ACERCA DE LA SEPARACIÓN DE PANAMÁ
Por: Alexander Restrepo
Antes de iniciar cualquier reflexión acerca de lo que significó el proceso de separación del istmo de Panamá de Colombia, es importante observar que hacia finales del siglo XIX, habían existido ya conatos de separación o de independencia diplomática por parte de Panamá. Para comenzar, a partir del descubrimiento de América y las sucesivas expediciones desde el viejo mundo, Panamá fue siempre considerado un punto geográfico estratégico para el comercio marítimo, tanto así, que desde el siglo XVII cobró gran importancia para las expediciones europeas, y especialmente para aquellas financiadas por la corona española. En consecuencia hubo algunos intentos de colonización desde Europa, como la que de 1699 a 1700 promovió sin éxito Escocia en el Darién. Los intereses de las incipientes potencias europeas en Panamá deben ser entendidos desde el punto de vista de su importante ubicación, fundamental para el desarrollo económico de la posmodernidad, con esto quiero argumentar un poco la tesis de Enrique Dussel sobre el desarrollo de la modernidad la cual se da a partir de la colonización.
Panamá pertenecía a la primera gobernación que en 1508 la Corona española había establecido, y que fue denominada Gobernación de Veraguas o Castilla de Oro, ésta incluía Panamá, Costa Rica y Nicaragua, confiada a Diego de Nicuesa. Luego, el movimiento independentista también se hizo sentir en Panamá desde principios del siglo XIX. En un descuido diplomático de España, Panamá se proclamó independiente el 28 de noviembre de 1821 y se unió a la República de Colombia con el nombre de Departamento del Istmo. Luego de que el libertador Simón Bolívar no pudiese seguir a la cabeza del proyecto de un canal interoceánico con el fin de fortalecer la integración y el comercio de Sudamérica, en 1840, el Departamento del Istmo se declaró independiente de la Nueva Granada por medio de otra revolución. Sin embargo, y luego de que el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera no lograra resolver los graves problemas económicos que atravesaba la República del Istmo, ésta se unió nuevamente a Colombia.
El detonante para la separación de Panamá de Colombia, tuvo sus inicios con el descubrimiento de oro en California, por lo cual EEUU consideró más seguro el paso interoceánico por el istmo, que las rutas terrestres desde San Francisco hasta New York, razón por la cual, la construcción, pero sobre todo, el dominio de un canal por el istmo de Panamá, se convirtió en una de las principales y poderosas políticas expansionistas del gobierno norteamericano a finales del siglo XIX. De hecho, como afirma el historiador Charles Bergquist, “la separación de Panamá cambió fundamentalmente la historia de los tres países involucrados, y no sólo tuvo efectos directos y de corto plazo en estos países, sino que los afectó de forma directa y a largo plazo” (2004: 291). Por otra parte, la separación de Panamá representa un elemento fundamental para entender las aspiraciones imperialistas de Estados Unidos sobre América Latina, y luego, sobre el mundo entero a través de su poderío económico.
Es importante observar que el hecho de la separación de Panamá, suscita además una política imperialista que contiene elementos raciales y culturales de parte de Norteamérica hacia un territorio habitado mayormente por negros e indígenas. El hecho de que luego de la independencia de Panamá de Colombia el 3 de noviembre de 1903, las relaciones entre Colombia y EEUU se suspendieran hasta 1921 (Olano, 2000: 42), demuestra que Colombia sufrió no sólo diplomática, sino económicamente graves perjuicios por la separación de Panamá, apoyada enormemente por EEUU. Esta suspensión de las relaciones tuvo lugar hasta que el Senado de los EEUU “adoptó el tratado Urrutia Olano- Thompson, firmado en 1914 y se pagaron a Colombia los 25 millones de dólares” de indemnización, no sólo por los perjuicios de la separación, sino por haber perdido Colombia los intereses en la Nueva Compañía del Canal y en el ferrocarril transístmico.
El interés de Estados Unidos en la separación de Panamá de Colombia, obedeció a una estrategia diplomática, la cual, y con miras a la expansión de sus mercados, lograra mayor independencia y mayores beneficios económicos. Por otra parte, promover la separación de Panamá de Colombia, agilizaría el tiempo de los acuerdos y permisos para el inicio y desarrollo de la construcción del canal. Todo esto se puede deducir de las múltiples estrategias expansionistas que EEUU inició a expensas de sus mismas poblaciones indígenas nativas, con la compra en 1803 de Louisiana a Francia. Luego, según expone Bergquist, de despojar “a Mexico de casi la mitad de su territorio (…), para finalmente completar su marcha hacia el pacífico (…)”, y en 1868 comprar Alaska a Rusia (2004: 292). Además de esto, EEUU había intervenido en la independencia de Cuba, entrando en Guerra con España, y al lograr su dominio, la posesión de las islas del Caribe así como la creación de una ruta comercial con Oriente, eran parte de una política que tendría que concluir con la construcción del canal a toda costa.
