La democracia como un espejo perdido
Con la aparición de los modelos económicos y la supremacía de las potencias mundiales sobre todo en el comercio internacional de productos y servicios, al margen de las guerras y la violencia que se ejerce a través de los medios de comunicación, se ha empezado un ejercicio reflexivo por parte de filósofos e intelectuales en todo el mundo, después de caída de las Torres gemelas y un poco antes, su tarea ha consistido en repensar el momento histórico en la actualidad: para ello autores como Habermas, Negri y Michel Hardt; nos van a permitir reconocer cuáles son esos interrogantes que tienen la categoría o la influencia suficiente para que hoy día temas como: la guerra, el reconocimiento y las democracias liberales, sean vistas como los epicentros de donde se está generando un mar de intereses particulares por parte de las potencias mundiales. Estas potencias han desarrollado todo un mecanismo de relaciones que buscan implantar sistemas de gobierno tendientes a utilizar sus formas de pensamiento liberal con el único ánimo de entrelazar: economía, medios de comunicación y relaciones humanas al servicio de sus intereses particulares. De allí que Habermas vea en las diferencias de los agentes profundas desigualdades que: “solamente hay democracia si los ciudadanos, más allá de sus ideas y sus intereses particulares, pueden entenderse sobre proposiciones aceptadas sobre proposiciones aceptadas por todos” {La Política, p. 60}, estas proposiciones juegan en los discursos de habla un papel de carácter deliberativo, procesal, que solamente si se logran unidades de políticas fuertes entre los pueblos, podemos afianzar verdaderos sistemas de gobierno capaces de concentrar por fuera del interés capital un Estado que haga posible: “el compromiso, la tolerancia y el respeto a las minorías”{cf. La Política, p. 60}.
Sin embargo el caso de Colombia frente a las etnias, por citar un ejemplo, precisa de la constitución de 1991 una iteración entre lo que entendemos por “democracia”, o sea con la capacidad o la posibilidad que tienen los pueblos indígenas de elegir a sus gobernantes, con el exterminio de esas comunidades que precisamente el Estado “debe proteger” en todo el territorio nacional, es decir, asegurar un Estado en democracia obliga entonces, a propender por la seguridad del territorio que constituye el Estado como tal, o sea, territorio significa seguridad policial, y de ello la preservación de los recursos que los grupos económicos poseen en zonas donde existe riqueza minera o fuentes de agua. La democratización de los recursos naturales, los cuales están en zonas de resguardos, es por tanto, el principio de hegemonía que imparten los gobiernos de centro y de derecha, a la sociedad en general, bajo el amparo de los medios de comunicación, los cuales casi siempre se refieren a la bio-diversidad haciendo hincapié en las gran industria que se dedica a la explotación de los recursos del agua natural o mineral por ejemplo, como productos de consumo, donde el consumidor contribuye a la “responsabilidad-social” que el Estado ha dejado en manos de la gran industria para justificar finalmente una democratización de los recursos naturales al sector económico-consumista y publicitario.
El tamaño de la democracia depende entonces de la capacidad que tiene un sistema de gobierno de ejercer control desde las bases centrales de la institucionalidad pasando por el campo de la ideología, la cual casi siempre redunda en nuestra imposibilidad de instaurar un sistema nuestro de seguridad que no esté basando en modelos externos. Seguridad entendida, ya sea militarmente o desde la propiedad privada. Esto significa que los grupos minoritarios, los cuales lo son gracias a las distintas prácticas de control Estatal para asegurar los recursos a una capa social privilegiada, están siempre bajo el núcleo-panóptico del interés comercial y geográfico. La democracia funciona entonces como un murciélago que chupa metafísicamente la posibilidad de ser reconocidos como pieza fundamental en la estructuración del Estado a estas minorías, desconocer el pasado indígena, significa negar la posibilidad de sobrevivencia de cualquier cultura, lo anterior fragmenta el principio base de la fragmentada idea escatológica de la llamada vilmente “seguridad democrática” como una idea de identidad política, y esta a su vez se instaura en el seno de la propiedad privada; dar la cara a estos fundamentos formales de la autoridad militar no es otra cosa que ser victimas de la voracidad utilitarista e individualista en que la “democracia” colombiana busca someter a los grupos minoritarios a las exigencias del mercado y la moda.
