De no conocemos metas 6ª
Meditación: Martin Heidegger
El sueño de Heidegger
Anoche mientras meditaba acerca de cuál sería el camino que Heidegger soñó, me vino a memoria un trozo del poema de Borges el Instante que dice: “El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj”. Cuál será entonces el camino a seguir, si apenas estamos en el umbral de la pregunta. “Nunca este camino era sabido de antemano sino que permanecía vacilante y cambiando por retrocesos y extravíos erróneos” [Heidegger: 343]; Heidegger erigió un camino, un sendero que lo condujo a la pregunta por el Ser, y por él mismo. Pero qué ocurre cuando el sueño es apenas una ventana, una salida, un modo de aparecer de la cosa por la cual se interroga: “Pero siempre de nuevo el buscar fue instado a una vía y forzado a creciente claridad” [Heidegger: 343].
He dicho que meditaba, Descartes también padeció en su busca, las sábanas se retuercen y apenas voy en la pregunta por el sueño que tuvo Heidegger: “Por cierto a ningún peldaño de la meditación le es dado saber lo que propiamente va ante sí” [Heidegger: 343], continuo en medio de la trocha, no es un camino todavía que pueda ser transitado o al menos indicado con una flecha. Las sombras se levantan como murciélagos huyendo de la luz, de la caverna: “Cuando los enigmas se agolpaban sin salida el sendero del campo ayudaba, pues guiaba serenamente el pie en lo sinuoso, a través de la amplitud de la sobria campiña” [1979: 1]; vuelvo los ojos y los oídos sobre los cuervos que graznan en mi cabeza, en mi camino siento el instante, el presente que abarca el todo, estoy en al angustia, en el comienzo del viaje: “ De vez en cuando el pensamiento vuelve a aquellos escritos - o hace sus propias tentativas- y retoma la huella que el sendero traza a través de los campos” [1979: 1]; el sendero se abre pero los montículos que hay en él cierran mi pensamiento.
El sol se levanta sobre el cielo, ya no estoy bajo las sábanas, ni se retuercen los demonios en mi cabeza, sino que el aire sofocoso quema la memoria, y los duendes se resisten a salir de sus hoyos oscuros, entonces el preguntar se vuelve torsión, el filósofo siente el peso, el camino se hace duro e infranqueable, todo está lleno de sendas que se bifurcan: “En 1920-1923 se reunieron todas las preguntas tocadas hasta ahora tanteando por la verdad, por las categorías, por el lenguaje, por el tiempo y la historia en el plan de una “ontología del ser ahí humano” [Heidegger: 344]; el trabajo es la tarea misma del pensar, del ir en pos de la región del ser, allí donde se ocultan los fenómenos, allá en la labor expresa del que busca, del que hundiendo su nariz como un oso hormiguero saca las mejores termitas que hay en el nido, bajo la capa del sueño se esconde la moneda que esconde el rostro del Ser. El preguntar es la puerta, es la llave que permite adentrarse más allá de lo obvio, de lo allende: “Pero ésta no era pensada como tratamiento “regional” de la pregunta por el hombre, sino como fundamentación de la pregunta por el ente como tal; al mismo tiempo como confrontación con el comienzo de la metafísica occidental entre los griegos” {Heidegger: 344]
El sueño de Heidegger está en la región del Ser, está en la pregunta por el principio, su camino ya hace parte de la pregunta, él hace la travesía que es el mismo camino y el sueño da un comienzo y él abre sus ojos como Medusa para convertirnos en piedra, en lo factico. Medito entonces sobre lo que escribió Gabriel García Marqués acerca del General en su laberinto, cuando Bolívar hace referencia a su tarea como hombre de mundo y le comenta a su ayuda “Cuando miro hacía atrás y veo mi labor como libertador me doy cuenta de que todo los que hice fue tan sólo como haber arado en el mar”, vuelvo a levantar mis manos y señala el horizonte, el punto se hace infinito, no hay partes sino círculos que se repiten hasta el limite:” La ensoñación de aquellos viajes permanecía envuelta en un brillo entonces todavía apenas visible, pero que existía sobre todas las cosas. Ojo y mano de la madre delimitaban su reino. Era como si su tácito cuidado abrigara toda esencia” [1979:2]; un sueño entonces es, la posibilidad que se tiene de estar en el mundo y volverse uno en el pensamiento: “Acaso todo pesa, únicamente no sobre los dioses el dominio” [Heidegger: 17].
