sábado, 6 de noviembre de 2010

PÁGINAS SUELTAS...


EL CAMINO DE HEIDEGGER
No sé hasta qué punto hablar de un camino, o de un comienzo, sea al modo de pensar de Heidegger un estarse en el mundo no como un ente, sino como un ser ahí, en ese sentido el preguntar es a mi modo de ver desde Heidegger un abrirse paso en las cosas mismas, algo así como una reducción que permite la suspensión y esta finalmente un encontrarse con la esencia, es decir, una travesía en medio del pensar: “Corre desde el portón del jardín hacia el Ehnried. Los viejos tilos del parque del castillo lo siguen con su mirada por encima de la muralla, ya cuando reluce claro hacia Pascuas entre los sembrados nacientes y los prados que despiertan, ya cuando se pierde, hacia Navidad, detrás de la colina cercana, bajo las nevadas. Al llegar al crucifijo campestre dobla hacia el bosque” [Heidegger: 1]; el campo de labor entonces cuál es, pues, el sueño que cada uno se sueña y trabajo todo los días hasta convertirlo en realidad.
De ese modo el interés de un labrador debe ser como el de un argonauta, es decir, hacerse su propio camino aunque en la mar no hayan sendas, ni pasos por donde volver de nuevo a transitar como en el poema de Machado: “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. El camino es el sendero por donde ruedan las teorías, los sistemas, las corrientes de pensamiento, los imaginarios sociales, los ideales, y las utopías que todos nos creamos. Para Heidegger el camino es la posibilidad que todos tenemos de hacer algo por nuestros propios medios: “De vez en cuando el pensamiento vuelve a aquellos escritos - o hace sus propias tentativas- y retoma la huella que el sendero traza a través de los campos” [Heidegger: 1], cabe anotar que cuando Heidegger se refiere a un volver, no lo hace en sentido de un eterno retorno, sino que este es un volver los ojos sobre la pregunta, es decir, sobre el ser.
Este plantearse la pregunta constituye un primer momento acerca del ir en el camino, el caminar es de algún modo la manera como el que interrogando busca la esencia de su interrogar, es decir:
El camino recoge todo lo que tiene sustancia en su entorno y le aporta la suya a quien lo recorra. Los mismos sembrados y ondulaciones de la pradera acompañan al sendero en cada estación en una siempre cambiante vecindad. Sea que las montañas de los Alpes se sumerjan en el crepúsculo sobre los árboles; sea que -donde el sendero salta sobre la ondulación de la colina- ascienda la alondra en la mañana estival; sea que el viento del Este llegue atormentado desde la región donde está la aldea natal de la madre; sea que un leñador cargue al anochecer, rumbo a la cocina del hogar, su haz de leña; sea que regrese el carro de la cosecha balanceándose en los surcos del camino; sea que los niños recojan al borde del prado las primeras flores de primavera; sea que la niebla mueva sobre la campiña durante días su lobreguez y su peso: siempre y en todas partes rodea al camino del campo el consejo alentador de lo mismo [Heidegger: 2]
Aunque de ningún modo el camino permite delimitar a dónde se dirige el que piensa la pregunta, si no que establece la manera de cómo el que piensa asume su propio destino: la Moira.
Creo entender que cuando Heidegger hace el paralelo entre el que piensa la pregunta y el que hace el camino, está tratado de reflexionar acerca del origen, del momento que se toma el que piensa para continuar la travesía con el que lo anda, con el que lo recorre, pues este toma el inicio como comienzo sabe que nunca habrá un fin, jamás encontrará un punto final, sino que el comienzo será siempre un andar a todas partes, lo que el mismo autor denomina lo "yecto", es decir, la posibilidad de encaminarse hacía lugares más profundos donde la esencia habita: “En el aire del sendero del campo, que cambia según la estación, prospera la sabia serenidad, cuyo aspecto parece a veces melancólico” [Heidegger: 3].
El camino de Heidegger está poblado de mesetas, valles, caminos que a veces nos hacen sentir miedo, incluso extraviamos, si nos sometemos a los embates del suelo y la geografía se puede terminar confundiendo las variantes, y estas nos pueden llevar a lugares donde realmente no se llega a ningún “Pereira”.
Punto de encuentro entre el que busca y lo buscado, que ambos van en el mismo sentido, y lo que se tiene que hacer es llegar a un justo medio, o sea el despliegue del Ser como sustancia: “El silencio se vuelve aún más silencioso con la última campanada. Alcanza a aquellos que en dos guerras mundiales fueron sacrificados antes de tiempo. Lo sencillo se ha vuelto aún más sencillo. Lo siempre mismo extraña y libera. El consejo alentador del sendero del campo es ahora muy claro.¿Habla el alma? ¿Habla el mundo? ¿Habla Dios?” [Heidegger:3]
Bibliografía
Martin Heidegger, Sendero de campo, (Heidegger en castellano: Traducción y nota de Sobine Langenheim y Abel Posse, publicada en el matutino La Prensa el 12 de agosto de 1979)

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