Para autores como Negri y Hardt, este sistema de relaciones entre las potencias que unen sus esfuerzos en aras de constituirse como monopolios fuertes, dejando por fuera a la esfera política minoritaria, y al mismo tiempo al Estado subdesarrollado como espectro de una política ofrecida desde los laboratorios del poder militar extra-nacional. Sociedad y Estado entonces se convierte solo en un medio para fines ajenos a las voluntades particulares de pueblos indígenas, en nuestro caso, esto ha generado otro tipo de crisis que al igual que lo señala Habermas, crean profundas desigualdades, por tanto: “La crisis actual de la democracia tiene que ver no solo con la corrupción y la insuficiencia de sus instituciones y prácticas, sino también con el concepto mismo. En parte, esa crisis proviene de que no queda claro lo que significa la democracia en un mundo globalizado” {Negri y Hardt, p. 268}, la división reinante entre Estado y democracia, está a la base de que para la mayoría de los críticos, el ejercicio de los ciudadanos como piezas claves dentro del armazón Estatal no está siendo reconocida, es decir, el desconocimiento por parte de los agentes y el Estado es mutuo, aunque en la esfera de lo político se busque siempre empoderar las economías, con el atenuante de que un Estado fuerte y libre (soberano) puede brindar a sus ciudadanos mejor calidad de vida desde los bienes de consumo por ejemplo, pero a medida que se vende este tipo de ideas, el sistema democrático, como en el caso de los Estados Unidos, o países de corte social y liberal, se fragmenta, al tiempo que hace colapsar a quienes lo imitan mediocremente:
“Consideremos en primer lugar los argumentos socialdemócratas, según los cuales la globalización, definida por lo general en términos estrictamente económicos, debilita o amenaza la democracia. En esta línea se suele postular que, en interés de la democracia, los estados-nación deberían retirarse de entre las fuerzas de la globalización. En esta categoría figuran también las opiniones según las cuales la globalización económica es un mito, pero un mito cargado de una poderosa eficacia antidemocrática” {Negri y Hardt, p. 269}.
Por otro lado Habermas busca reconocer en este tipo de particularismos la posición que hay que precisamente sobrepasar, es decir, la idea autoritaria de cierto tipo de racionalismos de la democratización del derecho positivo en sistema instrumental para acercar cada vez más a las poblaciones indígenas a la corrupción de sus costumbres, y de eso modo poder eliminarnos política y étnicamente : “Estas son las dificultades que intenta superar Habermas; éste cree, además, en la posibilidad de encontrar lo universal en la comunicación a partir de las experiencias particulares alimentadas en el mundo cotidiano que viven los hombres, es decir, en su cultura” {La Política, p. 60}.
Si bien los sistemas de gobierno están a la búsqueda de salidas aparentes a los problemas que engendra la globalización, también es cierto que dicho interés radica principalmente en cómo solucionar problemas de tipo económicos esencialmente, aunque ello represente el descontento de sus ciudadanos, es decir, un doble espejo se nos presenta por ejemplo: “Frente a la crítica socialdemócrata de la globalización, pero todavía desde posturas políticas de izquierdas, tenemos el argumento cosmopolita liberal según el cual la globalización promueve la democracia” {Negri y Hardt, p. 270}, aquí radica el ejercicio al cual estos autores ponen en el ojo del huracán; en tanto que para ellos son los medios comunicativos los que sirven parcial o, directamente como argumentos de poder, hegemonización del capital finalmente sobre sus agentes, o sea, sobre la fuerzas de producción humana. En el caso de las grandes zonas ocupadas por las comunidades indígenas, se busca convertir esas áreas en sistemas de producción minera, turística y de investigación científica, minando así el recurso de la tradición y la atomización del origen en un simple pentagrama de la políticas globales, degenerando en el reordenamiento de los recursos naturales en simple monopolio de la gran industria global.
Si bien la democracia es el ejercicio de la política en todos sus niveles, generalmente, o actualmente en el caso de los Estados Unidos, Canadá, Europa etc. se percibe como la tras-humanización del poder del capital en un agente con conciencia propia, el cual es capaz de regular la vida de los pueblos, y lo convierte en un sistema que produce servicios que las personas consideran intrínsecos a ellos, y hacen creer desde el imaginario colectivo, a esos colonizadores industrializados, que son los dueños de esos recursos que precisamente involucran la estabilidad planetaria de todos los seres que la componen. En el sentido de que esos sistemas desarrollados asocian libertades individuales con trabajo, o en el peor de los casos con tenencia de riquezas materiales: “Esta posición, omnipresente en los grandes medios de comunicación, suele sostener que la globalización fomenta la democracia porque la hegemonía estadounidense y el dominio cada vez más amplio del capital implican, en sí mismos, la expansión de la democracia”{Negri y Hardt, p. 271}, vemos entonces hasta donde el sentido de demócrata implica ciertos rasgos, que nada tienen que ver con lo político propiamente, sino que se estructura en la fuerza del capital como el ejercicio del ciudadano frente a su comunidad, pareciera que los ejercicios de habla y comunicación caso de la política finalmente, estuviesen matizados por el avance del capital, es decir, mientras una comunidad no tenga suficiente flujo de capital, el concepto de democracia estaría blindado para ellos, en este respecto Habermas “Fundamenta que para que exista algún tipo de cumplimiento de las exigencias ideales del lenguaje y de una posible presunción relativa a los problemas público-estatales, es pertinente reconocer que para que exista salidas políticas, es necesario hacer uso en parte de la racionalidad existente”{cf. La Política, p. 61}.