Sin embargo, más allá del aspecto económico y político, la separación de Panamá y la construcción del canal contiene elementos culturales que implican un dominio intelectual y racial de EEUU sobre Sudamérica; como por ejemplo “la creencia en su superioridad religiosa, cultural y racial, compartida por la mayoría de norteamericanos —la certidumbre de que primero el continente y luego el mundo entero se beneficiarían de la expansión y dominio del hombre protestante anglo-sajón”— (Ibid).
Al comportar elementos morales, la política expansionista emprendida por Norteamérica desde el siglo XVIII, un pueblo que inicialmente ostentó una moral protestante, afianzada en los más sublimes designios divinos[1], parece necesitar de una especie de autocrítica moderada al interior del pueblo norteamericano. Dejar de llamar, luego de la primera guerra mundial, “imperialismo” a su política expansionista; el hecho de que esta palabra desapareciese del léxico de los ciudadanos norteamericanos y de los textos de historia (Cf. Ibid.: 293), representa una manera de suprimir para su propia cultura un elemento negativo que fuese moralmente perjudicial para las posteriores generaciones.
Por tanto, dicho empeño, luego de un centenario de la separación de Panamá de Colombia, parece obsoleto si se tienen en cuenta los múltiples acontecimientos que le han sucedido. Una doble moral encubierta se precisa en todo intercambio cultural y económico que tiene como interlocutores a los que podríamos denominar un David y un Goliat en términos económicos, militares y políticos. Eso fue efectivamente lo que sucedió con la separación de Panamá, y la manera de ser tratado por el gobierno colombiano, dejó en evidencia la falta de liderazgo y manejo de parte de los diplomáticos colombianos y panameños (aunque a decir verdad, los últimos parecían más interesados en el acuerdo), pero sobre todo, los artificios que EEUU ha usado para la consecución de su poderío económico.
Muestra de estos juegos imperialistas son las caricaturas extraídas de W.L. Evans, en el Cleveland Leader, ca, de 1904, que muestran al Tio Sam, icono de los norteamericanos, con una sandía gigantesca que ofrece a un negro nativo de San Andrés y Providencia: “$10.000.000 de dólares para los derechos del canal”. En el comentario de esta caricatura se dice: “They World Like to Get In Panamá Repúblic (ellos también quisieran entrar a formar parte de la nueva República de Panamá)” (Ibid.: 297). De alguna manera, se confía en la superioridad del pueblo norteamericano y en la ingenuidad y pobre ambición de los nativos del caribe, lo cual propicia el juego imperialista y la consecución de sus objetivos.
Con todo esto, el precio que pagó Colombia por la separación de Panamá, no sólo debe entenderse en términos económicos, sino que es importante observar que Colombia sufrió luego un grave retraso en las relaciones diplomáticas con sus vecinos, ya que la política interior quedó completamente desprestigiada.
Finalmente, el canal de Panamá es una realidad no sólo de la separación que EEUU apoyó, sino un monumento del incipiente imperio y de la era industrial, algo en lo cual, paradójicamente, Colombia ha obtenido pocos beneficios con relación al precio que pagó; antes bien, parece ser excluida. Pensar qué realidad económica fuera de Colombia con Panamá o sin Panamá es algo que histórica y circunstancialmente nos supera. Sin embargo, cabe cuestionarnos acerca de los verdaderos intereses y artificios que mueven las decisiones políticas y económicas, ya que vemos cómo en ellas están implicados aspectos morales, culturales y raciales que hacen de las decisiones políticas y de los intercambios económicos, un todo más rico y complejo que el simple progreso de las naciones.
Bibliografía citada
1. Bergquist, Charles (2004). “Panamá y los orígenes sociales del imperialismo norteamericano" En Colombia y Panamá: la metamorfosis de la nación en el siglo XX. Bogotá: Universidad nacional de Colombia, Red de estudios de espacio y territorio. RET - Convenio Andrés Bello.
2. Olano García, Hernan Alejandro (2000). Constitución política e historia constitucional colombiana. Bogotá: Oveja Negra.
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