martes, 12 de abril de 2011

A PROPÓSITO DE: ¿DÓNDE ESTÁN LOS FILÓSOFOS?

¿Hermeneutas o argonautas de la filosofía?




Y ¿Dónde están los filósofos?, suena a lo mismo que decir o preguntar y ¿Dónde está la constitucionalidad?, o la democracia, o los dineros del fisco nacional, o los responsables de los crímenes de lesa humanidad, o los bárbaros del paramilitarismo o las guerrillas los cuales se han ido más allá de los límites de lo tolerable, aunque en el juego de la guerra no hay nada que tolerar.

Todo esto viene a cuento porque en la edición Nº 66 de la Revista Arcadia se tomaron el trabajo de buscar en sus madrigueras, u oseras académicas a lo más versado de la filosofía colombiana, y uno de ellos el primero de la lista da una respuesta que más parece un responsorio religioso que una postura sería frente a la realidad que debe asumir cualquier persona docta o no, y es ¿cuál es nuestro papel dentro de los límites de lo razonable en la “democracia” más antigua del mundo?, [Me refiero a la colombiana por supuesto]; aunque la respuesta dada por este fulano deja en perplejidad al más agnóstico, pues, no es más que los monosílabos de un lisiado, o un entristecido por aquello que se le sale de la cabeza, o no le cabe en ella, rayando en la indecencia y el indecoro.

La pregunta deja abierta la discusión. Además permite colegir los abismos que encarna el ser del sujeto en cuestión, es decir, el precipicio de lo irreconocible nos sumerge en las aguas de lo abstracto y lo concreto de la realidad colombiana. El fuego de la acción en tanto que posibilidad de ahondar en la cuestión de los principios de la razón como espíteme de la correlación entre el mundo y la vacuidad de la que surgen junto con los fantasmas de sí se puede hablar de filosofía en Latinoamérica, nos es otra cosa que el imaginario colectivo del que filósofo es un personaje extraño a su mundo, a su medio, a su raíz latina o sudamericana, es decir, un tipo de dandi mal vestido, de barbas ampulosas, bufanda, y paraguas a desmedro de lo inglés.

Deja claro además el por qué y el para qué de una nueva forma de asumir la postura filosófica del sujeto colombiano. Pues, se le es más fácil entablar una especie de idolatría adánica o judaica donde los salones de clase son el templo donde se rinde culto a la masa del pensamiento forjado en los albores de la cultura griega, medieval y finalmente de Europa.

Este tipo de conducta entraña (me refiero a la del filosofo ausente) el fenómeno de la mutabilidad de conciencia al tomar como propia las teorías que fueron elaboradas bajo el sustento de las ciencias europeas, y con el ingrediente final de la concepción religiosa de los padres de la iglesia católica, guardianes por excelencia de la industria universitaria en casi todos los países latinoamericanos, o lo que viene a ser lo mismo un acéfalo que repite a pie juntillas un colosal responsorio de elucubraciones dignas de un poseído por los demonios de la ciencia y la fe el cual jadea como un demente que ve a Dios y sale energumeneizado por su resplandor, y grita babeante soy: FILÓSOFO,-tamaña bellaquería digo yo.

Tal pesadez de pensamiento (mirar a Europa aún con un caleidoscopio de servilismos doctrinario) nutre el alma y las articulaciones de los procesos de cognición de la vasta comunidad colombiana que asume como principios los cánones forjados a fuego y sangre por los artífices de las políticas sociales y globales del mundo contemporáneo, los cuales están en estrecha relación con el animismo filosófico de las goteras que serpentean el horizonte del mundo actual. De ahí que la postura del filósofo no es otra cosa que la de un individuo inexpresivo en su conciencia, en su amor de sí, y en su vanidad epistemológica que lo subyuga y lo sesga a la hora de asumir roles políticos y humanos.