Con el tiempo los procesos globales han ido permeando el horizonte de la voz pública, tal dificultad de los procesos históricos en cuantos sistemas de relaciones por medio del lenguaje o los ejercicios discursivos, “Habermas cree en el desarrollo de un proceso discursivo-procedimental, en los ejercicios democráticos de las ciencias y la filosofía política, con ello cree Habermas plenamente que se pueden constituir una sociedad holística, capaz de centrarse en la esfera de la opinión pública, con una visión de conjunto compelida y competente, en aras de centrar tanto un proceso democrático, como un programa lingüístico comunicativo, de corte neutral, por parte de una comunidad especifica”{Cf. La Política, p. 61}, para éste autor es claro que no se debe confundir los escenarios, por un lado de la política y por el otro el de las fuerzas del poder establecidas por un Estado. Tales cuestionamientos comunican que la guerra sólo busca establecerse por medio de principios liberales, o políticas conservadoras, ambas están hoy día subyacente en los medios económicos, propios estos de las corrientes globalizantes, que más que un estado de cosas, son más bien un sistema que intenta regular por medio de bloques o capas: el mundo. Pues, han usado como caballito de batalla un ideal, democrático, aunque:
“la democracia no es el simple rostro político del capitalismo, ni un régimen de elites burocráticas. Ni tampoco resulta de las intervenciones militares que se traducen en cambios de régimen, ni de ningún otro de los diferentes modelos actuales de , que generalmente se sustentan en algún tipo de caudillismo latinoamericano y que han demostrado ser más eficaces para crear nuevas oligarquías que sistemas democráticos”
La cuestión que se devela de todo este aculturamiento global, es la face crítica que hay detrás del régimen totalitario y económico a saber: que como imágenes representativas de la legitimidad de un Estado frente a otro, se quiere instituir medios de coerción, con el viejo pretexto de salvaguardar la integridad de unos, a costa de otros, este es en primer momento lo que considero como un sistema de valores, que la nueva política liberal viene imponiendo a los gobiernos, o que los sistemas globales se alían con los distintos Estados para ejercer control y desarrollo sostenibles para sus economías, en segunda instancia, las sociedades deben convivir en medio de las diferencias, porque detrás de las dificultades se encuentran los peligros por ejemplo que los bloques de amigo/enemigo hacen para ejercer violencia, para desplegar control y dispositivos de manipulación política y económica a gran escala, Estados Unidos o la Unión Europea por ejemplo, frente a la comunidad asiática en la guerra por los mercados, o la institución de políticas armamentista con la figura de que están ubicados en la categoría de eje del mal, mueven todo su aparato militar para ganar espacios en la repartición geopolítica del mundo; de ahí que para los gobiernos liberales tales políticas del reconocimiento están fundadas en el sentido de amigo/enemigo en ese orden de ideas: “La democracia pura tal vez resulte atractiva en teoría, reza este argumento, pero es relativamente débil en la práctica. Solo combinando la democracia y la representación se obtiene una sustancia lo bastante estable y resistente, más o menos como cuando se mezcla el hierro con el carbono para obtener el acero” {Negri y Hardt, p. 282}.
El estructuramiento de los mercados cada vez involucran más a los sectores geográficos que durante siglos están habitados por comunidades que se resisten a la devastación del medio en que viven. Y que para desgracia de ellos y de todos están poblados de recursos mineros necesarios para el avance de la industria militar, comercial y técnica. Dicha sustancia que permite que la democracia se amalgame con la representación como elemento necesario de la tabla periódica de la historia, en el caso de Colombia, está o lo vemos en el necesario avance de la fuerza militar en los territorios que siguen ocupados por los grupos armados ilegales, los cuales son un tropiezo en la toma de poder de las regiones y los recursos que ellas poseen y que son necesarios para las comunidades científicas y económicas de las potencias europeas. Es decir, dicha sustancia no es otra cosa que el control militar, secular, y político de los regímenes de transición democráticos caracterizados por la firma de acuerdos y de concesiones regionales para la explotación de los recursos no importa su destino global y económico. Lejos estamos entonces de consensos, quizás capitalistas donde el orden lo impone un sector del mundo y otros obedecen sin importar sus razones de obediencia.
Continua...
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