Aún
hoy
en
pleno
siglo
XXI
nos
seguimos
preguntando
por
el
problema
del
mal.
¿Existe
el
mal
por
el
mal?
¿Es
el
mal
algo
en
sí
mismo?
El
problema
parece
complicado
por
dos
razones:
la
primera,
porque
el
hombre
es
su
agente
y
su
juez;
la
segunda,
porque
aparece
como
una
oposición
a
lo
que
normalmente
a
través
de
la
historia
se
ha
creído:
el
orden
del
mundo.
Pensar
el
mal
implica
pensar
un
acto
realizado
por
el
hombre,
ya
que
éste
es
el
único
ser
que
tiene
la
facultad
de
juzgar
como
bueno
o
malo
una
acción.
Teniendo
en
cuenta
lo
anterior,
pareciera
y
algunos
autores
lo
defienden
que quien
comete
el
mal,
carece
de
la
facultad
de
pensar,
de
significarse
el
acto,
de
evaluarlo.
¿No
será
que
lo
piensa
muy
bien,
que
lo
maquina
de
tal
forma
que
puede
parecernos
que
no
piensa,
es
decir,
que
es
capaz
de
hacer
el
mal
y
engañar
a
los
espectadores
y
jueces?
Este
escrito mostrará
las
ideas
que
al
respecto
del
mal
estudia Angela
Uribe
Botero,
quien
analiza
el
problema
del
mal
desde
la
perspectiva
de
la
negación
del
ser
humano
en
un
acto
violento.
Ese
análisis
lo
hace
a
partir
de
un
hecho
que
se
conoció
como:
la
casa
Arana.
Para
ello
va
a
tener
en
cuenta
dos
teorías:
la
teoría
del
mito
del
mal
puro
que
aparece
en
la
psicología
moral,
y
una
segunda
que
niega
el
mito
del
mal
puro,
que
es
el
principio
socrático
según
el
cual
el
mal
es
producto
de
la
ignorancia
(Cf.
Uribe,
2009: 139).
En
su
estudio
nos
muestra
haciendo
uso
de
relatos
históricos
de
lo
sucedido
en
la
casa
Arana,
los
actos
violentos
que
se
llevaban
a
cabo
en
esa
empresa
cauchera.
La
forma
como
compran
unas
tierras
y
lote
de
indios
para
empezar
a
explotar
el
caucho,
los
abusos
a
los
que
eran
sometidos
y
las
torturas
hacen
aparecer
una
negación
del
otro
o
de
la
humanidad
del
otro.
Este
tipo
de
acciones
se
manifiestan
por
una
serie
de
teorías
o
doctrinas
que
se
introducen
en
los
espacios
de
relación
donde
el
discurso
de
uno
niega
las
manifestaciones
de
aquellos
que
son
diferentes.
Eso
que
resultaba
tan
terrible
como
indescifrable
autorizó
al
blanco
para
afirmar
contra
el
indio
caníbal
la
verdad
de
su
propio
mundo
(Cf.
Uribe,
2009:
140).
El
mito del caníbal o del indio como ser irracional, sin alma, es el
argumento o la justificación para someterlo y destruir su naturaleza
en un primer momento y su existencia después. La relación
victimario – víctima no es otra que la del hombre y el animal y,
como el mal sólo posee ese carácter cuando se le infringe a otro
hombre en este caso el mal no existe. Lo que se desarrolla es un
proceso de dominación y sometimiento de una naturaleza salvaje. Como
vemos es que como apunta la autora el blanco termina imponiendo la
verdad de su mundo, de allí que en la misión
civilizadora
se
halle
un
lastre
de
horror,
que
termina
siendo
maquillado
con
eufemismos
como:
civilización,
desarrollo,
progreso,
felicidad
y
todos
esos
términos
que
la
academia
justificadora
y
los
hombres
de
sapiencia
suma
inventan
en
su
alquimia
lingüística.
Ahora
bien,
los
comentarios
que
llegan
sobre
los
pobladores
de
esas
tierras,
es
que
son
violentos,
agresivos
y
caníbales,
éstas
características
parecen
darle
las
razones
necesarias
a
los
victimarios
de
llevar
a
cabo
su
empresa.
Así
lo
entiende
Uribe,
cuando
señala
que
ayudados
por
la
historia
es
posible
encontrar
algo
de
verdad
en
la
manera
como
su
defensa
es
también
testimonio
de
una
cultura
aterrorizada
por
el
mito
del
canibalismo
y
la
ferocidad
de
los
indios.
Hace
referencia
a
la
defensa
del
señor
Arana
en
Inglaterra,
quien
argumenta
que
allí
lo
que
se
hace
es
una
labor
civilizadora
de
los
indios,
conducirlos
a
la
razón
y
que
ellos
deben
aportar
en
lo
económico
para
la
realización
de
dicha
tarea
(Cf.
2009:
140).
sin
embargo,
el
problema
es
que
se
convirtieron
en
jueces
de
una
cultura
y
sin
ningún
tipo
de
mediación
a
no
ser
la
violencia
irrumpieron
en
su
mundo.
