viernes, 5 de diciembre de 2014

LOS PIES DE VACA






Empezar un escrito demanda “horas” de análisis, pues hay que sopesar las palabras y los vocablos que mejor se aproximen al propósito de un pequeño escrito como este, hoy quiero hablarles de un escritor de la Región Caribe, me refiero a Andrés Camacho García, un amigo que en la soledad y práctica de historiador ha publicado un nuevo libro que por su nombre deja al menos la falaz idea de ser un arquetipo de los sueños de un joven que narra la vida de sus antecesores con un esmero de picapedrero ancestral: Los Pies de Vaca y otros fragmentos biográficos son la génesis de una cosmogonía, nueva, distinta, recién salida de las entrañas de un universo de cosas que hoy día muy pocos se detienen a pensar. La obra por demás narra y vuelve sobre lo narrado como una metáfora enigmática de un hombre que enfrenta al “diablo” con sus propios pies, pies que son aún más poderosos que los mismísimos pies de Hermes Trigemisto el emisario de los Dioses y mercaderes, que según describen los rapsodas Hermes podía volar por los aires, yendo de aquí para allá, en nuestro caso, lo original de Vaca es que usa sus pies para sacar a patadas del patio de su casa y de su vida al “demonio”, “a pata limpia como se dice por acá”.

Andrés Camacho García divide su obra en dos momentos, en un primero momento los jóvenes de un colegio del corregimiento de Sabanagrande Cesar sirven como una excusa para extender el aula de clases más allá de los límites de la frontera invisible que existe entre el mundo real y las aulas de clases, epicentros estas de la disciplina y el enfrascamiento intelectual al cual son sometidos semana, tras semana, todos los estudiantes del mundo. Y de un conversatorio imaginado en uno de sus tantos encuentros con Rolando Zúñiga, surge entonces, la idea de hacer un trabajo de pesquisa a un personaje que por su historia y enigmas bien merecían un encuentro para ver qué historia podía emerger de los “pies de Vaca”; allí se narra de forma secuencial si se quiere a modo de gramófono que suena intermitentemente las aventuras de dicho personaje con las fuerzas del más allá, aunque en el fondo eso sólo sirve como una excusa para ir al traspatio de una región que por su anatomía geográfica esconde mucho más secretos que los mismísimos pies de Vaca.

Y en un segundo momento dentro del mismo libro se encuentra uno con la historia que nuestros jóvenes, niños, niñas, ancianos, hombres y mujeres necesitan saber, reconocer, esculcar, nadar, sopesar, dimensionar, escuchar de nuevo, es la historia de nuestros orígenes, de quiénes somos, es la vuelta de tuerca de quien busca afanosamente el último puente colgante de una realidad que se despedaza con el tiempo, con las horas, con el ir y venir de los avances desarrollista de la cultura caribe. Allí, al igual que en la genealogía de los hebreos todos tenemos un principio, una rama que nos sostiene y nos indica el camino que tuvimos que recorrer para estar hoy de pie frente a nuestro presente distante. Es casi una necesidad, un imperativo que este tipo de obras se institucionalicen como argamasa para que los que dictan “ciencias sociales” vean allí el principio del fin de nuestra cultura, y el comienzo de una simbiosis de espectros históricos donde estamos más desorientados que nunca.

Cuando uno revisa la historia de las civilizaciones, por ejemplo, la de Roma, la de Grecia, la Mesopotámica, la aramea, la egipcia, la de China pasando por todas sus dinastías, por Genghis Khan, o por la estela de muerte que dejo la Fiebre amarilla en más de medio siglo (XIII); encuentra en ellas el mismo patrón universal: los ríos como fuente y horizonte de la vida comercial. Los puertos, son los epicentros de los primeros que se atrevieron a crear economías de la nada, los Chinos se abrieron al mundo gracias a la ruta de la seda, los de Mesopotamia gracias al rio Tigris y Éufrates, así las cosas, las regiones bajas del Centro del departamento del Cesar (Región Caribe, Colombia) también se fundaron y desarrollaron gracias a los ríos Magdalena, Cesar y Animito, a la Ciénega de la Zapatosa, a los playones, al puerto de Saloa, al Banco Magdalena, al comercio del ganado, desde allí es donde el maestro de sociales tiene que darle al estudiante el contexto como dice Rodolfo Ginas, y dejar el contenido a los recetarios bíblicos de la historia global que hoy día a los muchachos pocos les interesa.

Se necesita mirar la historia con ojos de un narrador de cuentos, de poseía, de canciones que embriaguen el alma de quien ya no quiere ir más allá de los iconos de los Smart Phone, de los Wasap, de las interminables secuencias infinitas de imágenes que brotan como verdaderas “Flores del Mal” de los muros de Facebook; hay mucho que contar de nuestros pasado próximo y lejano, tenemos que confesarnos todos nuestros secretos cósmicos e históricos, y como “docentes” nos estamos dejando triturar por el aliento pestilente de la modorra académica, de la pereza estudiantil, del matoneo, del bulín, de los malos salarios, de la internet, de la pesadez histórica, de la cerveza como decía Nietzsche, de la  flojera como decía mi abuela. De allí que los invito a mirar la historia con los ojos de quien busca tesoros donde los corsarios de la economía actual sólo ven ruinas, y creo que para todo el mundo bien le viene tener “Los pies de Vaca” para patear todo el mal que hemos desarrollado desde la “conquista” o las "invasiones bárbaras” en américa.

A todos aquellos que ven en la historia una posibilidad siempre de contar cosas, es bueno que nos dejemos sorprender por la cantidad de árboles nativos, de especies, de animales, de ríos y quebradas que ya nunca volverá a parir la tierra del buen Dios, en esta región milagrosa, y darnos cuenta como el Cambio Climático no es un chiste contado por los señores de las Naciones Unidas, o los inofensivos creyentes de Green Peace; los instigo a hacerse con el Libro de Andrés Camacho García, como un acto simbólico de fe, en nuestras propias costumbres y maneras de comunicarnos aquello que siempre está oculto en la memoria de quienes hicieron posible caseríos como: El Mamey, Hojancho, Chinela, Barrio Acosta, Saloa, o de  Champan con su historia milenaria que de un modo u otro han hecho posible el Museo Arqueológico de Curumaní: MACU.