Alterados y con los nervios de punta nos encontramos los bogotanos, por las últimas noticias acerca de la preocupante situación de seguridad. Devastados y temerosos andan muchos ciudadanos, que están pensando seriamente en no volver a salir de sus casas, por ejemplo, nuestro suspendido alcalde, dice que no volverá a salir de su casa, no sabemos si por miedo, o quizá para irse acostumbrando a estar guardado. Pero los problemas de seguridad no son nuevos en Bogotá, desde niño siempre he escuchado acerca de las bandas que roban buses y casas, ya se pasó de la época en que se robaban una que otra joya, ahora lo que toca es cuidarse de muchas joyas que se roban celulares, portátiles, anticipos de obras, etcétera.
El problema de la seguridad, lastimosamente, es un mal de las ciudades grandes y, aunque esa no es la excusa es parte de los fenómenos que sufren las grandes metrópolis a nivel mundial. Hay diversos factores que inciden en la seguridad, uno de los problemas más graves y fundamentales que afectan no sólo a nuestra capital, sino al país entero es el alto grado de exclusión social, las brechas sociales son demasiado amplias, y con esto tampoco estoy diciendo que los pobres tengan la culpa, por el contrario, los pobres son las principales víctimas, pues en la calle no asaltan al gran ejecutivo de una multinacional, casi siempre los asaltados son personas común y corriente que van de la casa para el trabajo y viceversa.
La solución de muchos es, «mejor no cargar nada de valor» y, ¿entonces qué?, ¿acaso la vida no vale nada? siempre actuamos por miedo, el temor es el cómplice más grande de esta inseguridad, si seguimos así lo mejor sería no salir de nuestras casas, muchos dicen: «es que en Bogotá uno sale y no sabe si regresa». Pero ni siquiera en Helsinki, se puede garantizar que si alguien sale a trabajar por la mañana regrese en la noche a su casa. Muchos medios basan su éxito, en el miedo que producen sus noticias, cadenas como RCN, con su programa en la emisora la cariñosa “Alerta Bogotá”, difunden una serie de noticias, que ponen los nervios de punta a más de uno que escucha las noticias, es tal el grado de paranoia que se causa, que mucha de la intolerancia que hay, es por el miedo con el que anda la gente.
Los medios nos crean sentimientos, pero es el miedo con el que nos tienen sometidos, generan opiniones encontradas, crean sentimentalismos vanos, dicen que informan cuando la verdad lo que hacen es darse auto propaganda.
Muchos se indignan porque asesinan a un sacerdote y protestan ante los medios y dicen que esto es imperdonable, que esos asesinos merecen la excomunión. Pero aquí también asesinan mensajeros, celadores, recicladores, vendedores ambulantes, etcétera. Muchas personas del común, lo cual también nos debe indignar y mucho. No podemos indignarnos por unas muertes si y por otras no, como es posible que protestemos y organicemos marchas al frente de la Dimayor*, porque un bárbaro panameño mató a patadas a una lechuza, mas nadie organizó una marcha, ni se rasgó las vestiduras, ni protestó, ni abrieron micrófonos en la W radio, por el asesinato de las dos niñas en Kennedy, es más, la multa para el jugador panameño fue más costosa que lo que ofreció la policía metropolitana de Bogotá de recompensa por atrapar a los culpables de este macabro hecho.
Estamos en una sociedad, que se indigna y protesta más por moda, que por verdadera conciencia de cambio, si de verdad quisiéramos el cambio, protestaríamos con gran ahínco por el gran maltrato a los niños, el descalabro del sistema de salud, la corrupción reinante, las mentiras que nos dicen los políticos, la gran injusticia social que vivimos. Parece que nos acostumbramos a la impunidad, y que sólo clamamos justicia, cuando la injusticia toca a nuestras puertas.
Ese es el precio de vivir en el país de no dormir, un país sin menoría, de resignados, en el que las protestas son modas y el dolor una forma de venderle miedo a las masas.
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*División Mayor del Fútbol Profesional Colombiano.
El problema de la seguridad, lastimosamente, es un mal de las ciudades grandes y, aunque esa no es la excusa es parte de los fenómenos que sufren las grandes metrópolis a nivel mundial. Hay diversos factores que inciden en la seguridad, uno de los problemas más graves y fundamentales que afectan no sólo a nuestra capital, sino al país entero es el alto grado de exclusión social, las brechas sociales son demasiado amplias, y con esto tampoco estoy diciendo que los pobres tengan la culpa, por el contrario, los pobres son las principales víctimas, pues en la calle no asaltan al gran ejecutivo de una multinacional, casi siempre los asaltados son personas común y corriente que van de la casa para el trabajo y viceversa.
La solución de muchos es, «mejor no cargar nada de valor» y, ¿entonces qué?, ¿acaso la vida no vale nada? siempre actuamos por miedo, el temor es el cómplice más grande de esta inseguridad, si seguimos así lo mejor sería no salir de nuestras casas, muchos dicen: «es que en Bogotá uno sale y no sabe si regresa». Pero ni siquiera en Helsinki, se puede garantizar que si alguien sale a trabajar por la mañana regrese en la noche a su casa. Muchos medios basan su éxito, en el miedo que producen sus noticias, cadenas como RCN, con su programa en la emisora la cariñosa “Alerta Bogotá”, difunden una serie de noticias, que ponen los nervios de punta a más de uno que escucha las noticias, es tal el grado de paranoia que se causa, que mucha de la intolerancia que hay, es por el miedo con el que anda la gente.
Los medios nos crean sentimientos, pero es el miedo con el que nos tienen sometidos, generan opiniones encontradas, crean sentimentalismos vanos, dicen que informan cuando la verdad lo que hacen es darse auto propaganda.
Muchos se indignan porque asesinan a un sacerdote y protestan ante los medios y dicen que esto es imperdonable, que esos asesinos merecen la excomunión. Pero aquí también asesinan mensajeros, celadores, recicladores, vendedores ambulantes, etcétera. Muchas personas del común, lo cual también nos debe indignar y mucho. No podemos indignarnos por unas muertes si y por otras no, como es posible que protestemos y organicemos marchas al frente de la Dimayor*, porque un bárbaro panameño mató a patadas a una lechuza, mas nadie organizó una marcha, ni se rasgó las vestiduras, ni protestó, ni abrieron micrófonos en la W radio, por el asesinato de las dos niñas en Kennedy, es más, la multa para el jugador panameño fue más costosa que lo que ofreció la policía metropolitana de Bogotá de recompensa por atrapar a los culpables de este macabro hecho.
Estamos en una sociedad, que se indigna y protesta más por moda, que por verdadera conciencia de cambio, si de verdad quisiéramos el cambio, protestaríamos con gran ahínco por el gran maltrato a los niños, el descalabro del sistema de salud, la corrupción reinante, las mentiras que nos dicen los políticos, la gran injusticia social que vivimos. Parece que nos acostumbramos a la impunidad, y que sólo clamamos justicia, cuando la injusticia toca a nuestras puertas.
Ese es el precio de vivir en el país de no dormir, un país sin menoría, de resignados, en el que las protestas son modas y el dolor una forma de venderle miedo a las masas.
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*División Mayor del Fútbol Profesional Colombiano.
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