Negaron
la
humanidad
de
los
aborígenes
y,
en
este
caso
el
mal
se
configura
como
un
acto
consciente
y
premeditado
en
el
cual
la
capacidad
de
juicio
y
pensamiento
están
presentes
en
los
actores
del
mal.
Es
de
aclarar
que
su
juicio
no
tiene
en
cuenta
el
valor
del
otro
como
ser
humano,porque
actúan
en
la
guiado
por
una
lógica
que
muestra
a
la
víctima
como
lo
opuesto
que
debe
o
bien
llevarse
a
la
lógica
del
victimario
o
destruirlo.
Lo
que
atrae
en
el
caso
Arana
y
en
toda
empresa
civilizatoria
o
como
se
le
quiera
llamar
en
la
actualidad
es
que
imponen
la
razón
con
la
irracionalidad,
acaban
con
los
bárbaros
usando
la
barbarie
¿no
es
eso
contradictorio,
a
no
ser
que
se
argumente
que
para
acabar
el
mal
hay
que
usar
el
mismo
mal?
¿y
si
es
así,
la
única
justificación
no
la
da
es
quien
diga
tener
la
verdad
y
lleva
a
los
demás
a
aceptar
la
barbarie?
De
esta
manera
el
mal
existe
según
quien
determine
su
aparición,
si
es
un
terrorista
ahí
está
el
mal,
si
es
un
Estado
allí
está
el
bien
que
aparece
bajo
el
orden
de
la
democracia.
Es
decir,
es
una
cuestión
discursiva
relacionado
con
el
poder.
Este
tipo
de
diferencia
lo
legitima
la
historia
que
en
su
discurso
totalizante
convierte
las
atrocidades
en
necesariedades
que
permiten
que
se
llegue
a
realizar
el
fin
del
hombre.
Lo
que
quiere
decir,
que
para
alcanzar
la
humanidad
es
necesario
que
se
den
en
el
mundo
estas
manifestaciones
violentas
y
negación
de
otras
formas
de
vida.
Hay
un
momento
del
texto
de
Uribe
donde
cuenta
citando
a
Taussing,
que
las
autoridades
inglesas
al
leer
el
manuscrito
lo
alteraron
al
ver
lo
que
contenía
para
mantener
la
sobriedad
que
exigía
objetividad
y
moderación.
En
lo
cual,
ella
considera,
que
lo
que
se
expresaba
con
esa
sobriedad
era
la
dificultad
que
tiene
cualquiera
para
entender
que
se
cometiera
este
tipo
de
actos
bajo
supuestos
propósitos
civilizatorios
y
económicos
(Cf.
2009: 141).
¿no
será
más
bien
una
forma
de
ocultar
la
barbarie
de
la
civilización
que
ellos representan?
Creer
como
jueces
que
el
agresor
no
es
consciente
e
incluso
que
éste
realiza
el
acto
bajo
la
misma
consciencia
racional,
no
es
otra
cosa
que
justificar
bajo
el
asombro,
la
sobriedad,
la
objetividad
o
la
moderación,
la
violencia.
Hemos
hablado
del
mito
del
mal
puro,
pasemos
ahora
a
la
teoría
que
lo
contradice,
es
el
planteamiento
de
Sócrates
en
el
Menón,
donde
afirma
que
quien
comete
el
mal
lo
hace
por
ignorancia
o
lo
que
es
lo
mismo
por
falta
de
conocimiento.
Angela
Uribe
al
respecto
dice:
“Esto
significa,
en
primer
lugar,
que
el
perpetrador
no
parecía
emplear
la
violencia
como
un
medio
para
un
fin
determinado;
la
violencia,
en
este
sentido
era
gratuita”
(Uribe,
2009:
142).
lo
que
quiere
decir,
que
el
mal
es
un
resultado
que
no
se
buscaba,
y
que
aparece
como
una
cuestión
fortuita
que
permite
reconocer
una
imperfección
del
acto.
Por
lo
tanto,
el
mal
no
existe
en
tanto
mal,
sólo
es
una
consecuencia
desfigurada
del
bien.
El
mal
como
resultado
de
la
ignorancia
conlleva
a
que
todo
aquel
que
hace
el
mal
obra
involuntariamente,
siguiendo
con
la
idea
socrática.
La
primera
de
esas
afirmaciones
de
Sócrates
quiere
decir
que
nadie
desea
el
mal
sin
más,
por
lo
tanto
quien
afirme
que
el
mal
por
el
mal
existe,
que
éste
puede
ser
un
fin
en
sí
mismo,
es
parte
de
una
ficción
según
la
cual
los
seres
humanos
participamos
de
una
suerte
de
aspecto
diabólico
del
mundo,
por
lo
tanto
estaría
postulando
una
suerte
de
ontología
del
bien
y
del
mal
(Cf.
Uribe,
2009:
142).
Esa
involuntariedad
del
agente
es
tal
en
la
medida
en
que
el
considera
que
está
haciendo
el
bien.