Comenzar es la tarea propia del que busca, es el punto por donde se rompe el silencio que acalla a la nada. En el ojo de una aguja que silencia el tedio de la mujer que teje los ornamentos para aquel que debe salir en busca de la materia, de la sustancia, del orden está lo sencillo: “Lo sencillo conserva el enigma de lo perenne y de lo grande. Sin intermediarios y repentinamente penetra en el hombre y requiere, sin embargo, una larga maduración. Oculta su bendición en lo inaparente de lo siempre mismo. La amplitud de todas las cosas crecidas, que permanecen junto al sendero nos otorga mundo. En lo tácito de su lenguaje, Dios es recién Dios, como lo señala Meister Eckhardt, ese viejo maestro de la vida y de los libros” [1979:2]
Reconocer el camino es estar ya, de antemano frente a la pregunta, tal dimensión es lo constituyente, es un abrirse paso, un ir al encuentro, y cuando se hace la pregunta se está siendo ya uno con el Logos, con el verbo, es decir, se esta por mor de si en la unidad de aquello que aguarda por nosotros: el fenómeno: “Nunca llegamos a pensamientos. Llegan ellos a nosotros. Tal es la hora propicia al diálogo. Se alegra en la meditación común. Que no enfrenta encontrados sentires, ni tolera acuerdos renunciatorios. El pensar sigue alzándose duro entre el viento de las cosas” [1954:1]
Ahora vuelve el meditar de la pregunta, ella se interroga así misma, su talante se desarrolla, se extasía, se encarna como el rojo a la rosa roja, como el camino a los pies, y viceversa, esto que ahora hago es la facultad que se tiene cuando se interroga y se expresa mediante el habla: “La capacidad de hablar no es sólo una de las facultades del hombre, de idéntico rango que las demás. La capacidad de hablar constituye el rasgo esencial del hombre. Este rasgo distintivo contiene el esquema de su esencia.” [1990:1]; entonces: camino, habla, pensar, sendero, pregunta, sentido, método, forma, esencia son a la larga semejancias de la facultad que tiene el Ser de manifestarse y redondear la esfera del comprender, y de allí al hombre como un ser parlante y fundador por medio de la palabra. La palabra expresa y manifiesta aquello que en el principio dio forma y sentido al mundo, a las cosas, dio paso a que el ente fuera una segunda instancia donde yace y radica el Ser.
Pero este último encierra y alberga a los demás, sentencia el origen, de los fenómenos a partir de su facultad de manifestarse. Heidegger reconoce en la esfera del pensar el habla un camino, un adentrarse en la realidad, un ir a: todas las cosas. O sea: Estamos, pues, ante todo en y con el habla. Un camino hacia el habla no es necesario. Además, tal camino tampoco es posible si es cierto que ya nos hallamos allí a donde el camino debe llevar. Pero, ¿estamos allí? ¿Estamos de tal modo en el habla como para hacer la experiencia de su esencia; de pensarla como tal habla que, estando a la escucha de lo que le es más propio, lo aprehendamos? ¿Acaso moramos ya en la proximidad del habla, incluso sin nuestra cooperación? ¿O es el camino al habla en tanto que habla el más lejano que pueda pensarse? Y no solamente el más largo, sino, además, sembrado de obstáculos que provienen del habla misma, desde el momento en que sin desviar la atención, intentamos pensar puramente el habla hacia sí misma. [1990:1]
Veo correr, entonces, ahora en este preciso momento sobre la avenida una masa metálica divida en partes, piezas de un rompecabezas, son autos, son ruedas que giran sobre el asfalto, son mujeres y hombres hundiendo el acelerador, luces que caminan señalando el camino, es Heidegger pensando en la técnica quien nos interpela desde el texto, somos todos sometidos al peso de la mirada y la pregunta, ¿Qué son me pregunto? Esas manos que detienen el tráfico en señal de alerta. ¿Qué son esos ruidos que emergen del silencio de la calle?, sí, quizá estoy ya de paso a algo, tengo frente a mi la senda, ya que se aclara, un ahí me busca, no es una trocha, se amplía, se expande como el pensamiento, como el arte de esencia liberadora del camino, o sea, como lo fundante del conocimiento, es el sueño del que piensa, del que busca: “Pero el consejo alentador del camino del campo habla solamente mientras haya hombres que, nacidos en su ámbito, puedan oírlo. Ellos son siervos de su origen pero no sirvientes de maquinaciones” [1979:3].
BIBLIOGRAFIA
HEIDEGGER, M. Sendero de campo, Traducción y nota de Sobine Langenheim y Abel Posse, publicada en el matutino La Prensa el 12 de agosto de 1979.
HEIDEGGER, M. La experiencia del pensar, Traducción de José María Valverde, en: Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), Vol. XX, Nº 56, (Agosto de 1954) pp. 178-180.
HEIDEGGER, M. Camino al habla, Versión castellana de Yves Zimmermann, en HEIDEGGER, M., De camino al habla, Serbal, Barcelona, 1990.
HEIDEGGER, M. Meditación, Traducción de: Dina V. Picotti C, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2006
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