viernes, 30 de septiembre de 2011

LAS TORRES GEMELAS Y EL RUBOR PARA SEÑORAS

En días pasados se cumplieron los memorables diez años de la caída, o falso atentado “terrorista de las llamadas torres gemelas”, según los expertos, este es considerado el acontecimiento que cambio la historia del mundo. Seguramente si Schopenhauer estuviese vivo diría más o menos lo siguiente: “acaso este no es el mejor mundo de lo posibles”, luego reiría hasta que las ultimas pelusas de la filosofía caigan sobre las tumbas inéditas de los payasos sociales que murieron en Manhattan. Y cuando digo pelo, pelusas, crines, mechones, jirones, o hasta flecos o retazos del saber más antiguo me refiero quizás a los doctos filósofos que en su momento escupieron conceptos como engendros biliosos sobre lo que significaba para el mundo el hundimiento de uno de los tótems más emblemáticos del capitalismo: las dichosas torres; se queda entonces uno quieto para la foto. Entre ellos figuran por ejemplo, Derrida, Habermas, Negri, Chomsky, y todos los prosélitos de la identidad cultural de lo que yo llamo los cangrejos del Marxismo tardío.

En ese sentido la caída de las torres sólo es lo que en la Salsa se llama el jala, jala, o el coge que te alcanzo cuando el hombre y la mujer se disponen para el acto tedioso de la caída en una cama de esos santos lugares llamados moteles, hostales, residencias o posadas de paso. Es decir, que la nueva dinámica del conocimiento se ubica ahí en las postrimerías donde el “imperio” duerme y sueña con los huesos del dinosaurio llamado felizmente por Kant Razón Pura. Entonces según Morin el pensamiento se complejiza, se hace turrón de azuzar, se hegemoniza hasta llegar a las orillas de un océano lleno de seres enfermos, tuberculosos o fatigados por la espera de una nueva revelación religiosa o paranormal, es decir, nos hallamos frente a un primitivismo sicológico donde funcionamos con el garrote del fetiche y la propaganda.

Con la caída de las torres gemelas sólo se comprueba que demasiado concreto junto se torna peligroso para los rescatistas que quieren hacer bien su trabajo. Recuerdo que entonces los filósofos hablaron, los chinos pensaron en fabricar más juguetes, los Rusos rieron para sus adentro, los musulmanes abrieron espacios para una nueva cruz ideológica, los católicos rezaron, los talibanes comieron ese día retazos de la alfombra voladora que esconden para que los niños sigan soñando con un mundo mejor, hubo de todo, gritos, alaridos de bestias preñadas con un nuevo medicamento social llamado terrorismo, pero al final nadie sabe que pasó con la taquilla de los que pagaron por adelantado la subida al mirador de las dos torres. O qué pasó con el maquillaje de tantas oficinistas que ese día olvidaron sus bolsos, por salir a las carreras. Simplicidad o no, el mundo sigue igual, lleno de excremento social, de bacterias que abren las arterias globales de la miseria para que los aviones de la Otan o las tanquetas azules de la ONU, pongan sus huevos podridos en las heridas laceradas de la inmundicia tercermundista que trabaja por un dólar al día.

Desde ese día el mundo ya no es seguro, las ratas han dejado de pasarse por las letrinas de las grandes ciudades, ya sea por falta de interés o por puro amor a la soledad. Los filósofos bostezaron algunas nimiedades existenciales, aquel memorable día, algunos se encerraron en sus pesebreras, y luego rasguñaron como gatos artríticos el costal de desechos que esconden en sus casas, pues puede más la impúdica creencia en algo que mueve el espíritu absoluto a no creer que estamos en uno de los siete estómagos de Dios. A razón de tanta adrenalina cosmética para los ociosos de los medios de comunicación, los norteamericanos tuvieron un nuevo culo, o ano que llaman por donde segregan estrategias estelares como la captura de Osama Bin Laden, o la guerra contra Libios, Afganos, Iraquíes, Iraníes y contra todo aquello que les resulte rubor para señoras y maquillaje para señoritas, es lo que finalmente constituye el hacer de la filosofía actual. Una filosofía de energúmenos que se estiran como perros viejos cuando el hueso que les produce babas y jadeos los deja sin dientes y sin aliento.

Podríamos inventariar las estrategias que han surgido desde entonces, o sea con la caída de las torres, estrategias para mantener sudorosos y complejizados a todos lo idiotas que giran las astas de la economía global. Como el mundo es menos seguro desde entonces las flatulencias de la economía conmueven más al mundo que las hambrunas de Somalia, Etiopía, Kenya y Djibout, o la guerra sistemática que imponen los Estados fuertes para que los recursos mineros sigan moviendo sus trituradoras humanas. Con la caída de las torres hasta el diablo saco su viejo rostro para asustar a los incautos, y para colmo los tripulantes de un platillo volador no escatimaron lo novedoso del asunto que seguramente tomaron un par de fotos del fenómeno para contarle a quién sabe quién como se hace filosofía e historia con unos cuantos galones de gasolina y un montón de chatarra. Por consiguiente en diez años de relinchos y bostezos los milagros en materia de la dignidad humana están a la espera de un meteorito que ponga en jaque a la filosofía de nuevo .

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