ser reconocidos como pieza fundamental en la estructuración del Estado a estas minorías, desconocer el pasado indígena, significa negar la posibilidad de sobrevivencia de cualquier cultura, lo anterior fragmenta el principio base de la fragmentada idea escatológica de la llamada vilmente “seguridad democrática” como una idea de identidad política, y esta a su vez se instaura en el seno de la propiedad privada; dar la cara a estos fundamentos formales de la autoridad militar no es otra cosa que ser victimas de la voracidad utilitarista e individualista en que la “democracia” colombiana busca someter a los grupos minoritarios a las exigencias del mercado y la moda.
Para autores como Negri y Hardt, este sistema de relaciones entre las potencias que unen sus esfuerzos en aras de constituirse como monopolios fuertes, dejando por fuera a la esfera política minoritaria, y al mismo tiempo al Estado subdesarrollado como espectro de una política ofrecida desde los laboratorios del poder militar extra-nacional. Sociedad y Estado entonces se convierte solo en un medio para fines ajenos a las voluntades particulares de pueblos indígenas, en nuestro caso, esto ha generado otro tipo de crisis que al igual que lo señala Habermas, crean profundas desigualdades, por tanto: “La crisis actual de la democracia tiene que ver no solo con la corrupción y la insuficiencia de sus instituciones y prácticas, sino también con el concepto mismo. En parte, esa crisis proviene de que no queda claro lo que significa la democracia en un mundo globalizado” {Negri y Hardt, p. 268}, la división reinante entre Estado y democracia, está a la base de que para la mayoría de los críticos, el ejercicio de los ciudadanos como piezas claves dentro del armazón Estatal no está siendo reconocida, es decir, el desconocimiento por parte de los agentes y el Estado es mutuo, aunque en la esfera de lo político se busque siempre empoderar las economías, con el atenuante de que un Estado fuerte y libre (soberano) puede brindar a sus ciudadanos mejor calidad de vida desde los bienes de consumo por ejemplo, pero a medida que se vende este tipo de ideas, el sistema democrático, como en el caso de los Estados Unidos, o países de corte social y liberal, se fragmenta, al tiempo que hace colapsar a quienes lo imitan mediocremente:
Por otro lado Habermas busca reconocer en este tipo de particularismos la posición que hay que precisamente sobrepasar, es decir, la idea autoritaria de cierto tipo de racionalismos de la democratización del derecho positivo en sistema instrumental para acercar cada vez más a las poblaciones indígenas a la corrupción de sus costumbres, y de eso modo poder eliminarnos política y étnicamente : “Estas son las dificultades que intenta superar Habermas; éste cree, además, en la posibilidad de encontrar lo universal en la comunicación a partir de las experiencias particulares alimentadas en el mundo cotidiano que viven los hombres, es decir, en su cultura” {La Política , p. 60}.
“la democracia no es el simple rostro político del capitalismo, ni un régimen de elites burocráticas. Ni tampoco resulta de las intervenciones militares que se traducen en cambios de régimen, ni de ningún otro de los diferentes modelos actuales de , que generalmente se sustentan en algún tipo de caudillismo latinoamericano y que han demostrado ser más eficaces para crear nuevas oligarquías que sistemas democráticos”
La cuestión que se devela de todo este aculturamiento global, es la face crítica que hay detrás del régimen totalitario y económico a saber: que como imágenes representativas de la legitimidad de un Estado frente a otro, se quiere instituir medios de coerción, con el viejo pretexto de salvaguardar la integridad de unos, a costa de otros, este es en primer momento lo que considero como un sistema de valores, que la nueva política liberal viene imponiendo a los gobiernos, o que los sistemas globales se alían con los distintos Estados para ejercer control y desarrollo sostenibles para sus economías, en segunda instancia, las sociedades deben convivir en medio de las diferencias, porque detrás de las dificultades se encuentran los peligros por ejemplo que los bloques de amigo/enemigo hacen para ejercer violencia, para desplegar control y dispositivos de manipulación política y económica a gran escala, Estados Unidos o la Unión Europea por ejemplo, frente a la comunidad asiática en la guerra por los mercados, o la institución de políticas armamentista con la figura de que están ubicados en la categoría de eje del mal, mueven todo su aparato militar para ganar espacios en la repartición geopolítica del mundo; de ahí que para los gobiernos liberales tales políticas del reconocimiento están fundadas en el sentido de amigo/enemigo en ese orden de ideas: “La democracia pura tal vez resulte atractiva en teoría, reza este argumento, pero es relativamente débil en la práctica. Solo combinando la democracia y la representación se obtiene una sustancia lo bastante estable y resistente, más o menos como cuando se mezcla el hierro con el carbono para obtener el acero” {Negri y Hardt, p. 282}.
El estructuramiento de los mercados cada vez involucran más a los sectores geográficos que durante siglos están habitados por comunidades que se resisten a la devastación del medio en que viven. Y que para desgracia de ellos y de todos están poblados de recursos mineros necesarios para el avance de la industria militar, comercial y técnica. Dicha sustancia que permite que la democracia se amalgame con la representación como elemento necesario de la tabla periódica de la historia, en el caso de Colombia, está o lo vemos en el necesario avance de la fuerza militar en los territorios que siguen ocupados por los grupos armados ilegales, los cuales son un tropiezo en la toma de poder de las regiones y los recursos que ellas poseen y que son necesarios para las comunidades científicas y económicas de las potencias europeas. Es decir, dicha sustancia no es otra cosa que el control militar, secular, y político de los regímenes de transición democráticos caracterizados por la firma de acuerdos y de concesiones regionales para la explotación de los recursos no importa su destino global y económico. Lejos estamos entonces de consensos, quizás capitalistas donde el orden lo impone un sector del mundo y otros obedecen sin importar sus razones de obediencia.
Continua...