domingo, 21 de noviembre de 2010

EL DERECHO DE LOS DEMÁS




Parece una gran paradoja, pero aquellos que hoy en día más exigen que les sean respetados sus derechos, más vulneran la dignidad de los demás. Dónde ha quedado entonces ese principio de la alteridad, porque exigimos y exigimos, y no respetamos.
Pero no me voy a referir a todos los casos, en que he visto que aquel que se siente discriminado o vulnerado, termina tratando al que no lo comprende de peor manera de como lo trataban a él. Mas, el ejemplo que voy a dar es el del aborto y, ya les explicaré porque.
Millares de personas, movimientos y organizaciones piden la legalización del aborto y no sólo en los tres casos en los cuales fue aprobado por la corte constitucional, a lo que la iglesia se opone –por razones de su credo ¿creo?–. Si yo fuera el Estado lo legalizaría en todos los casos, no puedo eximir razones morales, cuando la decisión que se tomó, la tomo por respetar la decisión de una persona que asume sus consecuencias, o por un simple ejercicio de salud pública. Pero, en situaciones como ésta particularmente entiendo a la iglesia, –no porque comparta su credo–, sino porque me parece abusivo por parte del Estado o de una persona, que obligue a hospitales fundados por órdenes religiosas a practicar abortos. Si el Estado, legaliza el aborto, debe ser el Estado el que preste su infraestructura para dichos procedimientos, pues querer obligar a entidades confesionales a dichas prácticas, es igual a que alguien me quiera obligar a cambiar las pocas creencias que aun tengo. Ante todo, el Estado debe respetar la dignidad y las creencias hacen parte de la dignidad de los seres humanos, por eso, si por razones de dignidad se legalizó el aborto, es el Estado el que debe a su vez respetar la dignidad de la persona o de una institución que se niega a ejercer ese procedimiento.
Obligar a hospitales confesionales a esas prácticas aceptadas por la mayoría de los Estados modernos, es como querer obligar al presidente de la república a violar la constitución. Y repito, no me opongo al aborto, me opongo a los que al pretender ser entendidos vulneran a los otros. Y con este escrito tampoco pretendo defender a la iglesia, ella que se defienda sola, ya que tiene mucho de que defenderse, lo que hago con este tema es poner un simple ejemplo. Los derechos de todos a decidir, sobre su personalidad o su cuerpo se deben abrir camino en las sociedades modernas, pero a su vez esos derechos deben proteger a todos los que por alguna causa no compartan muchas de las ideas de los demás. Pues sólo con el respeto, se podrá construir una sociedad plural moderna donde haya cabida para todos, los equivocados o no equivocados, los retrógrados o los modernos.

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