¿Pero
como
un
asesino
puede
considerar
el
asesinato
como
bien?
Aquí
entramos
en
otro
orden,
está
haciendo
el
bien
desde
su
orden,
él
defiende
su
mundo.
Sin
embargo,
en
ese
fin
protector
se
encuentra
realizando
el
mal.
Sabemos
que
ante
el
fin
último
y
desde
esta
dimensión
el
mal
se
valida
como
salvaguarda
del
orden.
Porque
“desde
esta
perspectiva
socrática
el
mundo
es
uno
solo
e
indivisible
y
todo
aquello
que
lo
conforma
se
ajusta
a
un
sistema
consistente
y
ordenado.
Por
lo
tanto
allí
donde
las
acciones
humanas
no
parecen
tender
al
orden
del
mundo,
donde
esas
acciones
parezcan
malas
lo
que
hay
es
una
falta
de
conocimiento.
Y
si
hay
que
buscar
una
causa
del
mal,
ésta
debe
buscarse
en
un
fallo
de
la
razón”(
Cf.
Uribe,
2009
143).
La
falta
de
conocimiento
es
según
Sócrates
lo
que
hace
que
aparezcan
actos
que
van
en
contra
del
mundo,
debido
a
esa
carencia
hay
que
buscar
el
mal
como
un
fallo
de
la
razón.
Esto
quiere
decir,
que
el
conocimiento
lo
posee
el
hombre
al
igual
que
la
razón,
por
lo
tanto
el
mal
en
sí
mismo
no
existe,
sino
una
manifestación
de
los
hombres
que
se
juzga
como
mal.
Eso
teniendo
en
cuenta
el
planteamiento
socrático,
donde
el
mal
no
es
algo
externo
en
el
mundo
sino
una
potencialidad
inherente
en
el
hombre
y,
que
quien
sabe
o
conoce
no
lo
realiza
porque
reconoce
que
está
actuando
mal.
Pero
el
hombre
fenomenaliza
el
mal
en
el
mundo,
y
al
hacerlo
hace
que
éste
exista.
Tanto
el
bien
como
el
mal
son
valoraciones
que
los
hombres
hacen
con
respecto
a
las
acciones,
de
allí
que
son
éstos
quienes
a
través
de
sus
actos
les
den
existencia.
Por
lo
tanto,
tanto
el
bien
como
el
mal
son
manifestaciones
de
la
racionalidad
de
los
hombres,
no
hay
en
el
momento
de
realizar
uno
u
otro
ni
ignorancia
ni
falta
o
falla
de
la
razón.
Ahora
bien,
teniendo
en
cuenta
que
el
mal
es
un
juicio
valorativo
que
se
hace
hacia
una
acción
humana,
su
contenido
moral
varía
de
acuerdo
a
quien
como
dijimos
en
párrafos
anteriores
emite
dicho
juicio.
Parece
ser
que
desde
la
perspectiva
del
perpetrador
sus
acciones
están
defendiendo
el
orden
del
mundo,
lo
establecido
por
ese
ambiente
en
el
que
se
encuentra.
Eso
lo
hace
que
se
juzgue
como
bueno.
Sin
embargo
desde
la
perspectiva
de
la
víctima
lo
que
se
comete
es
el
mal
(Cf.
Uribe,
2009:
144).
lo
cual
lleva
a
que
en
el
victimario
desde
su
lógica
el
acto
lleve
una
carga
moral
positiva,
debido
a
que
según
Baumeister,
citado
por
Uribe,
el
victimario
subestima
o
descuida
la
dimensión
moral
de
sus
acciones.
Lo
cual
hace
que
en
las
ideas
del
perpetrador,
los
conceptos
de
crimen
y
la
bondad
se
compensen
(Cf.
Uribe,
2009:
150).
Ahora
bien,
desde
la
perspectiva
de
la
víctima
el
acto
cometido
tiene
carga
moral
negativa
debido
a
que
se
le
está
violentando,
torturando.
Aquí
es
donde
se
pone
en
cuestión
la
facultad
de
la
razón
de
juzgarse
a
sí
misma.
Porque
el
victimario
asume
que
actúa
de
forma
racional,
pero
la
razón
de
la
víctima
lo
que
ve
es
un
acto
irracional
que
por
medio
de
discursos
se
muestran
como
racionales,
los
discursos
aparecen
como
legitimadores
de
la
violencia
con
lo
cual,
el
mal
infringido
queda
olvidado
porque
el
otro
es
visto
como
el
salvaje,
el
mal,
el
terrorista.
Desde
esta
mirada
y
para
terminar
nos
podemos
preguntar
porque
el
texto
de
Uribe
lo
deja
entrever
¿es
necesario
que
exista
la
víctima
para
que
el
victimario
reconozca
que
realiza
el
mal?
¿no
hay
cierto
grado
de
perversidad
en
esa
intención
de
reconocimiento?
BIBLIOGRAFÍA
Uribe
Botero,
Angela.
(2009).
Perfiles
del
mal
en
la
historia
de
Colombia.
Bogotá.
Universidad
nacional
de
Colombia.
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