Seguramente en este momento, no tengo el criterio para definir la cosa del Secuestro, pero aún así voy a correr el riesgo de hablar de algo que nunca he padecido, al menos de la forma cruel y asquerosa como se ha establecido en Colombia. Esta forma de tortura para familiares y cercanos o para quienes lo han enfrentado, se resumen en cuasi-trágico. Actualmente se desconocen las cifras exactas, sin embargo se tiene pleno conocimiento del número de militares y de algunos civiles los cuales se descomponen en todos los sentidos en las abruptas selvas colombianas. Todos ellos bajo el manto intimidador, ideológico y militar de las Farc, el gobierno y la sociedad civil. Una cosa es clara, y es que quien elige, o se deja elegir para hacer uso de las armas en cualquiera de sus formas, siempre tendrá o correrá el riesgo de morir, o sufrir sus consecuencias. Pero lo que hemos y estamos haciendo todos al permitir que estas personas, más allá de sus condiciones de vida, estén mendigando tanto al Estado, como a estos grupos armados, una salida urgente, “Ya”, como dicen a este fenómeno, nos demuestra hasta donde, la camarilla de ambos bandos juegan con los intestinos y corazones de padres e hijos de estos secuestrados. De allí, de que todos son medios de sus propios fines.
Mujeres y niños son definitivamente los que mueven la descarnada conciencia de un país que optó, por engendrar guerrillas, paramilitares, narcotráfico, delincuencia común, corrupción e iglesias de todo tipo. Estás últimas han asumido el rol de pararrayos de la soledad, y la miseria que produce este tipo de táctica militar, sicológica y moral, usada por todos los actores armados, legales o ilegales: el secuestro. Todos tenemos nuestras mentes y conciencias secuestradas. Rogamos a Dios, a los poderosos del mundo para que cese la violencia, y finalmente deseamos escudarnos en los dispositivos de poder, o en las conductas que legitimamos aceptando como verdades las ideas que universalizan la moral de un país lleno de demonios ideológicos como el Estado colombiano. El hilo de Ariadna se debilita cada vez que la institucionalidad saca a relucir sus códigos emancipatorios, y la persona que está dentro de la Jaula del secuestro se convierte en pieza del gran rompecabezas de lo que Estados Unidos denomina “Estabilización y Desarrollo”, un programa que sólo busca ensanchar las teorías de policías y ladrones, a usanza del narco-trafico-terrorista.
Las huellas del secuestro en América Latina se fortalecen dentro las estadísticas que los gobiernos han usado como un mecanismo de presión para que las guerrillas opten por una salida negociada sin condiciones. Es decir, el hecho de que existan secuestrados es un beneficio político y sirve como táctica sicológica donde el sujeto colectivizado es agenciado, lo anterior permite delimitar zonas geográficas y estratégicas para que la economía Licita” o “Ilícita” fluya. Pues, el flujo de mercancías dentro de la gran manzana social, se equipara al desarrollo que según Mrs. Hegel se da gracias a que la guerra es la gran partera del mundo, sin mencionar la metafísica caníbal según la cual el esclavo se reafirma en el amo y viceversa. Que mejor ensoñación que estas dos formulitas; para que ahora salgamos a decir que la sociedad se reafirma en la corrupción pos-ideológica de la economía del cadáver que empuña las armas a derecha e izquierda, reafirmando la necesidad de un Estado limitado por la fronteras del bien común, de ahí que en cada elección o reelección, bendita es la democracia, y maldita la idea que se interponga.
El secuestro como maquina de poder, o lo que Hannah Arendt califica de tanques en las construcciones políticas, no es otra cosa, que la verdad en sentido extra-conceptual, es decir, que el Estado como verdad determina la base social para que las ideas se instituyan en mecanismos donde los regímenes democráticos mueven la industria propagandística del mal en contrasentido de la razón instrumental del sujeto contra-revolucionario o subversivo. De ahí que el secuestro siga siendo el justo medio donde las mafias de la diplomacia hacen del malhechor el judas redimido que subyuga la voz que acusa, no en vano los mercaderes de la muerte ponen y quitan gobiernos. En ese sentido la guerrilla y el paramilitarismo son los medios para que los grandes grupos sociales y económicos sigan gobernando, mientras tanto el soldado, el policía, el paramilitar, el guerrillero y el delincuente común, conforman la base de coca que sirve como alucinógeno para que el cachorro del león y el cervatillo duerman en el regazo del lobo que los acoge como víctimas y victimarios. Y mientras tanto las empresas que fabrican veladoras y armas ruegan para que el diablo no nos vuelva gallinazos que picoteen por fin el espinazo de Dios.
Julio de 2011.
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