Si doscientos años de penurias existenciales y normativas luego de la mal llamada libertad de los pueblos amerindios, no son suficiente material de trabajo para que nuestros filósofos esculpidos en los talleres de la santa y docta humanidad académica estallen –ellos– sus cerebros abombados contra los muros de la realidad actual y pasada, entonces que le piquen caña para que mastiquen hasta más no joder sus profundas doctrinas del saber, o que hagan más bien lo que hizo el poeta rupestre de José Asunción Silva cuando regresó de la París de impresionistas y artistas de alto turmequé, a las desoladas callejas de la Bogotá andina y colonial.

Es decir, que se fusilen así mismos enterrando sus cabezas en el cieno de los Crímenes de Estado, desplazamiento, corrupción, asesinato de líderes y periodistas, guerra entre partidos, narcotráfico, delincuencia juvenil, prostitución infantil, paramilitarismo, mala educación, guerrillas, gobierno de familias y banqueros, políticas de estado, presidentes asesinos e intervencionismo extranjero, puesto que algo así hizo temblar los intestinos del mismísimo Emmanuelito Kant, y vea lo que parió: la luz perpetua de la razón. ¡Ea! Pues, despertaos, que la partera del mundo os reclama mis filosofitos de papel.

El ruido de la luz-filosófica en cabeza de estos filósofos se convierte en un río que zarandea el aljibe que engulle y encierra las ideas, motivando la creencia de que la practicidad-lógica del hombre europeo corre por su espíritu aborigen. La cuestión radica en cómo romper en dos el constructo fálico de toda la literatura filosófica que se esparce como pandemia intelectual en todos los salones perfumados de las elites filosóficas en Colombia, –bueno si es que tal cosa existe acá–; tal ruptura presupone salir del aclimatamiento al cual están acostumbrado estos filosofastros, pues, además suelen ellos (los filósofos) mirar de reojo, o lo que es peor a nutrir en los cerebros de sus estudiantes la masa de caracteres estilísticos desde los presocráticos hasta Ralws y Habermas, –bueno– me detengo en estos últimos porque encarnan el tumor de la libertad y la democracia que añoran los hijos de la miseria y el abandono en que nos tiene la nueva social-democracia-utilitarista-liberal y global; y una vez salen de sus sarcófagos institucionales estos filósofos van a las calles, y no son más que un punto en el grueso populacho que llegan a sus casas a interactuar con el mejor amigo del hombre: el televisor. O en el peor de los casos a cantaletear a sus mujeres con sus logros ideológicos e idiomáticos.

Para terminar puesto que esto es un Blog, se toma muchas veces el rol del filósofo al modo de un elemento singular el cual busca dentro de sus limitaciones: espacios, formas, lenguaje, metáfora, pesadez, locura, amor, odio, fe, silencio, perpetuidad, desaire, milagros, vértigo, oscuridad, risa, amargura o una relación quizás más ligada a la acción, a la participación de las coyunturas que amacizan la posibilidad de pensar nuestra historia, su peligro radica en que busca todo lo anterior en los confines de los textos, los inter-textos, la exégesis, la lógica, en la descripciones fenomenológicas del primer y segundo Heidegger por citar a alguien, mientras la vida se les descuelga de las vísceras al seno de la nada.

Se les busca al menos para gritarles que hacen rumiando aquello que les envenena el alma. Y aún así quedamos en las mismas con la pregunta sin resolver, ¿y dónde están los filósofos?; por de pronto jugando a las escondidas con el Δαίμων de la verdad, de la ciencia y del ser. Seres incapaces de lo trágico y mucho menos de la poética, quizás por ello nos es más fácil hablar de hermeneutas que de argonautas de la filosofía en Colombia.

1 comentario:

  1. Yolanda Gutierrez López12 de abril de 2011, 18:44

    digno de ti Ariel Parra , a ver si nos sacudes los cojones y comprendemos algún día que nuestra omisión ha sido más determinante que cualquier otra intención

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