lunes, 14 de junio de 2010

DERECHOS HUMANOS: UN DISCURSO DE AUTOMORAL BASADO EN EL SENTIMIENTO




Durante los últimos periodos de la historia, se ha venido pregonando un discurso que universalice la condición humana, un discurso que afecte a todos por igual, que cada habitante del planeta tenga la misma concepción de lo que es ser humano y cuales deben ser sus derechos. En el papel, suena perfecto, unir los lazos de amistad y de hermandad y formar la idea de un mundo feliz, una visión occidental totalizadora, que deja de lado las culturas y pretende que todos actuemos del modo que lo hace la sociedad capitalista.
El discurso de los derechos humanos lejos de ser una realidad práctica, se ha convertido en un sentimentalismo de aquellos que sienten y conciben la universalidad del mundo sólo a través del prisma que ellos miran. Richard Rorty, nos muestra esta clara visión de totalitarismo conceptual, en el capítulo noveno de su obra Verdad y progreso (1994), el cual titula “Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo”.
Durante este capítulo, Rorty nos recrea cómo todos aquellos discursos universalistas, y específicamente el de los derechos humanos, ha partido como una solución a las injusticias de una sociedad, que no se preocupa por la dignidad de ese ser al que dicen que se le están soslayando sus derechos. Se vive constantemente hablando de la universalidad de los derechos humanos, pero para lograr de verdad crear una cultura de respeto a los derechos, se debe dejar de lado la inferencia en la vida de cada persona, que casi siempre antepone derechos y obligaciones con la sociedad. El lenguaje de los derechos humanos se ha vuelto similar al de cualquier lenguaje que exige una diafanidad y pureza casi religiosa, pues se vive hablando de eso que los hombres tienen en común y no analizamos el trasfondo de sus grandes diferencias.
La humanidad no se puede llegar a concebir como un grupo, puesto que la humanidad está compuesta de una infinidad de grupos y cada grupo está compuesto por una serie de normas por la que están constituidos. En las guerras cada uno de los bandos llega a desconocer la humanidad de su enemigo, es así como da el ejemplo de la guerra de Bosnia: «Pues esas cosas no se las están haciendo a congéneres humanos, sino a musulmanes […] están haciendo la misma distinción que hacían los cruzados entre los humanos y los perros infieles» (Rorty, 1994:219). Cada uno y a su forma piensa que está actuando en el interés de su verdadera universalidad, pero esa es la universalidad de su grupo; cada grupo posee sus propios universales. Usualmente sólo se identifica como ser humano a nuestro vecino, a nuestros amigos, de ellos partimos nuestra visón de respeto a la vida, a la dignidad de ser humano, debemos tener en claro que existen diversos motivos de humanidad, que los comportamientos de ciertas tribus africanas, en sus ritos y ceremonias, son parte de su racionalidad, de su mundo, de esa herencia cultural que ha trascendido las fronteras del tiempo. No podemos juzgar exclusivamente a partir de nuestros parámetros y cánones, si creamos un discurso de los derechos humanos no se puede dejar de lado la cultura de los sujetos.
No se puede tratar de fundamentar a los derechos humanos, hay diversas formas de cultura, el “racionalismo cultural”, no se puede asociar con la irracionalidad, no se pueden negar hechos culturales, no podemos casarnos con una única red de creencias: «Si la tarea de cambiar nuestras intuiciones morales parece estar llevándose a cabo en su mayor parte a base de manipular nuestros sentimientos y no incrementando nuestro conocimiento, ésa es una razón para pensar que no hay un conocimiento como el que Platón, Aquino y Kant esperaban alcanzar» (Rorty, 1994:221).
Con el discurso de los derechos humanos, se está creando un sentimentalismo, que lejos de ver la racionalidad de los actos de cada persona, explota nuestra sensibilidad e intenta dar razón a nuestras posiciones. Unas posiciones egoístas que viven pensando más que en ese ser, en un sujeto moralmente bueno, y gracias a ese sentimentalismo nos vemos movidos a actuar por esas historias de distintos seres que son tristes y sentimentales.

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