sábado, 19 de abril de 2014

LOS DESIGNIOS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUE


Corría el año 1987 cuando llegó a mis manos gracias a Luis Eduardo Ferreira la novela de García Márquez “El Amor en los Tiempos del Cólera”, eran los tiempos de las marchas campesinas, de los secuestros de la guerrilla, de los burros cargados de leña, de las noticias a blanco y negro porque el único televisor que había en la cuadra donde vivía era un International de 14”, y allí íbamos a parar todos los que no teníamos el aparato ese de los mil demonios como decía mi abuela. En mi pueblo abundaban por aquel entonces personajes del realismo mágico como si hubiesen sido paridos por una realidad hecha de jirones literarios o mejor aún hechos de una historia de augurios y designios imaginarios, como si todos los hombres del caribe nuestro fueran la raíz de un mismo árbol arquetípico y misterioso. Por mis manos habían pasado ya la Hojarasca, el Coronel no tiene quien le escriba, el Otoño del patriarca, y me aprestaba a leer Cien años soledad, cuando el viejo Julián Cárcamo hijo de estas tierras y quien sin saberlo me suministraba sus libros de su pequeña biblioteca, gracias a las peripecias de Luis Ferreira, me dijo en tono altisonante después de escucharme hablar de los pormenores del "Amor en los tiempos del cólera": “Mira muchacho, no sigas leyendo a ese farsante, a ese que se largó de su tierra, y lo único que nos ha dejado a parte de sus libros, son sus ideas revolucionarias”, desde entonces tuvo que pasar casi doce años para que llegara a mis manos Cien años de soledad, ya vivía por aquel entonces en Bogotá.

Como hombre caribe sólo puedo expresar un profundo respeto por García Márquez, un mítico hombre, de crianza solariega y compleja, las horas eternas de su infancia demuestran hasta donde el influjo de sus abuelos sembró en él la nostalgia por el pasado y las quimeras por el futuro. Vine a dimensionar quién era Gabo cuando lejos de mi tierra alterné la historia, la filosofía y la literatura, desde entonces un fuego costeño invade mi alma y mis principios humanísticos, la brasa de la historia de los desterrados quema mi conciencia y también mi espíritu, pues Colombia es el país perfecto, donde existe la dictadura más larga de toda la historia reciente del mundo amerindio, por ello en la obra de García Márquez se esconde todos los arquetipos de los sistemas de poder que han dominado el espacio Latinoamericano en los últimos doscientos años de nuestra historia próxima y pasada. Y como alguna vez nos decía un viejo profesor de griego y latín, "García Márquez es un pésimo lector en voz alta, pero un genio que hizo literatura de la nada". Y cómo genio se tiene que reconocer a quien en la distancia forjó un premio nobel de literatura, el cual pasaran los siglos de los siglos para que algo como eso vuelva a ocurrir, y quizás para entonces ya no habrá mundo y si lo hay no existirán las bibliotecas que nos recuerden que era eso de tener un premio nobel en la familia costeña.

Todos los hombres buscan tener un punto de apoyo para crearse un laberinto de recuerdos y de sucesos que los blinden del olvido, García Márquez logró crear un mundo de fantasmagorías plenas, de artificios que nutren el alma de una sociedad decadente y olvidadiza, él llenó de maravillas un sistema de cosas que modelan el inconsciente colectivo, profetizó sobre el imaginario de una raza que fue mezclándose hasta convertirse en vendedores de sus propias infamias, el hombre caribe en su naturaleza busca escapar de todos esos maleficios que le trajo el desarrollo de las multinacionales, sin embargo el nuevo hombre hecho a imagen y semejanza de las telenovelas, los seriados, el cine gringo y los realitys va decayendo en su fuerza espiritual, vive de la minería y los espasmos de la agricultura, sin embargo sobrevive la imaginación y la narrativa como propio de su naturaleza africana y musical. Los hijos de Gabo, son todos a quienes él influyó con su realismo mágico, empero en el horizonte de la región caribe se sigue viviendo de un realismo que desborda todas las industrias culturales que existen en los museos del mundo occidental, la hipérbole es nuestra por antonomasia, y de hipérboles están hechas las historias narradas por Gabo, y de hipérbaton están hechas las infamias que han proliferados desde las familias que gobiernan este país.

Para terminar cabe decir, que Gabriel José de la Concordia García Márquez, fue el resultado de la mezcla típica de un arroz con coco, pescado y yuca frita, o sea, una mezcla de Faulkner, Sófocles y Kafka, hoy de nuevo tenemos que volcar los ojos y los oídos a releer la obra de Márquez para desaforarnos más en este diluvio de necedades existenciales que nos nutren en la desdicha, el robo y la avaricia de quienes nos dirigen y administran, esos que desterraron a Gabo en el gobierno de Julio Cesar Turbay Ayala nos matan y nos confinan a la miseria de no saber nada de nada, hoy nuestros jóvenes saben más de Lady Gaga, Justin Bieber o Madonna que de García Márquez, porque nuestras consciencias viajan en un mar de estupideces materiales, en un océano de mediocridad nacional que vemos en los colores de una bandera que nos representa en un nacionalismo a ultranza de la guerra y la violencia que nos cobija. Basta de remiendos históricos y descompongamos al menos nuestras conciencias y dejemos volar las mariposas de la vida y de la muerte, volvamos a nuestros viejos pasos de hombres de fuego, arena y aire, volvamos a ser colombianos por primera vez, no esperemos la muerte de los patriarcas para entender que mal estamos moral y políticamente. 

1 comentario:

  1. Me gustó el artículo. Frases como "la brasa de la historia de los desterrados quema mi conciencia", le dan un gran cariz poético. A quienes sentimos con pesadumbre el dolor de ser colombianos y la desazón por lo que acontece en nuestro país, entendemos el alcance de tal afirmación. Además en el texto, están presentes el espíritu reflexivo y crítico, que no han de faltar en aquellos que se alimentan de las buenas letras y el arte.

    De otra parte, está el aire bromista y alegre, que también habita el texto, tal como ocurre en nuestra condenada tierra donde coexisten la muerte y el desarraigo junto al jolgorio y la jarana. Así, resulta desconcertante y, a la vez, ingenieosa y divertida la relación entre el arroz con coco, el pescado y la yuca frita, con autores como Faulkner, Sófocles y Kafka. Confieso que me desternillé de risa, aún sin comprender la relación.

    Es un buen ejercicio de escritura que alienta a la lectura y a la escritura misma. Con razón, Gabo afirmó que si hubo millones de lectores de Cien años de soledad en lengua castellana, ello no representa millones de homenajes al escritor, sino la demostración irrefutable de que hay gran cantidad de personas esperando el alimento de esas buenas letras en nuestra lengua.

    Reciban un cálido saludo.
    Julieta C.G.

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