miércoles, 12 de octubre de 2011

LA ELIMINACIÓN DEL HOMBRE EN LA SOCIEDAD MORAL Y POSMORAL


En la actualidad parece que nos encaminamos a una manifestación ética completamente apolítica o antipolítica. La cultura del ahora, centrada en la satisfacción inconclusa de los placeres y las necesidades, deja de lado cualquier interés a posteriori. El desplazamiento del deber con un fin teleológico, por el deber de un individuo autónomo, centrado en un sujeto burgués desde el siglo XVIII ha sentado las bases para el modelo de individuo que de la mano con los factores y dinámicas económicas se ha venido constituyendo. Esa ética cuyo fin es el individuo humano, si bien es cierto, tiene una pretensión abstracta: lo humano, conduce no a lo que el filósofo alemán creyó. El proceso se invirtió y lo que era un fin se volvió un medio. ¿Qué factores incidieron en el cambio? ¿Cómo se desarrolló una pretensión universal de una ética que tenía como eje el individuo?
Ese individuo dentro del modelo democrático nacido en la modernidad constituye la esencia de los fenómenos actuales. El final del deber se dio hace mucho, los hombres de espíritu liberal trasladaron el deber de lugar. Es claro que tales hombres dieron forma a una república cuyo centro o núcleo es la economía y, ésta regula la forma como los individuos de una sociedad se manifiestan. La conducta, las costumbres, los hábitos son regulados por la economía. Los hombres hacen del mercado su lugar público, por ende son mercancías, oferentes y demandantes. En la sociedad actual el hombre juega ese papel tripartita. Por un lado es un objeto que satisface una necesidad, por otro, un agente que ofrece la satisfacción y, por último, quien satisface la necesidad al obtener el objeto.
De este modo, lo que tenemos es una ética del mercado. El deber se remite a una dinámica económica, donde la dialéctica que se despliega termina con una constante negación del hombre. Precisamente porque en ese sentido humano – racional del hombre, se excluye y se convierte a la mayoría en la palanca de Arquímedes que mueve el mundo de la mercancía, donde el hombre es una mercancía más. Lo anterior se da porque mientras la clase burgués construye una ética laica, donde el individuo liberal es su objetivo; el pueblo tiene una ética religiosa donde el objetivo es el más allá que la religión le plantea. En ese sentido los segundos sufren en este mundo para gozar en el otro, mientras que los primeros disfrutan de la seguridad de esta vida, usando al pueblo para la consecución de sus fines. ¿Existe en esta dialéctica una afirmación del esclavo en el amo?
Si antes el discurso moralizante era instaurado en la sociedad por la religión en las escuelas, o las universidades, ahora el papel moralizante se hace a partir de la pantalla. La publicidad es la forma de expansión de la nueva moral, que bajo el paradigma del individuo liberal universaliza una democracia del mercado. Lo que se tiene entonces es un mercado “democrático”. La relación política de los hombres es remplazada por una relación comercial, no en vano el surgimiento de contratos, letras de cambio y, toda una serie de documentos legales, que dan forma a un Estado burocrático, cuya función es el monopolio de la violencia y la administración legal de las relaciones económicas entre sus individuos. En pocas palabras, el Estado defiende la propiedad privada que es lo relevante en la ética del individuo racional moderno.
En este sentido, se da una relación moral doble. La lucha contra la inmoralidad del pueblo, tiene como fundamento introducirlo en la dinámica moral de la burguesía, la felicidad como discurso y el trabajo como forma de alcanzarlo, es el método que se usará para llevar a los hombres a la producción. De allí que las instituciones moralizantes en la secularización de la moral pasen de la promesa de salvación, a tener como objetivo la salubridad democrática. De esta forma, la salubridad democrática, construye un cuidado de sí, donde el cuerpo toma relevancia, ya que es no sólo una fuerza productiva sino también un mercado de consumo.
Al decir de Lipovetski, la sociedad del posdeber superficializa la realidad, los problemas sociales, incluso el mal cae en lo superficial gracias al espectáculo. El sujeto neoliberal enraizado en el individualismo liberal crea una cultura de la felicidad subjetiva. Afirma una democracia individual donde no hay cabida para la comunidad. La proliferación de lo sensacional, del espectáculo, del show, ficcionaliza los problemas, los reduce a diversión. Incluso una masacre, una invasión de un país a otro, es vista como una película que lo aleja de la realidad circundante del individuo feliz. De esta forma, los medios con sus shows y la publicidad legitiman la violencia de la sociedad posmoral.
¿Dónde queda la responsabilidad y la culpa en la sociedad posmoral? Un sujeto que se virtualiza en el mundo es lo que ha ido creciendo en los últimos tiempos. El sujeto neoliberal tiene una conciencia light, que se acomoda al interés de la acción, sin importar las consecuencias. Se desarrolla una superficialidad del mal, que posibilita procesos globalizantes donde la violencia se hace presente. ¿Era acaso esa la pretensión de la modernidad? ¿Es esa la subjetividad que un mercado político con origen en la burguesía moderna requiere y por lo tanto ha venido construyendo?

2 comentarios:

  1. Interesante posteo. No era esa creo yo la intención liberal burguesa. Pero creo que Nietzsche lo advirtió muy bien al hablar del "último hombre" y del galopante despliegue del nihilismo reactivo. Tal vez a los teóricos liberales, que muy vivos siguen estando, se les olvidó leer a Nietzsche, o en sus respectivas Universidades no lo decidieron incluir en el programa.

    Un abrazo!
    R.P.

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  2. Sí, estoy de acuerdo con las aproximaciones del texto. También creo que la cuestión tiene que ver con el nihilismo reactivo, en el sentido de que todos los presupuestos del nuevo y viejo liberalismo coinciden o convergen en la sociedad de control, o las sociedades de dominio a las que quizás se refiere Weber, sin embargo creo que tanto lo moral como lo religioso, e incluso lo económico,tienen para mí otra sombra,por ello creo que todo en la raza humana es instintivo, depredador, y no tiene que ver con un plan o una estrategia política o global, es simplemente un reduccionismo de su capacidad de destructiva dentro de lo productivo, lo que hace que el espectáculo global cobre sentido, es decir, estamos frente a un ser babélico capaz de sobrepasar su propia sombra y todos los mitos yuxtapuestos de la razón, por ejemplo el "el amor por el Otro, Jesús" y la "ética, digamos griega", del sujeto político dentro de la polis.Elevamos demasiado la fe,y nos cortamos al final con las púas que separan a bestias y demonios.

    Saludos...

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