domingo, 4 de septiembre de 2011

EL JOVEN MARX, JUSTIN BIEBER Y LOS PERROS DE CRÍA…



Para todos los iniciados en los vericuetos de la razón como voluntad o como esperpento de los ciclos históricos, la sociedad siempre tendrá dentro de sus entrañas cierta cantidad suficiente de veneno cosmológico para decir, “que este es el mejor mundo de los posibles”, sin embargo toda sociedad no importa su modelo político, social, religioso, será como el fetiche imaginario y colectivizante donde el papel de la moda juega un papel importante, y digo que será porque no hay mucho de donde agarrarse, pues, porque esos son nuestros idearios globales, estar siempre a la orden del día para construir nuevos hormigueros donde todos puedan curar sus heridas históricas.


De ahí que la sociedad siempre parirá a sus hijos más ilustres, cuyas cabezas son capaces de concebir un mejor mundo para todos. Empecemos diciendo que el joven Marx fue una de esas cabezas, donde se fraguó el comunismo, el socialismos, el capitalismo y todo los ismos posibles, para él todo era mercancía, fetiche, explotación, producción en masa de chucherías que liberan al espíritu de sus ataduras primitivas como andar a pie, el de no poder volar, arar la tierra, vivir todos juntos pero separados por inmuebles y masas de concretos. Así el joven Marx escribió un par de libracos a veces interesantes, a veces soterrados, como todo lo luterano y judío. Los cuales [los libracos] son más que formulas semíticas de la pata sola o la llorona loca, pues, en la filosofía alemana lo que sirve de filosofía es precisamente lo que no se come como filosofía, o sea, la cerveza y la música clásica.

Continuando con el ideario alemán, es paso obligado enredarnos con Goethe y su joven Werther, una mezcla azufrosa de la sociedad en todo caso europea, donde las pléyades de la filosofía, la política, la religión y el teatro, así como la música son el ocaso de una sociedad esclava de sus pasiones. Pero de todos modos ahí estaban esas cabezas frías y turbias a la vez para confrontar al diablo con el diablo mismo, y a Dios con el anticristo de la razón llamado el joven Nietzsche, un veneno que nutria el alma de un cadáver social de la moda afrancesada que llegaba por todas partes después de la revolución francesa. Eran pues, suficiente palos y cuchillos para acorralar a más de un aséptico holandés o español. Eran los tiempos donde el fundamento histórico-nacional-político-filosófico-musical-literario y teatral, abría las piernas de una Rusia frígida que se negaba a sentir el vértigo de la moda latinizada de la propaganda como sistema hegemonizante y perspicaz.
Para terminar con lo alemán y empezar a darle sentido a este escrito, no podemos dejar por fuera al Joven Mozart, otro pimpollo más blando que los anteriores, menos propenso a la histeria colectiva, aunque estuvo menos envuelto en los temblores subjetivos de la política y la sagacidad del idealismo alemán, pues, se dedicó al vagabundeo, las drogas, y los rituales masónicos, así como a los titubeos de la música pastoril convertida en una especie de salmo pangermánico. Su entrecruzamiento social por la explotación a temprana edad, la desarrolló su padre, un viejo avaro menos ilustrado que Kant, pero tan bilioso como este. Familias que ven en sus retoños toda clase de insumos: oro, cobre, plata, hierro, casas, carros, o barcos, lo anterior para significar la explotación infantil que ahora es moda y sustento de grandes capitales.
Los tiempos son distintos, ahora ya no existen creadores de imaginarios como la revolución, el cambio, el clasismo, el idealismo, la política, la igualdad, la fraternidad o la libertad, ahora son todos sueños cazurros de la sociedad capitalista, del leviatán hobbesiano, el anticristo de los creyentes en la resurrección de los muertos y el juicio de los endemoniados que configuran el molde de los niños prodigio de la actualidad. El Joven Justin Bieber, la jovencita Selena Gómez, ambos exponentes de un rechinar de dientes llamado Rock Pop, o el pibe Leonel Ángel Coira, escuchen esto, vendido a los avaros del Real Madrid, donde será engordado hasta que esté a punto y listo a cagar billetes como una forma de bufonería silenciosa, desde luego para que los reyes de España beban y meen subjuntivamente en las bacinillas hechas con el oro de nuestro antepasados. Decía que son los prodigios mientras la moda los imponga, así no sepan quien escribió las sendas obras del pensamiento universal como el Quijote o Cien años de Soledad.
El Joven Bieber es un pequeño gánster del imperio como suelen decir los mamertos, ha tenido la fortuna de amasar una riqueza, que nada tiene de ideológica o vanguardista, revolucionarias o de cambio, es decir, que ni Engels con todos los derechos del Capital de Marx logró al menos unas de las casitas del joven Justin. Bieber es un simple animal que escupe una seria de códigos comerciales, al punto que las jovencitas desgarran sus velos de la ignorancia pretendiendo atrapar en un instante el influjo de las monerías del simio blanco en una especie de histeria colectiva, desde la Patagonia hasta las cuevas del Himalaya. Este joven, a diferencia de los idealistas alemanes, mueve los molinos de la industria de lo desechable, discos, fotos, camisetas, relojes, videos, podríamos decir sin temor a equivocarnos que es el súcubo de las redes sociales, mitad hombre mitad mujer, es el prototipo de adefesio que no llega al rango de fauno, pero aún así hace que medio planeta se sepa de memoria sus insulsas canciones, cosas del mercado que llaman, tremendo Adonis que sacaría al pobre de Sócrates de los bacanales en brazos del Cármides.
Nada ha cambiado desde Marx, Goethe y Mozart, quizás las ridiculeces escritas por otros cabezotas que afilan sus uñas como gatos y entierran sus mandíbulas en las frágiles memorias globales como un salvamento a la decadencia absoluta del hombre que besa las estrellas en las hacinadas calles neoyorquinas de la quinta avenida, no como un acto de soberanía de sus labios deseosos de pan, en agradecimiento a la madre tierra, sino como un bricolaje de sensaciones que produce el cemento y el ruido de los carros en las grandes avenidas del mundo, al saber que por allí las musas y los dioses de la actuación arrastraron sus patas sagradas.
Para terminar todos estos nuevos niños genios son vendidos como cachorros babeantes frente a las cámaras de televisión, quienes sirven de estimulo para que los drogadictos de pañales, de champuses, de papel higiénico, de leche saborizada que hace crecer hasta un pigmeo, y cuanto chopo social existe, son finalmente los nuevos adalides de una sociedad corrupta y enferma, que explota como vietnamitas o chinos comunistas hasta el último suspiro a sus congéneres, a sazón de que son el ejemplo de una sociedad que fornica con los falos publicitarios de la moda y la riqueza fácil, siempre y cuando las putas sean putas y las modelos de pasarela posen para la revista playboy, y todo con el único ideal liberal de aumentar las ventas a la gran industria de lo desechable. Esos son nuestros jóvenes, los líderes que salvaran al planeta de la catástrofe total, simples espantapájaros que calman el hambre de madres cabeza de familia que hacen que sus hijos canten aunque no canten, o de padres llenos del veneno económico porque la virtud y la felicidad son el sello del nuevo: levántate Lázaro.

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