sábado, 18 de junio de 2011

YO NO SOY UNA CABEZA, YO NO SOY UNA VAGINA


Para el siguiente texto quiero partir de la premisa: Yo no soy una cabeza, Yo no soy una vagina, la idea de escribirlo surge después de asistir al monologo desarrollado e interpretado por Melissa Nieto Flores*, donde el ritual de lo corpóreo atraviesa el horizonte de la tragedia humana insertándose de un modo falaz en la angustia, es decir, el sentido prometeico que despierta el espacio-tiempo de lo humano contrapuesto al deceso que vive la sociedad consumista, donde el control del cuerpo por los sistemas de producción masivos, se convierten en la sustancia útil del globalismo y la reproducción en serie de sujetos cada vez más actos para la industriosa sociedad mecanicista y decadente, lo que Foucault denomina Bio-poder. El monologo es una apuesta al movimiento, al uso del cuerpo como metáfora, el cual desdobla la paradoja mente cuerpo, hombre- mujer, mujer-maquina, mujer-esposa, mujer-madre, mujer-religión, mujer sustancia económica.

No soy ni cabeza ni vagina retuerce la espina dorsal que sujeta e integra un sistema colectivo donde la mujer es la pieza social que permite el abanicamiento sistémico donde los ejes de poder integran una sociedad secularizada, fálica y coercitiva. Para la autora de la pieza en cuestión, [Melissa Nieto] el cuerpo deja de ser el vehículo milenario, o la vasija donde hombres y dioses han derramado esencias gnósticas, sufrimientos inventados o colocados a los pies de aquellos que gobiernan el mundo, ya sea por medio religiosos o estatales, dando paso a un ensimismamiento, a un reencuentro con el ópalo de la sobriedad femenina.

La obra como tal extrapola la bifurcación macho-hembra; no se trata para nada de una puesta en escena que busque o busca reivindicar deberes o derechos, pues el sólo hecho de pensar en reivindicaciones es dar por sentado que la sociedad de control en la cual nos hallamos inmersos es el ultimátum bíblico donde la mujer es carne y huesos de hombres colectivizados para determinar, hegemonizar y legitimar a una sociedad cada vez más anacrónica o superflua, sino que busca integrar los universos internos que toda mujer posee o desarrolla gracias al impulso vital de la vida en tanto que sueño y posibilidad, es una apertura al mágico mundo de la belleza corporal, silueta que descarna la concepción de pechos o tetas que amamantan la guerra y el salvajismo económico.

Melissa busca integrar el sonido a la voz, pero al mismo tiempo explora el silencio interno que toda carne humana posee, es decir, busca los limites soterrados de la sangre y el espíritu de una mujer que afronta desde la clandestinidad cualquier rumor con olor a muerte, a castigo, a vejez, a soledad. El espacio, entonces, se convierte en un monumento al vacío, a la potencia en acto como podría decir, Aristóteles. El juego interno de la realidad que colapsa cuando los sistemas hegemónicos tratan de agrupar en zonas específicas aquello que coloquialmente se conoce como aldeas globales, todo eso Melissa lo lleva al límite, al momento crítico de la razón instrumental que los sistemas de pensamiento filosóficos, sicológicos o históricos-políticos, utilizan finalmente como medios de castración artísticas, se escapa entonces de un espacio de creación llamado cuerpo, a uno nuevo llamado mujer. Sólo eso: mujer.

Ella, como artista del movimiento corpóreo logra integrar los horizontes de la música, la danza y la reflexión no verbal de la mujer como extensión en sí de lo gestual, pasando por último a un poema en tendencia, misterioso y oculto, lo algo jamás narrado, donde no existen ni príncipes ni princesas, sólo existe lo real, lo concreto, o sea: el cuerpo como fin último, en sí y pa sí. Dejando por fuera los medios o los fines que se utilizan en las sociedades de control para determinar el uso del cuerpo como sistema de producción, denuncia que hace Marx desde las antípodas de las revoluciones sociales, obreras, campesinas o esclavistas. Ni cabeza ni vagina constituye el contrafuego que separa al hombre masa del hombre que crea desde sus propios mundos y submundos interiores realidades distintas al universo industrial subyugante.
Si bien el Arte-corporal en tanto que posibilidad de ruptura con ciertos formalismo instituidos por los sistemas de opresión o regulación, o lo que Hardt y Negri denominan administración del Bio-poder, este arte (el de ruptura) se ha convertido con el paso del tiempo en amalgama de la gran industria cultural, este arte ya no sirve para determinar o delimitar el control social del cuerpo, es decir, el arte tiene la necesariedad de traspasar ya sea por medio de las vanguardias o de las generaciones como tal, todo aquello que se convierte en represivo y gestual simbólico, imaginativo o alienante, la moda por ejemplo es uno de esos mecanismo de autocontrol que los medios utilizan para aconductar a generaciones enteras en torno a un ideal, una idea, o una ideología, por tanto Melissa hace del cuerpo no una herramienta, sino un instrumento mediante el cual es posible vitalizar el ser mujer. Mujer fuerte y soberana. Mujer más allá de la simple preñez secular de visión conservadora o rotunda como argumento último de un arquetipo solapado de la familia como constitución del mundo pre-moderno actual.
*Melisa Nieto Flores es actualmente tallerista y profesora de Teatro del Oprimido, vinculada a procesos de formación en distintas zonas de Bogotá.

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