martes, 7 de junio de 2011

LA CORRUPCIÓN HIJA DE LA CONQUISTA



Estamos en tiempos de campañas y procesos de cambio, los partidos políticos en Colombia por ejemplo se preparan para la contienda en el mes de octubre, para alcaldías, gobernaciones y demás. Todo ello gira sobre los goznes de la conducta que al interior de los partidos se ha ido gestando como un monstruo llamado: “Corrupción”. Por supuesto tenemos que mencionar a Bogotá como el eje donde se supone se abanica hacía el resto del país tal ejercicio del “ciudadano corrupto”.
Para comprender un poco la cuestión tendríamos que remontarnos hasta los tiempos de la conquista; como ustedes recordarán una vez Gonzalo Jiménez de Quesada, fue denunciado por abuso de poder, maltrato a la población indígena, desobediencia a la Corona Española y los pormenores que ella demandaba según las enmiendas promulgadas y exigidas por aquellos que defendían a la población vulnerada en su derechos como dueños de las tierras, se fue creando la atmosfera que hoy nos tiene en la discusión de qué tan honestos son los aspirantes a los cargos públicos antes mencionados, (alcaldías y gobernaciones).
Así la cuestión, Don Gonzalo Jiménez tuvo que dirigirse hacia la metrópolis a responder por sus acciones en contra de la Corona y otras acusaciones, entre tanto tenía que responder por malversación del fisco, por los predios, los impuestos y la acumulación de bienes en oro, y esmeraldas principalmente. Pero una vez éste estuvo cerca de la península opto por hacer, -la fácil-, o sea, engañar o, mejor aún robarle de frente a la Corona Española aquello que se le había encomendado.
Hoy quinientos años después como dice el bolero: “el mundo es y sigue siendo una porquería… ya lo sé”. Sin embargo, la cosa no pasó a mayores de los carcelazos, excomulgados y desacreditados, mientras tanto los que se quedaron en la altiplanicie comprendieron e instauraron el ejercicio de cómo abusar y manipular a favor de los que se sirven de la renta colonial, de la nación y de aquello que se les encomendaba.
Una vez resuelta la cuestión de la independencia el camino de las tendencias “ideológicas” fueron asumidas por los partidos políticos, atrás había quedado la hegemonía de la Corona, pero las prácticas corruptas de los inquisidores, de estafetas, de los mercaderes y traficantes de esclavos se quedaron para siempre. El formalismo de ese tipo de delincuencia, creo, se “legitimó” claramente con la pérdida del canal de Panamá, ese formalismo perverso de quienes se les encomienda la administración de lo público, es quizás la práctica más efectiva que utilizan los grupos humanos para ejercer control político y económico de la hacienda del Estado.
Pero la práctica como tal, en la actualidad, obedece a que en el momento de “elecciones” no somos capaces de relacionar el pasado con quienes van a administrar la hacienda nacional, con el origen y el fenómeno de la corrupción. En otras palabras cada familia, cada apellido, cada persona en común o en relación con la tradición política marca de algún modo el comportamiento o tendencia hacia las prácticas delictivas.
No quiero entrar aquí a decir los nombres, pues, no cabría en una lista rápida, pero lo que quiero resaltar es el hecho de que la idea de que la “corrupción es inherente al hombre” frase, por demás representativa, o célebre, dicha por uno de los protagonista del escándalo de la contratación pública en Colombia, abre una cuestión interesante; más que de rasgaduras de vestidos, es entender que la práctica del robo, la estafa, la trampa, el soborno, el engaño, la falsedad, el asesinato, la mentira, la intimidación, y todo lo relacionado con la ilegalidad, radica en una cuestión de agenciamiento, de disposición mental para el “crimen”. Crimen en el sentido de práctica engañosa, de ardid, de celada, de estrategia, de táctica, de práctica, finalmente de sistema colectivo y selectivo para actuar con un propósito único: dañar al otro, a nuestro semejante.
La cuestión de la maldad, del bien o del mal, pierde su contexto religioso cuando se deja en brazos del que carga la cruz el sentido de nuestra vida. Todos somos tan culpables de lo que nos ocupa, o toca en materia de administración pública, la educación que recibimos está cruzada por todos estos factores de corrupción, pues, se educa para beneficiar a un sistema hegemónico que domina la esfera de lo público-privado, se beneficia a una elite económica que usufrutua con el cáncer, con la pandemia que esté de moda, con la pobreza de espíritu y de estomago de quien no tiene que comer.
El imaginario se repite al conducir en estado de embriaguez, en cruzar la calle por donde se nos haga más fácil, en vender licor a un menor de edad, en contratar a sabiendas que no se cumplirá con lo pactado, en evangelizar y ofrecer una salvación que no les corresponde, ahí estamos en todos lados haciendo lo que nos corresponde, aquí o en Francia, creamos falsos imaginarios, para cubrir la espalda a los verdaderos creadores de la corrupción, la OTAN, la ONU, FMI, el Banco Mundial, de ellos aprendemos: de nuestros conquistadores. No me imagino a uno de nuestros ancestros escondiendo la mitad del oro sacado para su propio beneficio en detrimento del respecto a la deidad, o en ese mismo sentido a la moral pública que nos cohesiona o nos da el carácter de ser responsable por nuestros actos.
En fin a la hora de escoger sobre toda la gleba que nos quiere gobernar recordemos de quién son hijos, si lo son de inquisidores, gamonales, estafetas, religiosos loteadores del cielo, o si sólo son corresponsales de una nueva forma de hacer política, pues la historia, o la falta de memoria parecen ser la cruz que nos crucifica cada cuatro años en las urnas y en las renta del Estado.

1 comentario:

  1. Alfonso Parra Beleño12 de junio de 2011, 9:00

    Al principio los creó dios hombre y mujer los creó pero en ese mismo instante, detrás de un matorral, había una serpiente con su lengua puntiaguda, que no era bífida, saboreando la fortuna que estaba por venir; Al más leve descuido sería la reina o dueña del universo.
    Y, ocurrió lo que tenía que ocurrir. Por esas vainas de creerse omnipotente, el creador se volvió impotente y la srpiente dividió su lengua en dos, una para gobernar y otra para robar pero como la serpiente no tiene oídos dios dijo: El que tenga oídos para oir que oiga y el que no tenga oídos pues que se haga el sordo, que yo con mi impotencia me dedicaré a buscar un carpintero para que preñe una doncella y como yo soy omnipotente, le haré saber al mundo que el niño que nazca es mi hijo porque lo que es a mi nadie me obligará a tomar viagra púes no quiero morir del corazón. ALFONSO PARRA

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